Una de las primeras expresiones en inglés que desde pequeño me llamaban la atención por lo festiva que la escuchaba era esta: «Here we go again!», que en español es algo así como: «¡Aquí vamos de nuevo! o ¡Aquí vamos otra vez! Hoy durante todo el día la he estado repitiendo, diciéndole a Jesús que aquí vamos otra vez con el pequeño pensamiento de cada día, porque... ¡Ya les di muchas vacaciones! Antes que nada, quiero darles las gracias a todos porque primero a Dios, luego a la Virgen, los santos y beatos en el cielo y a cada uno de ustedes volví a vivir, unos con sus manos para operar, otros con su dinero para poder proceder, otros con sus cuidados, con medicinas, comida, oraciones, sacrificios... ¡no acabaría nunca de agradecer! Como la mayoría sabe me hicieron una angioplastía... ¿y qué es eso? Bueno, yo no soy médico, pero lo entiendo así: Se trata de una intervención que utiliza un catéter con un balón en un extremo que busca abrir y desbloquear las venas y arterias para mejorar el flujo sanguíneo. Los cardiólogos utilizan imágenes médicas para guiar el o los catéteres hasta el área bloqueada. Se infla el balón para abrir el vaso y mejorar el flujo sanguíneo. Se puede hacer con o sin un tubo de malla metálica denominado stent y se deja el stent en el vaso sanguíneo para ayudar a mantenerlo abierto. Resulta que a mí me pusieron tres chunchitos de estos en las coronarias, pues estaba —como dicen en Costa Rica— «pa’l tigre», ya que tenía muy tapadas las arterias, y aún ha quedado por allí algo más, que requiere un tratamiento de un año con inyecciones especiales que cada quince días, tendré que estar haciendo mías.
Pero... here we go again!, y me da gusto volver a escribir en estas vísperas de domingo, el día del Señor, que ahora, ante la amenaza del Coronavirus Covit 19 nos impide vernos y abrazarnos en torno a Jesús en la Eucaristía, por lo menos en esta arquidiócesis de Monterrey, en donde por la emergencia, los sacramentos de la reconciliación y la comunión se han dejado solamente para el viático. En plena Cuaresma nos llega este virus que de alguna manera nos hace unirnos más profundamente a Jesús en el desierto preparándonos a la Pascua. Yo celebro todos los días la Misa en privado asistido con un acólito de primera... mi madre, que me ha acompañado en mi recuperación y con quien comparto esta cuarentena. ¿Cómo vivimos estos días? ¿Qué significa para el hombre y la mujer de fe el que estemos pasando por esta visita inesperada? ¿Qué meditamos, qué leemos, qué oramos...? Mucho nos quejamos de las prisas de este mundo, de que lo urgente nos trae en un vaivén que no acaba, que nos cuesta hacer y encontrar silencio para entrar en contacto con nosotros mismos y con el Señor... y de repente todo cambia, nos llega el momento inesperado de parar y mirarnos por dentro y hoy quizá meditando el Evangelio del ciego de nacimiento (Jn 9,1-41) para quien llega la vista y todo cambia.
A nosotros también todo nos debe cambiar. «Me ha abierto los ojos» dice aquel hombre recién curado... Yo creo que a nosotros también el Señor con todo esto nos ha abierto los ojos para ver lo que verdaderamente vale la pena. No hemos carrereado, estamos aplacados, podemos conocernos más y experimentar más de cerca la presencia del Señor, aunque falte la eucaristía sacramental. Con los ojos bien abiertos y en cuarentena nos podemos sumergir en nuestras luces y oscuridades, en nuestros deseos y motivaciones, en nuestras raíces y nuestras alas, en nuestras luchas y nuestras rendiciones ante el Señor por nuestra pobre y frágil condición humana. Hoy celebramos a San Bienvenido Scotivoli, un obispo italiano y precisamente esa nación es ahora la más golpeada para esta pandemia. Bienvenido fue un hombre amable y paciente que bien nos puede ayudar a vivir estos días al estilo de la familia de Nazareth, para quienes seguramente transcurrían los días en la sencillez de las cosas de casa de cada día que hoy podemos vivir. Que Jesús, María y José nos ayuden a perseverar. Yo termino compartiéndoles que de ahora en adelante trataré de hacer mi oración para estas reflexiones en la tarde, porque de esta manera podrán llegar temprano a nuestros hermanos de otras naciones que van adelante en el horario universal y agradeciendo nuevamente de todo corazón sus dádivas, sus oraciones, sus sacrificios y todo, todo lo que han hecho por este su pobre hermano sacerdote y misionero que los lleva a todos en su reestrenado corazón. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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