Cuando llega el miércoles yo creo que todos pensamos: ¡ya estamos en el ombligo de la semana! Y yo creo que, entre más viejo estoy, más rápido se me pasa la vida, pues ya casi llegamos al final de estas tres semanas inolvidables de mi Experiencia Jubilar Sacerdotal en esta preciosa casa de El Refugio, el oasis de paz de la arquidiócesis de Monterrey enclavado en las montañas de la Sierra Madre. Esta mañana hemos gozado con la visita de nuestro queridísimo amigo el señor obispo don José Lizares Estrada quien, a sus noventa años, sigue tan sensacional como siempre. Un hombre de fe lleno de Dios, un hombre de oración que irradia el gozo de su vocación, un hombre que, con su sola presencia es ya un regalo de Dios y que nos ha compartido tanto a lo largo de su fecunda vida episcopal.
La visita de don José y su espléndida conferencia sobre el sacerdote y su ministerio, coincide con que la liturgia propone la celebración de la misa en honor de San José y nos invite a pedir la intercesión del fiel esposo de la Virgen María y custodio de Jesús en sus primeros años de vida. Al ver esta oración, pienso en la tarea tan comprometedora que los sacerdotes tenemos como custodios, porque, así cómo San José fue elegido por Dios para custodiar la vida de Jesús y al mismo tiempo la misión de custodiar la vida del Cuerpo de Jesús, que es la Iglesia, el sacerdote debe cumplir con alegría y sencillez esta misma misión. San José –expresa el Papa Francisco en uno de sus discursos en el año 2021– es un padre que custodia, y esa es una tarea que vivió «con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total». También con «atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio».
Esos temas, salidos también esta mañana de la boca de monseñor Lizares, se convierten en palabras de aliento para reestrenarse en la vocación. Y es que, escuchando la charla de la mañana, meditando la oración colecta de hoy y leyendo al Papa Francisco, concluyo que siguiendo el ejemplo de San José, el «padre que sueña», en el sentido no solo literal de esta expresión, sino de que «sabe mirar más allá de lo que ve», también para nosotros los sacerdotes es necesario saber soñar no limitándonos a querer conservar lo que existe, puesto que «conservar y custodiar», como advierte el Papa, «no son sinónimos». Siento, pues, una fuerte invitación a tratar de seguir mirando con mirada profética, después de estos 35 años de vuelo, sabiendo reconocer el plan de Dios donde todavía no se ve nada, con una meta clara hacia la cual tender que es la propia santificación y la santificación del pueblo de Dios encomendado. No dejen de encomendarnos a san José y a su bendita esposa María. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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