lunes, 16 de mayo de 2022

«Amar al estilo de Cristo, san Carlos de Foucauld


El evangelio de este día (Jn 14,21-26) me hace reflexionar que cuando se ama a alguien, se es capaz de abandonar libremente el punto de vista personal para adaptarse al máximo a la voluntad y a los deseos de aquel que ama. Incluso se puede decir que la persona se transforma en aquel a quien se ama. Se establece una especie de simbiosis mutua: tu deseo es también el mío, tu voluntad es la mía, tu pensamiento ha llegado a ser el mío... nuestras dos vidas forman una sola vida.

Ayer domingo, en la Basílica de San Pedro, allá en el Vaticano, concretamente en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco canonizó a 10 nuevos beatos entre los cuales está san Carlos de Foucauld cuya vida siempre me ha parecido impactante. Entre otras cosas de este santo sacerdote que me llaman la atención, es el momento de su conversión en donde llega a decir: «apenas supe que había un Dios, no quise más que vivir para Él». Y así vivió, siempre para Jesús, sobre todo asumiendo su amistad con Jesús Eucaristía. Para el hermano Carlos —como le gustaba que le llamaran—, es la presencia de Jesús lo que salva. Presencia en Nazaret, presencia en el Sagrario. Abrir un Sagrario era cada vez una fiesta para el hermano Carlos: cada vez era para llevar esta presencia del Sagrado Corazón al país de misión. Celebrar la Misa para él, fue un acto de misión por excelencia «Todos los días puedo celebrar el Santo Sacrificio; la Santa Hostia toma posesión de su dominio …» Al ir también al encuentro del mundo hasta el fin del desierto, Carlos de Foucauld quizo continuar esta presencia de Jesús, una presencia amorosa que irradia a través del ardor del amor y la verdad de compartir todo con los hombres, y no solo a través de la predicación.

La Pascua la estamos celebrando y viviendo bien si se nota que vamos entrando en esta comunión de vida con el Señor que nos ama y nos dejamos animar por su Espíritu. Cuando celebramos la Eucaristía y recibimos a Cristo Resucitado como alimento de vida, se produce de un modo admirable esa «interpermanencia» de vida y de amor: «quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él... Igual que yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mi» (Jn 6,56-57). En la Eucaristía se cumple, por tanto, el efecto central de la Pascua, con esta comunicación de vida entre Cristo y nosotros, y, a través de Cristo, con el Padre. Desde ayer, en la arquidiócesis de Monterrey que es donde ahora como sacerdote misionero estoy, la celebración de la Eucaristía presencial vuelve a ser obligatoria para quienes no estén enfermos. Jesús amigo, Jesús Eucaristía, nos espera. Pidamos a María Santísima que aumente en nosotros, como en san Carlos de Foucauld el gozo de vivir para Jesús en todo tiempo y lugar y de celebrar con gozo su presencia. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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