martes, 14 de octubre de 2025

«No por los propios méritos»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


No se imaginan ustedes, mis queridos 5 lectores, cuán emocionado estoy viviendo estos días sumergido en Roma en el Encuentro Internacional de la Familia Inesiana. La experiencia de estar compartiendo el gozo del inesianismo con gente de varias partes del mundo, miembros de las diversas expresiones del rico carisma de esta misionera sin fronteras, la beata María Inés Teresa que dio vida a esta obra maravillosa que desde jovencillo —¡hace ya un buen!— me cautivó, no tiene precio. Bien me viene recordar hasta qué punto y en qué forma el amor de Dios ha sido derramado en mí desde hace ya tanto, tanto, yendo más allá de méritos y deseos personales. Ciertamente estos días he podido reflexionar en que mis méritos son mucho más que escasos y mis deseos siempre muy limitados ante la grandeza de Dios. Me ha dado todo al entregarme a su Hijo y en él muchos hermanos, superando así lo que pudiera imaginar.

Estos días estamos leyendo como primera lectura la Carta a los Romanos. Hoy, en estas letras (Rm 1,16-25), San Pablo escribe poniendo de manifiesto la importancia del Evangelio y deja claro «que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, sea judío o griego». Él dirá que ha sido enviado a los gentiles para anunciarles el Evangelio, mediante el cual se revela la justicia de Dios y que la salvación llega por medio de la fe y no la originan solamente las obras. El amor de Dios ha hecho capaz al hombre de conocerle y encontrarlo en toda la creación, obra suya. Una hermosa reflexión se nos propone: «lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables, pues, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias; todo lo contrario, se ofuscaron en sus razonamientos, de tal modo que su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas».

Quiero tomar este pasaje para seguirme examinando en lo que soy y en lo que hago como misionero para que el Espíritu me lleve a metas más altas sin quitarle, de ninguna manera, el lugar protagónico a Dios. Es muy necesario, actualmente en que hay tantas maneras de hacerse «famoso», escapar de la tentación de sustituir a Dios, ya sea colocándose en su lugar, o ya sea sustituyéndolo por la vanidad de endiosar la obra de nuestras manos. ¡Cómo me ayuda, este pasaje, en el contexto de esta hermosa experiencia del jubileo, a ser consciente de haber sido llamado a administrar y cuidar de todo cuanto existe, como misionero, en nombre del mismo Señor que a todos ha creado! Que María Santísima, la Madre de Dios y Madre nuestra me ayude en el examen, porque sin ella, sin su ejemplo de docilidad, de escucha, de servicio, de atención a la voluntad del Padre... repruebo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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