En este día venturoso para mí y para muchos, la Iglesia celebra a san Agustín, el santo al que tanto apreció mi padre y cuyo nombre quería agregar a la letanía que me identifica en mi credencial del INAPAM como Alfredo Leonel Guadalupe y que gracias a la recomendación del juez al registrarme no añadió. De otra manera me hubiera llamado Alfredo Leonel Guadalupe Agustín... ¡ni la realeza de Europa lleva tanto nombre! El caso es que desde pequeño me he identificado con san Agustín, porque, como expresa la madre Martha Gabriela: «¡Dicen que todos nos parecemos a san Agustín, ya sea antes o después de su conversión!
La Oración Colecta de esta memoria de san Agustín nos invita a experimentar una sed de Dios tan grande como la tuvo el santo, que lo buscó por mar y tierra hasta que lo encontró en su presencia de Dios amor, Dios misericordia, Dios perdón y que lo llevó a una vida de plenitud en santidad. Con esto me viene a la mente una de las oraciones más famosas de san Agustín que toca el tema precisamente de la santidad a la que todos somos llamados y que hoy podemos rezar: «Sopla en mí, oh Espíritu Santo, para que también mi obra sea santa. Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo, que amo solo lo que es santo». ¡Grande tarea nos deja san Agustín, no solamente a los que nacimos en este día sino a todos! Que él, junto a María, la Madre del Amor hermoso, Reina de los santos interceda por nosotros. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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