lunes, 30 de marzo de 2020

«En comunión espiritual»... Un pequeño pensamiento para hoy


En un documento de san Juan Pablo II llamado «Mane nobiscum Domine» (Señor, quédate con nosotros) del 17 de octubre de 2004, el santo Papa escribía: «La Misa, aun cuando se celebre de manera oculta o en lugares recónditos de la tierra, tiene siempre un carácter de universalidad. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida» (N˚ 27). ¡Cómo ha resonado este número de este precioso documento de san Juan Pablo II en mi corazón en medio de esta desolación que vive nuestra Iglesia ante esta adversidad! ¡Nos hace falta la Eucaristía! me dice mucha gente al comentar mi diario mensaje. Alguien me decía: ¡Ya sé el dolor que sienten quienes por diversas situaciones no pueden comulgar! Pero, estas palabras del Papa san Juan Pablo son muy consoladoras. Primero, por el carácter universal que nos recuerda que tiene la celebración de la Eucaristía y segundo porque la participación en la Eucaristía ha sido para todos, como se puede palpar en estos días escuela para aprender de ella a ser promotores de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. Yo cada día tengo la dicha de celebrar aquí en casa con mi mamá y todos los días pido por todos alcanzando a ver cuán cierto es esto que decía san Juan Pablo.

Al quedarnos todos en casa por la contingencia, y algunos como yo, además por cuestiones de salud, nos sabemos promotores de comunión acatando las disposiciones que nos dan y que nos dejan ver en el ambiente de casa ese «sabor a Eucaristía» compartiendo la comunión de una manera nueva, la paz en el corazón lleno de esperanza y la solidaridad acatando instrucciones. Muchas parroquias están transmitiendo la Misa por Facebook o Youtube, es una buena oportunidad para vivir y compartir la fe a distancia. A Jesús la gente de su tiempo le ponía trampas, como narra el Evangelio de hoy (Jn 8,1-11). Le ponían trampas aprovechándose de la ley, que los escribas y fariseos veían como letra simplemente pasando por encima de la caridad, del perdón y de la compasión. E nosotros, que somos sus seguidores, el mundo, contagiado por las asechanzas del enemigo nos sigue poniendo trampas, trampas sencillas como es la de la desesperación o del aburrimiento en estos días; la trampa del no aguantarse unos a otros; la trampa del egoísmo que aún en casa estando juntos puede querer emboscar. Por eso es tan importante el participar en la Misa a distancia o el leer en las diversas aplicaciones las lecturas del día y unirse a tanta gente que quisiera, en tiempo ordinario, tener la Eucaristía por lo menos una vez al mes y no llegan los misioneros por la escasez de personal.

Hoy, entre los santos de la Iglesia se celebra a uno de los santos del tiempo de la persecución religiosa en México, el padre Julio Álvarez. Él nació en Guadalajara, Jalisco el 20 de diciembre de 1866. Fue párroco de Mechoacanejo, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), y allí pasó toda su vida sacerdotal. Un hombre cariñoso, padre y amigo de los niños, un hombre pobre que vivió entre los pobres, un sacerdote sencillo. Eran tiempos en los que también la gente permanecía en sus casas, no por plagas sino por la desdicha de la persecución religiosa. El padre Álvarez, decidió quedarse en su parroquia a pesar de los peligros. Allí celebraba y administraba los sacramentos ocultamente en los ranchos, pero fue aprehendido cuando se dirigía al rancho El Salitre el 26 de marzo de 1927. El jefe de los soldados le preguntó al Padre si era sacerdote, y él no lo negó. Allí comenzó su calvario. Lo llevaron a San Julián caminando, atado a la silla de un caballo. El 30 de marzo de 1927 fue conducido al lugar de la ejecución. «Mi delito es ser ministro de Dios —dijo—, yo les perdono a ustedes. En medio de la situación nunca olvido ni renegó de su condición de sacerdote y unido a la Eucaristía, en una constante comunión espiritual entregó su vida en el momento en que fue fusilado. Su cuerpo quedó tirado sobre un basurero cercano a la iglesia parroquial. Yo conozco san Julián y soy testigo de la devoción que el pueblo le tiene. Qué en medio de toda esta situación difícil él y María Santísima nos ayuden a vivir en comunión espiritual con Jesús Eucaristía mientras pasa la prueba. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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