Señor Jesús,
reconociéndome amado por Ti,
he visto cuánto te necesita
el mundo.
A pesar del miedo y la duda,
aquí estoy.
Envíame a ser,
lo que has soñado para mí,
desde la eternidad.
María, Madre de los jóvenes,
tú que dijiste «sí» con alegría,
enséñame a hacer,
todo lo que Él me diga.
Amén.
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