La vocación esencial que todos los bautizados hemos recibido es la vocación a la vida cristiana, una vida que, en cada vocación específica —matrimonio, soltería, sacerdocio, vida consagrada, misioneros— ha de vivir plenamente la pertenencia a Cristo para ser, como Él, un buen pastor para cuidar unos de otros. El Evangelio de la Misa de hoy (Jn 10,27-30) nos muestra una hermosa relación, bastante personal, de Jesús con cada una de sus ovejas: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen». Cada una de nuestras vocaciones específicas, es acompañada por el Buen Pastor. Él está al tanto de cada uno alentándole a hacerlo presente en medio del mundo. Cristo establece una «relación personal» con cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros —para ser cristiano y vivir en cristiano— no puede contentarse con ser miembro de la Iglesia solamente por asistir el domingo a Misa, cumplir los preceptos, etc., sino que hay algo mucho más importante, también más difícil pero también más humano, más enriquecedor: saber escuchar personalmente la voz de Cristo, su palabra de vida, su llamada a reconocerle vivo y actuante en nuestra vida de cada día y guiar desde Él nuestros pasos.
Jesús dice: «Conozco a mis ovejas». Y el verbo «conocer» tiene un sentido fuerte: Jesús ama a cada una de sus ovejas, y vela por ellas. «Mis ovejas escuchan mi voz». Esta es nuestra tarea esencial y permanente, estar atentos a lo que Jesús nos va diciendo para dirigir correctamente nuestra vocación específica. Debemos cerrar nuestros oídos a otras voces, a otros mensajes, para tenerlos abiertos a la voz del Señor que siempre nos invitará a edificar un mundo mejor, a transformar nuestra sociedad, a ser solidarios con los que sufren, con los que son descartados por la sociedad. Sólo él tiene palabras de vida eterna; sólo él es la verdad; sólo él es la luz. «Y ellas me siguen», dice Jesús. Ya todo es claro y sencillo: El ha ido delante, «dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1 Pe 2,21). Así que nosotros a la vez que somos ovejas del rebaño de Jesús, hemos de también de imitarle como Buen Pastor y ayudar a nuestros hermanos a seguir el camino del bien realizándose en la propia vocación. Con ayuda de María, cuya vocación está bastante clara y marcada por un «sí» incondicional que pronunció, vivamos plenamente nuestra vocación y roguemos al Buen Pastor que envíe más vocaciones a su Iglesia. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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