No saben ustedes como me llenó de alegría encontrarme en las primeras horas de ayer con esta noticia y lo que me costó posponer el empezar a leer el texto, pues siendo domingo, las misas por celebrar se atravesaron desde primera hora y claro que el Señor lleva la primacía, pues sin celebrarlo a Él, sin escuchar su Palabra y hacerlo llegar a las almas su Eucaristía nada tendría sentido y la santidad no existiría como tal.
Pero la madrugada de este lunes 16, me brindó el gran regalo de la quietud de las primeras horas del día para sumergirme detenidamente en estas maravillosas páginas que comienzan con unas palabras de esta santa doctora de la Iglesia: «La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor» y que el Papa Francisco considera resumen la genialidad de la espiritualidad de la santita predilecta de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y a quien tantas otras personas veneramos y sentimos siempre cerca.
En este 2023 se han conmemorado dos fechas importantes en la vida de santa Teresita: el 2 de enero el 150º aniversario de su nacimiento y el 23 de abril el centenario de su beatificación. El Papa Francisco quiso que esta exhortación apostólica vaya más allá de una celebración y «sea asumida como parte del tesoro espiritual de la Iglesia», por eso no la entregó en alguna de estas fechas, sino en otra no menos especial, el día de la memoria de santa Teresa de Ávila, con lo que quiere presentar a esta pequeña florecita, como un «fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española».
La Exhortación está compuesta por cuatro capítulos: «Jesús para los demás» es el primero, «El caminito de la confianza y del amor» el segundo, «Seré el amor» el tercero y «En el corazón del Evangelio» el cuarto y último. Así mismo el documento tiene 53 números en los que Francisco desmenuza la vida y la experiencia espiritual de Teresita, que dejó este mundo a los 24 años de edad.
Haciendo un recorrido por la vida de algunos de los papas, el Santo Padre expone que «la Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica». Teresita, nos recuerda el Papa, conoció a León XIII en su peregrinación a Roma en 1887 a quien pidió permiso para entrar al Carmelo a la edad de 15 años. Nos dice que Pío X percibió su enorme estatura espiritual, luego de la muerte de joven santa y que Benedicto XV la declaró Venerable en 1921, elogiando sus virtudes centradas en el «caminito» de la infancia espiritual. El Pontífice nos narra también que Teresita fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI, «quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él. Este mismo Papa, escribe Francisco, la declaró patrona de las misiones en 1927. Luego, continúa el Papa, la santita fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII.
Posteriormente, dice el Papa, san Pablo VI recordaba con frecuencia sus virtudes cristianas y San Juan Pablo II en 1997 la declaró «doctora de la Iglesia», considerándola además una experta en la scientia amoris. También, «Benedicto XVI retomó el tema de su «ciencia del amor», proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos». Y él, el Papa Francisco, canonizó a los papás de Santa Teresita, Luis y Celia en 2015, durante el Sínodo sobre la familia.
Voy a hacer un paréntesis en este pequeño resumen para invitarles a leer una carta que Juan Pablo I, el Pontífice que solamente estuvo un mes al frente de la Iglesia y que, cuando era cardenal de Venecia, en su bellísimo libro: «Ilustrísimos Señor» escribió. Porque ciertamente el Papa Francisco no lo cita en esta Exhortación pero fue un gran amante de la santa de Liseux. Pueden hacer click aquí para leer la carta.
Volviendo al documento, el Papa Francisco en el primer capítulo «Jesús para los demás», presenta la experiencia cristiana en Teresita, desde su oración, su vida mística con alma misionera y sin autoreferencialidad: «En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”», y «el Nombre de Jesús es continuamente 'respirado' por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento».
Como Patrona de las misiones, recuerda el Santo Padre que «como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la invitaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras dice: «En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar».
El Papa Francisco señala que, impregnada de la misión, ella enseña «su modo de entender la evangelización por atracción, no por presión o proselitismo. Dice que vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: «Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo…». Así lo escribía la santa en las últimas páginas de «Historia de un alma» como su testamento misionero «con un ferviente espíritu apostólico», dejándose guiar por la acción del Espíritu Santo: «Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí».
En el segundo capítulo, que titula «El caminito de la confianza y del amor», el Papa recuerda el valor de «El camino de la infancia espiritual» propuesto por Santa Teresita del Niño Jesús que subraya la primacía de la acción de Dios y «la confianza» plena en la misericordia de Cristo. Teresita, escribe el Santo Padre, relató el descubrimiento del caminito en su libro «Historia de un alma» en donde ella afirma cosas como ésta: «A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo».
Francisco señala que la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo. Sobre esta «confianza», él nos sugiere no asumirla solo en referencia a la santificación y salvación, sino también como un «abandono cotidiano» en Dios: «Tiene un sentido integral, que abraza la totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la necesidad de tener todo bajo nuestro control».
En el tercer capítulo de la Exhortación, que lleva por título «Seré el amor», el Papa nos invita a ver la «Historia de un alma» como un testimonio de caridad, donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús: «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado». Así, el Santo Padre nos regala un panorama de la repuesta confiada del amor de la santa, a través del prójimo, al amor misericordiosos de Dios. Santa Teresita, nos recuerda el Santo Padre, expresaba en sus escritos su «amor esponsal» con Cristo: «Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció personalmente en su Pasión: Me amó y se entregó por mí (Ga 2,20)» dice. Además nos lleva al acto de amor que, con la frase «Jesús, te amo», Teresita experimentaba como la misma respiración. Esta es su clave de lectura del Evangelio, asegura el Papa.
En este mismo capítulo nos invita a contemplar al «Amor» que santa Teresita vivió en la mayor sencillez y experimento en la vida cotidiana: «Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana», y en el corazón de la Iglesia, donde buscó su lugar, escribe Francisco y nos lleva al momento tan especial en que la santita descubre su vocación en la Iglesia: «comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre…».
El Papa explica, con palabras sencillas, que este llamado de Dios a «poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad» le permitió a santa Teresita «pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar». Llegando de este modo «a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás».
Aquí en este capítulo el Santo Padre habla de María santísima y del amor a ella por parte de Santa Teresita. Él expone que María fue la primera en vivir el «caminito» en pura fe y humildad; así que Teresita no duda en escribir: «Yo sé que en Nazaret, Madre llena de gracia, viviste pobremente sin ambición de más. ¡ Ni éxtasis, ni raptos, ni sonoros milagros tu vida embellecieron, Reina del Santoral…! Muchos son en la tierra los pequeños y humildes: sus ojos hacia ti pueden sin miedo alzar. Madre, te place andar por la vía común, para guiar las almas al feliz Más Allá».
Francisco llega en este capítulo a un punto central de su exhortación indicando que «es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer». Esto, asegura el Papa, nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita podía decir: «Sólo cuento ya con el amor».
La Exhortación se cierra con un cuarto capítulo de título «En el corazón del Evangelio», en el que recuerda que el anuncio de una Iglesia misionera se centra en lo esencial: «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado», y el aporte especifico que regala Teresita, a quien define como «doctora de la síntesis»: «consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana».
El Papa Francisco afirma que la actualidad de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz perdura en toda su «pequeña grandeza: …En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio» y hace una oración en la que expresa: «Querida santa Teresita, la Iglesia necesita hacer resplandecer el color, el perfume, la alegría del Evangelio. ¡Mándanos tus rosas! Ayúdanos a confiar siempre, como tú lo hiciste, en el gran amor que Dios nos tiene, para que podamos imitar cada día tu caminito de santidad. Amén».
Padre Alfredo.
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