¡Déjame pasar la vida a tu lado, Madre mía, acompañado
de tu soledad amarga y tu dolor profundo...!
¡Déjame sentir en mi alma el triste llanto de tus ojos
y el desamparo de tu corazón!
No quiero en el camino de mi vida saborear
las alegrías de Belén, adorando entre tus
brazos virginales al niño Dios.
No quiero gozar en la casita humilde de Nazareth
de la amable presencia de Jesucristo.
¡No quiero acompañarte en tu Asunción gloriosa
entre los coros de los ángeles!
Quiero en mi vida las burlas y mofas del calvario,
quiero la agonía lenta de tu Hijo,
el desprecio, la ignominia, la infamia de su Cruz.
Quiero estar a tu lado, Virgen dolorosísima,
de pie, fortaleciendo mi espíritu con tus lágrimas,
consumando mi sacrificio con tu martirio,
sosteniendo mi corazón con tu soledad,
amando a Dios con la inmolación e mi ser. Amén.
(Escrita por el beato Miguel Agustín Pro
el 13 de noviembre de 1927, días antes de haber sido
fusilado el 23 de noviembre del mismo año).
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