jueves, 14 de noviembre de 2024

«Un lugar especial para Dios y para los hermanos»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Cómo quisiera que no pasara ni un solo día sin la oportunidad de escribir mi “Pequeño pensamiento para Hoy”, este compromiso personal al que nadie me obliga sino solamente mi corazón misionero que siempre está en ansias de llegar a muchos! Pero los tiempos son de Dios y mi testarudez me hace atarantarme y no organizar bien el horario para disponer un espacio y escribir. Ayer dejé nuestra comunidad de “El Tigre”, en la sierra michoacana, para volar a esta mi queridísima “Selva de Cemento” y arreglar algunos “intereses de Jesús”, como decía nuestra madre fundadora, la beata María Inés. Escribo desde la Casa de la Villa, porque en un rato iniciaremos la reunión de la CAI (Comisión de Animación Inesiana) de la región de México y esta misma tarde partiremos a Cuernavaca para estar listos y celebrar en la Casa Madre la Asamblea Nacional de Van-Clar. 

Pero vamos a la Oración Colecta de este día, que va enfocada a pedir que experimentemos el poder de la cruz de Nuestro Señor y la gracia de su resurrección. Una realidad muy concreta de la piedad popular de muchos de nuestros pueblos, es que son muchas las personas que vienen a Dios a través de la cruz de Cristo, porque tiene el poder para atraerlas a Dios. Cuando Jesús fue levantado, Él trajo a todos lo hijos del Padre misericordioso hacia Él (Juan 12,32). Como el poder de la cruz nos mueve a la conversión, es este poder que tenemos que buscar poniéndonos a sus pies y dejándonos atraer para acercarle muchísimas almas sin olvidar que con la cruz viene la resurrección y la vida nueva. 

Siento la invitación a permanecer un rato al pie de la cruz respondiéndome algunas preguntas que les comparto: ¿He puesto a Dios en el primer lugar de mi vida o me he convertido en esclavo del activismo? ¿He alimentado mi compromiso bautismal haciendo oración personal, leyendo, meditando y estudiando la Escritura en forma regular? ¿Hay algún aspecto de mi vida que no le haya entregado al Señor, es decir, hábitos secretos que no he querido sacarlos a la luz de su amor? ¿Trato con dignidad y respeto a mis hermanos de comunidad, a mi familia de sangre, a mis amigos y a los miembros de la comunidad parroquial? ¿He sido un buen administrador de los bienes materiales? ¿Demuestro compasión y misericordia por los menos privilegiados y todos los que sufren? Y termino mi reflexión junto a María Santísima al pie de la Cruz pidiendo, como el salmista: "¡Oh Dios, pon en mí un corazón limpio!" (Salmo 51,10). ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico! 

Padre Alfredo.

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