El uso de las parábolas, como compartía en mi reflexión de ayer, fue un recurso que utilizó frecuentemente Jesús. Él, en la mayoría de los casos, tenía frente a sí un auditorio al que tenía que sacudir abriéndole los ojos al amor de Dios e invitándole, a la vez, a darse cuenta de lo lejos que camina el hombre de los designios de Dios. Con sus parábolas Cristo transformaba en protagonistas a los oyentes, los hacía parte de una situación existencial que a todos nos envuelve. En las parábolas el Maestro quiere sacudir la pereza, la indolencia, la indiferencia de quien se resiste a los signos pequeños y grandes de la presencia de Dios en la vida. Hoy, en el Evangelio (Lc 16,1-8) Jesús recurre a la parábola del administrador que fue descubierto por su amo como infiel y por tanto, obligado a dejar el cargo. Él este mismone esta parábola en el dinamismo pedagógico del que hablo, no para que sirviera de modelo de corrupción llevada a los grados más altos, sino para destacar la habilidad con que obró aquel personaje.
La parábola destaca el ingenio, la destreza, la imaginación del mal administrador. De estas cosas tenemos por modelo al mismo Cristo y a infinidad de santos y santas, canonizados o no. San Pablo, por ejemplo, como él mismo asegura, utilizó la astucia para gastarse y desgastarse en bien de los corintios, en nada les fue gravoso. El Apóstol e las Gentes afirma: «en mi astucia los capturé» (II Cor 12,16). De Santo Domingo de Guzmán escribían que, tentado por el diablo para que quebrantara el silencio que en una determinada ocasión debía guardar, le sorprendió el santo y con su astucia le respondió: «No te alegres, miserable, de esto, porque no te aprovechará. Estoy sobre el silencio y puedo, cuando me pareciere oportuno, hacer uso de la palabra». De San Antonio María Claret alababan su agudo y sutilísimo ingenio para sus tareas evangelizadoras en Cuba. No puedo dejar de hablar de la astucia de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento que se las ingeniaba de mil maneras para llegar al corazón de todos y alcanzar cientos de conversiones. Ella afirmaba: «Las faldas no me estorban; nada temo; teniéndote a Ti, Jesús, y a mi Morenita adorada, ¿no cantaremos todos tres la victoria?». decía: «Mirar al Corazón de Jesús; clavar mis ojos enamorados en la blanca Hostia de nuestra Custodia, derramar allí mi corazón por entero, que desborda en ilimitada confianza, contarle muy por menudo todas mis audacias, los audaces planes de apostolado que bullen dentro de mi para su gloria».
Si el Señor nos está diciendo que usemos la astucia, la audacia, la sagacidad, para invertir en amigos eternos, porque los que pertenecen al mundo nos llevan la delantera, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo hacemos amigos para la eternidad? ¿Cómo ponemos en juego nuestras habilidades para evangelizar? ¿Viviremos como dueños injustos de la fe que hemos recibido o como administradores del Evangelio que hemos recibido para darlo a los demás? Pidamos la intercesión de la Virgen Santísima para que nos ayude a ser sagaces y buenos administradores de los dones que Dios nos ha dado, tanto en el terreno material como espiritual para que todos abracen la Buena Nueva. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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