La dureza del corazón, que Jesús reprocha en quienes parecía que lo oían pero no lo escuchaban, incapacita al hombre para reconocer la llamada de Dios en los acontecimientos, olvidando que la conversión no proviene de signos milagrosos, sino de un cambio del corazón y de un estar, como decimos coloquialmente «dale y dale», sin tregua ni descanso. En nuestros asuntos mundanos, cuando falta la confianza pedimos pruebas para creer lo que se nos dice. Pedimos que se nos demuestre con obras, con pruebas que fundamenten la credibilidad. Y dichas «pruebas», en esos casos, lo que demuestran es la falta de confianza.
Jesús en su infinito amor nos ofrece el signo de una vida nueva, la resurrección, recordándonos con ello que el testimonio de la propia vida que se hace donación, «pan partido» como Él, es el signo de la confianza. Por eso nos da el testimonio de su vida para que le creamos a Él, para que confiemos en Él. Ser creyentes es escuchar cada día la llamada de Jesús a la conversión para ser testigos vivientes de su estilo de vida, apóstoles, discípulos-misioneros. Ser creyentes es dar un testimonio de vida de una manera coherente, volcada en amor a los necesitados, como nos lo recuerda el Papa León en su Exhortación Apostólica «Dilexit te». Pensemos en el sustancioso testimonio que daba la Virgen María y que provenía de escuchar la Palabra y ponerla en práctica. Por eso conviene que pidamos su intercesión. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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