El Evangelio centra nuestra atención este día en el relato de la elección de los «Doce» (Lc 6,12-19). Entre ellos, al ver la lista, reconocemos a cada uno de los llamados como único e irrepetible, y vemos, así, el conjunto que nos muestra una gran diversidad de los miembros que han sido llamados a formar—junto a unas mujeres que se mencionarán en otro fragmento del evangelio— este grupo inicial de los que siguieron a Jesús. El Papa Benedicto VXI, de feliz memoria y hablando en una audiencia precisamente de las figuras de Simón y Judas, dice «que el grupo de los Doce es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los carismas, pueblos y razas, así como todas las cualidades humanas, que encuentran su armonía y su unidad en la comunión con Jesús» (Audiencia general del 11 de octubre de 2006).
Está por clausurarse mañana 29 la primera etapa del Sínodo sobre la sinodalidad en el Vaticano. Creo que la mayoría de nosotros ha estado al tanto o por lo menos habrá quienes han escuchado o leído una que otra noticia. Este Sínodo, que continuará en octubre del año entrante, nos ha mostrado precisamente esta diversidad que hace una hermosa unidad de vida y acción eclesial de evangelización en la Iglesia. Como Simón y Judas Tadeo, nosotros también, en nuestros tiempos, somos diferentes, pero nos sabemos llamados. Unos, por alguna razón, gozan de la popularidad que sigue teniendo San Judas Tadeo, otras, como San Simón, llevarán una vida más callada y con menos presencia visible en la Iglesia, pero todos, bajo el cuidado de María, la Madre del Señor, caminamos al unísono buscando la gloria de Dios y la salvación de la humanidad. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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