martes, 31 de mayo de 2022

«La Visitación»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos la fiesta de la visitación de la santísima Virgen María a su parienta Isabel. Este hecho está consignado en el evangelio de san Lucas y es la lectura de hoy (Lc 1,39-56). Con múltiples detalles, el evangelista nos narra el hecho en el que está inserto el hermoso canto del Magníficat que la Iglesia recita cada día en la Liturgia de las Horas, en el rezo de Vísperas. En esta escena María canta la grandeza de Dios, canta las obras que el poder y el amor de Dios han realizado en su cuerpo y en su alma. Los primeros versículos de este cántico son como la voz de un solista, donde la Virgen enaltece, llena de alegría, la misericordia de Dios. El alma de esta oración es la celebración de la gracia divina, que ha irrumpido en el corazón y en la existencia de María, convirtiéndola en la Madre del Señor. La alabanza, la acción de gracias y la alegría que expresa son fruto de la gratitud.

El Magníficat ha sido llamado «éxtasis del corazón», «éxtasis de la humildad», «éxtasis del amor y de la alegría». Y «éxtasis», según San Francisco de Sales, es salir de sí. María sale, pues, de sí misma en profundo conocimiento de su pequeñez y, en un desbordamiento de su amor a Dios, prorrumpe en su alabanza acompañada por su parienta Isabel que se sabe honrada con la presencia de la Virgen y queda llena del Espíritu Santo. Salido hace más de dos mil años «de la fe profunda de María en la Visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Iglesia a través de los siglos y en todas las lenguas, así como los mosaicos de la iglesia de la Visitación que uno puede admirar, y que Dios me concedió visitar hace algunos años en Ain Karem, el lugar donde vivían Zacarías e Isabel. San Juan Pablo II considera las palabras pronunciadas por María en el umbral de la casa de Isabel como «una inspirada profesión de su fe, en la que la respuesta a la palabra de la revelación se expresa con la elevación espiritual y poética de todo su ser hacia Dios».

María santísima nos exhorta en esta visita a Isabel, con dulzura materna, a imitar a Dios, a hacer nuestra su opción. Ella nos enseña los caminos de Dios. Por eso el Magníficat debe ser admirado y orado por nosotros como una escuela maravillosa de sabiduría evangélica. Una escuela de conversión continua que nos acerque más y más a Dios. ¿Conoces el Magníficat? ¿Te has puesto detenidamente a meditarlo? Que María Virgen nos obtenga el don de saber orar como ella supo orar y cuya muestra es el Magníficat. A María encomendamos esta singular porción de la Iglesia que vive en cada uno de nuestros hogares; le encomendamos nuestras parroquias, nuestros grupos, nuestras comunidades, para que el Espíritu de Cristo anime todo deber y todo servicio. Junto a ella oramos por todos los cristianos, para que podamos decir con san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14), y con la ayuda de María sepamos difundir en el mundo el dinamismo de la fe, de la esperanza y de la caridad. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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