domingo, 8 de mayo de 2022

«El Buen Pastor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Por una tradición muy antigua en la Iglesia, el cuatro domingo de Pascua es llamado el «Domingo del Buen Pastor» y se dedica a pedir por el aumento de vocaciones. Cada año, en los tres ciclos de la liturgia A, B y C el evangelio gira en torno a la figura de Cristo Buen Pastor y con ello la Iglesia nos alienta a pedir, como digo, por el aumento de las vocaciones, pero también nos ayuda a reivindicar nuestra propia vocación específica. Quiero empezar la reflexión compartiendo algo que el Papa Francisco escribe en su mensaje para este domingo: «Todos estamos llamados a participar en la misión de Cristo de reunir a la humanidad dispersa y reconciliarla con Dios... Cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios, para la que Él ha tenido un pensamiento único y especial... Estamos llamados a ser custodios unos de otros, a construir lazos de concordia e intercambio, a curar las heridas de la creación para que su belleza no sea destruida».

La vocación esencial que todos los bautizados hemos recibido es la vocación a la vida cristiana, una vida que, en cada vocación específica —matrimonio, soltería, sacerdocio, vida consagrada, misioneros—  ha de vivir plenamente la pertenencia a Cristo para ser, como Él, un buen pastor para cuidar unos de otros. El Evangelio de la Misa de hoy (Jn 10,27-30) nos muestra una hermosa relación, bastante personal, de Jesús con cada una de sus ovejas: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen». Cada una de nuestras vocaciones específicas, es acompañada por el Buen Pastor. Él está al tanto de cada uno alentándole a hacerlo presente en medio del mundo. Cristo establece una «relación personal» con cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros —para ser cristiano y vivir en cristiano— no puede contentarse con ser miembro de la Iglesia solamente por asistir el domingo a Misa, cumplir los preceptos, etc., sino que hay algo mucho más importante, también más difícil pero también más humano, más enriquecedor: saber escuchar personalmente la voz de Cristo, su palabra de vida, su llamada a reconocerle vivo y actuante en nuestra vida de cada día y guiar desde Él nuestros pasos.

Jesús dice: «Conozco a mis ovejas». Y el verbo «conocer» tiene un sentido fuerte: Jesús ama a cada una de sus ovejas, y vela por ellas. «Mis ovejas escuchan mi voz». Esta es nuestra tarea esencial y permanente, estar atentos a lo que Jesús nos va diciendo para dirigir correctamente nuestra vocación específica. Debemos cerrar nuestros oídos a otras voces, a otros mensajes, para tenerlos abiertos a la voz del Señor que siempre nos invitará a edificar un mundo mejor, a transformar nuestra sociedad, a ser solidarios con los que sufren, con los que son descartados por la sociedad. Sólo él tiene palabras de vida eterna; sólo él es la verdad; sólo él es la luz. «Y ellas me siguen», dice Jesús. Ya todo es claro y sencillo: El ha ido delante, «dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1 Pe 2,21). Así que nosotros a la vez que somos ovejas del rebaño de Jesús, hemos de también de imitarle como Buen Pastor y ayudar a nuestros hermanos a seguir el camino del bien realizándose en la propia vocación. Con ayuda de María, cuya vocación está bastante clara y marcada por un «sí» incondicional que pronunció, vivamos plenamente nuestra vocación y roguemos al Buen Pastor que envíe más vocaciones a su Iglesia. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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