Hace unos días, el miércoles pasado, allá en mi «Selva de Cemento», caminando entre la confusión en medio de la manifestación por el caso de Ayotzinapa, que por cierto no tiene trazas de aclararse, para ir al hospital a acompañar un rato al padre Abundio, que gracias a Dios ya está en casa, se me acercó un hombre joven, se quitó la gorra y me dijo: «padrecito, Dios me lo puso en el camino porque lo necesito... ¡deme su bendición! De la misma manera, el viernes, en el gimnasio, casi al terminar mi rutina del día, se me acerca una señora, cuyo nombre no recuerdo ahora y me pidió su bendición. En el caso del hombre yo traía mi camisa clerical, fue entonces fácil identificarme; en el caso de la mujer, ella sabe, como casi todos los socios del gimnasio que, aunque me ven siempre en camiseta de tirantes, shorts, tenis y gorra, con mis audífonos puestos, soy sacerdote y soy, de una o de otra manera, portador de los intereses del Señor.
En el 2021, en medio aún de la histórica pandemia que atravesamos, el Papa Francisco expresó que «Dios siempre encuentra la manera de hacerse presente en nuestras vidas, incluso cuando sentimos que está lejos o nos sentimos abandonados. Esta es nuestra fuerza». Y a mí me da mucho gusto cuando me suceden cosas como estas, porque me hacen ver que, en un mundo que cada vez, como sociedad, desconoce más a Dios porque vive lejos de él, hay quienes buscan el perdón, la misericordia, la bendición de un Dios que no abandona, que siempre nos acompaña, que siempre está con nosotros. Seguro que, al volver la vista atrás en la propia vida y en la propia historia personal, muchos podemos redescubrir esta presencia divina que nos acompaña y nos cuida con mano de Padre. Que María, nuestra fiel compañera, nos haga siempre atentos a esa presencia de Dios. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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