Ciertamente que viajar no me cuesta, porque tengo, desde pequeñito, como ustedes saben, un espíritu andariego gracias a mi padre; aunque eso implique desmañadas, esperas en centrales, estaciones de tren y aeropuertos, turbulencias y frenones, empujones, retrasos, desveladas y uno que otro sinsabor inesperado. A cambio de esto tengo siempre el gozo de vivir en la presencia de Dios impartiendo ejercicios espirituales, asistiendo a congresos y cursos de actualización, celebrando misas, confesando y compartiendo de una u otra manera el gozo de la fe con obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de todos colores y sabores. Como he afirmado en varias ocasiones: «Los misioneros somos hombres de aventuras que quisiéramos volar hasta los últimos rincones del mundo para gritar a los cuatro vientos que ¡Dios nos ama y es la razón de nuestro existir! »
Hoy culminamos este octavo mes del año celebrando la misa de santa María en sábado, como muchos sábados lo hacemos, y en la Oración Colecta contemplamos a la llena de gracia rogando su intercesión para que nosotros también, con su auxilio y la práctica de las virtudes en un corazón que no conozca de fronteras y que se haga cada día más amigo de Jesús el Misionero del Padre para hacerle más amigos cada día. Que ella siga activa motivando nuestro «sí», el «sí» del compromiso misionero que abrazamos como bautizados. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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