martes, 24 de octubre de 2023

«San Rafael Guízar y Valencia... el Buen Pastor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Sin duda alguna uno de los personajes mexicanos más queridos y dignos de imitar por todo discípulo–misionero es San Rafael Guízar Valencia. Su vida es ejemplo no sólo para obispos, sacerdotes, religiosos, sino para todo hombre y mujer sea cual sea su vocación específica pero que quiera vivir una fe comprometida. Hpy la Iglesia lo celebra en México con calidad de fiesta. San Rafael Guízar Valencia nació en Michoacán el 26 de abril de 1878, a sus 23 años, se ordenó sacerdote y Benedicto XV lo quinto obispo de Veracruz, el 1 de agosto de 1919. Murió el 6 de junio de 1938. El 29 de enero de 1995 fue beatificado por San Juan Pablo II y el 15 de octubre del 2006 el Papa Benedicto XVI lo canonizó.

Su búsqueda de la santidad se manifestó desde que era seminarista. Con el afán de ayudar a varios de sus compañeros vendía dulces y helados. También realizaba rifas para pagar sus misiones e invariablemente repartía lo que tenía. Esta generosidad continuó toda su vida al grado de vender su anillo y cruz episcopal para suavizar el hambre, el dolor de los pobres y en su lugar portaba una cruz de latón. La pureza fue una virtud que siempre lo acompañó. Debido tal vez a que Dios grabó en su corazón el deseo del cielo confiaba en que el Señor le facilitaba todo lo necesario para evangelizar. En una misión en Tabasco, mandó a sus misioneros con termómetro en mano ante el Santísimo para orar y lograr que descendiera la temperatura de 45 grados a 39 para poder misionar. En otra ocasión suplicó a Dios que cesara la lluvia para continuar la misión y lo consiguió.

San Rafael muestra perfectamente, en su vida, la figura del Buen Pastor que el evangelista San Juan nos presenta en evangelio de esta fiesta (Jn 10,11-16). En su tarea episcopal pasó por muchas situaciones difíciles que no le impidieron, en medio de la persecución religiosa que se acrecentaba día a día en la época de la cristiada, mantener abierto el seminario de su diócesis; el único que permaneció así. El último día de su vida expresó: «Yo quisiera seguir viviendo hasta que todos los hombres sobre la tierra amasen a Nuestro Señor... Yo le pido a Nuestro Señor que me conceda vivir aún más para salvarle almas, o que me conceda, Él sabrá cómo, seguir misionando aquí en la tierra después de muerto. Pidamos, junto con la de María santísima, la intercesión de San Rafael, para que sepamos defender nuestros valores y nuestra fe con la acción y con la oración en la sencillez de vida. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

P.D. Probablemente no tendré oportunidad de escribir hasta el próximo sábado o domingo.

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