Hoy pedimos que se avive en el padre Arturo y en todos los sacerdotes, este espíritu de dar la vida al estilo de Cristo y bajo su cayado de Buen Pastor gastando la vida al servicio de las ovejas con un corazón abierto a la gracia que cada día da el Señor para reestrenar la vocación. Hace 30 años me tocó estar presente en ese bendito día de la ordenación del padre Arturo en mi querida “Selva de Cemento”. Su familia de sangre, en la que entre sus hermanos hay tres misioneras Clarisas, un sacerdote franciscano y el padre Arturo misionero de Cristo, entregaba a la Iglesia a otro de sus integrantes para que, configurado con el Pastor Bueno, saliera de esa caótica y bendecida Ciudad de México a llevar la Buena Nueva en el anuncio de la Palabra y la administración de los sacramentos.
Dentro de un rato Arturo presidirá una vez más la Eucaristía, la acción de gracias más grande que un hombre, desde su pequeñez, puede ofrecer al Dueño de la Mies rogándole que ese avivamiento, llegue también al corazón de muchos jóvenes varones que unieran también enlazar sus vidas con las de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Pidamos a María Santísima que interceda ante su Hijo para que ni este hombre que hoy agradece el don recibido, ni ningún otro sacerdote, nos quedemos nunca sin el deseo de “avivar” el “sí” que dimos al Señor el día de nuestra ordenación sacerdotal. ¡Bendecido martes diciéndole al Señor: danos muchos y muy santos sacerdotes!
Padre Alfredo.
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