viernes, 24 de octubre de 2025

«Bart y Claudia me callaron la boca»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA MÍ


¡Gracias a Dios vamos llegando de Roma a Ciudad de México las hermanas Juanita Oropeza, Mary Garza, Rosita Rodríguez y un servidor! Apenas amanece y esperamos nuestra conexión a Monterrey luego de la incidencia de anoche en el aeropuerto Leonardo da Vinci de Fiumicino porque habían dejado a Rosita en lista de espera. Así como cerca de los sacerdotes y consagrados no falta la presencia de murmuradores, calumniadores, criticones, gente de mala fe y demás especímenes de especies parecidas; el Buen Dios, que no se deja ganar en generosidad, pone ángeles maravillosos como Bart y Claudia, dos empleados de Aeroméxico que en medio de los desplantes que no faltan en los mostradores, se portaron de maravilla y movieron hilos y anchas sogas para que Rosita no se quedara solita esperando si hoy habría lugar. 

A veces escribo de cómo en la sociedad descristianizada que vivimos se ha perdido el cariño, el respeto, la admiración, la ayuda a los sacerdotes y a los consagrados. Anoche este jovencito y esta mujer madura me callaron la boca. Creo que tanto en la Ciudad Eterna como en el resto del mundo, seguirá brillando la bondad, la compasión, la misericordia como una estrellita que ilumina los momentos de dolor, de congoja, de angustia de muchos misioneros que parecería que vagamos por el mundo sin ton ni son a expensas de lo que el Señor nos tenga. «Confianza y más confianza» decía la beata María Inés. Por cierto que hoy celebramos a un santo obispo que vivió así, con la confianza puesta en Dios. Me refiero a San Rafael Guizar y Valencia, quien en medio de aquellos años de la persecución religiosa en México vivía a la expectativa de la misericordia de Dios para poder mantener el seminario clandestino que tenía y para no ser reconocido por los perseguidores cuando vestido de médico, vendedor o músico se adentraba sigilosamente en los domicilios donde había enfermos para auxiliarlos... ¡Dios no abandona!

El salmo responsorial de la Misa de esta fiesta, nos invita a reconocer al Señor como Pastor que, con su bondad y su misericordia nos acompaña con cariño providente. La frase que se repite hoy como estribillo: «El Señor es mi pastor, nada me faltará», nos hace reflexionar en que tener a Dios como guía y proveedor es suficiente para satisfacer todas las necesidades esenciales de lo que en el momento necesitamos. Y es que estoy seguro de que si por la sobreventa del vuelo 071, la hermana se hubiera tenido que quedar, no hubiera faltado la asistencia divina para sobrellevar esos inesperados momentos. Cierto que el momento que vivimos fue angustiante... ¡cómo la íbamos a dejar! El salmo detalla cómo Dios guía a sus ovejas a lugares de descanso, las protege, renueva su fuerza, las consuela en la adversidad y las acompaña en su camino de regreso a casa y nosotros, ya vamos de regreso a casa. Que esos santos confiados, como Rafael Guizar y María Inés Teresa nos ayuden a confiar como ellos. ¡Bendecido viernes ya en mi México lindo y querido!

Padre Alfredo.

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