sábado, 8 de noviembre de 2025

«Ingenio, destreza, astucia»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

La despedida de San Pablo en la carta a los Romanos que nos presenta la liturgia de la palabra de este sábado (Rm 16,3-9.16.22-27) me lleva a los inicios de la Iglesia, cuando en las casas se celebraba la Misa y el don de la fraternidad. Cuando iglesia significaba, no el edificio, sino las personas congregadas en una casa para celebrar y compartir la fe entre amigos. Un claro y actual mensaje para nosotros que hemos despersonalizado tantas cosas, incluso nuestras celebraciones eucarísticas. ¡No saben cuánto disfruto estar siempre en el atrio de la parroquia para recibir a los hermanos que vienen a Misa o para despedirlos! 

La lista de nombres que aparece en esta lectura: Prisca, Aquila, Epéneto, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquis, Tercio, Gayo, Cuarto; todos ellos miembros de las distintas comunidades, me hace ir a los nombres de mi comunidad actual y de todas las que en 36 años he estado y cuyos nombres han quedado grabados en mi corazón recordando tantas gentes, miembros activos en la misión de la propagación del Evangelio a la que todos los hombres son invitados y la misión que cada uno de nosotros tiene, vivir el celo por la salvación de las almas. Yo también como Pablo, vivo mandando saludos a todas partes: «¡Saludos a Vicky y Alfredo a ver cómo sigue su hijo; saludos a Arcadio, que cómo pasó su cumpleaños; saludos a Lulú, a ver cómo le fue; saludos a Belia con tanto trabajo; saludos a Lore y Paco por el XV años de Fer; saludos al padre Abundio siempe con cariño esperando esté ya mucho mejor; saludos a Mary y a Ivonne; saludos a la hermana Juanita, que se prepara para la Asamblea de Van-Clar; saludos a Lalo mi hermano y su familia; saludos a mi madre siempre rezando por este su hijo andariego; saludos a Vicky y Willy mis papás Ticos en Estados Unidos; saludos y más saludos a una lista interminable que, como me dice doña Coco: «¡Aquí viven en mi corazón y no pagan renta!»

Nuestra fe es personal pero no la podemos ni la debemos vivir de una manera individualista. Todos estamos llamados a saludarnos, a querernos como hermanos, estemos donde estemos y con la vocación que hayamos recibido, anunciando la Buena Noticia del Evangelio con el testimonio de nuestra palabra y nuestra vida que se entrecruza en determinados momentos de nuestra existencia terrena de camino al Cielo. Todos somos hermanos, todos somos amigos, colaboradores desde nuestras capacidades y posibilidades: con la oración, con nuestras aportaciones económicas, con nuestra acogida y hospitalidad, con la atención a los pobres y enfermos, con la catequesis, con el cuidado y la limpieza de los templos... y tantas, tantas cosas como podemos hacer por el bien común, es decir, por el bien de la Iglesia. Y tú, al leer esto... ¿A quién quieres mandarle saludos recordando en la oración? Que la Virgen, nuestra gran amiga, nos una en torno a Jesús más y más. ¡Bendecida noche de sábado!

Padre Alfredo.

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