En el año de 2002, en la arquidiócesis de París, para contrarrestar el auge de la fiesta de Halloween, importada sobre todo por el comercio —hay que ver todo lo que se gasta en disfraces entre otras cosas— que iba creciendo, tuvo la iniciativa de celebrar una fiesta llamada «Holywins», reforzando así la fiesta de Todos los Santos. Este nombre de «Holywins» es un juego de palabras que significa «la santidad vence» y se celebra la tarde y noche del 31 de octubre. En Holywins, en diferentes parroquias —entre ellas la que yo tengo a mi cargo como párroco— los niños y adolescentes se disfrazan de santos y santas para participar en Misa, juegos, canciones, testimonios e incluso una Hora Santa. El objetivo es conocer más las vidas de los santos y recordar el llamado a la santidad que Dios hace a todos.
No me parece coincidencia, sino «diosidencia» que la Oración Colecta de este jueves nos invite a dar gracias a Dios por todos los beneficios de su inmensa generosidad y a amarlo con un sincero corazón y con todas las fuerzas. ¿Qué no fue eso lo que hicieron los santos? ¿Qué no es eso lo que puede hacernos plenamente felices en comunión con Dios? ¡Qué lindo sería que esta tarde-noche, en ves de ver brujas, zombis, monstruos o fantasmas, viéramos las calles inundadas por niños y adolescentes con disfraces de santos de Holywins! Creo que esta iniciativa nos ayuda sobremanera a recuperar el sentido católico de la fiesta, cada vez más relegada. Que la Virgen y todos los santos, desde el cielo, se unan a nuestra fiesta. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico y feliz Holywins!
Padre Alfredo.
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