Pero, ante la siguiente pregunta, Jesús concreta más quién es el prójimo. En su parábola, Ese samaritano tenía buen corazón hace todo eso que sabemos que nos narra la parábola con un desconocido. ¿Dónde quedamos retratados nosotros en todo esto? ¡Cuántas ocasiones tenemos de atender o no a los que encontramos en el camino: familiares enfermos, ancianos que se sienten solos, pobres, gente necesitada de escucha! Muchos no necesitan ayuda económica, sino nuestro tiempo, una mano tendida, una palabra amiga.
El buen samaritano por excelencia fue Jesús: él no pasó nunca al lado de uno que le necesitaba sin dedicarle su atención y ayudarle eficazmente. Al final de la historia, de nuestra historia, el examen será sobre estos detalles: «me diste de comer... me diste de beber... me vestiste... me fuiste a ver». Estoy seguro que la voz de Jesús resuena hoy claramente en nuestros corazones: «Anda y haz tú lo mismo». Con ayuda de María, salgamos al encuentro del prójimo... ese, el que más nos necesita. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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