En este pasaje del Evangelio tan típico, de Marta y María en Betania, se nos hace un llamado a no creer que nuestra labor como discípulos–misioneros del Señor consiste en un activismo desmedido. O, peor, aún, que nuestra tarea es andar urgiendo a los demás para que se conviertan en activistas frenéticos. El Evangelio, nos invita más bien a crecer en el silencio, formándonos como oyentes y servidores de la palabra de Dios. Atentos al devenir de la vida cotidiana pero concentrados en lo que el Maestro nos propone.
Caminemos de la mano de María santísima y busquemos ser animadores de la comunidad eclesial estando primero «a los pies del Señor». Pues, nuestra acción en el mundo no es únicamente un conjunto de actividades a favor de un ideal, sino una forma de hacer crecer la presencia de Dios, el Reino, entre los hermanos. Y para esto, necesitamos de la palabra del Maestro, que nos guíe en cada momento por el camino adecuado. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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