lunes, 21 de julio de 2025

«UNA SEÑAL»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Mt 12,38-42) nos presenta a los escribas y fariseos, esos acérrimos enemigos de Jesús que rechazan el camino propuesto por Jesús para creer: la conversión, —Nínive— y la sabiduría —Salomón—, que pueden ver en Jesús. Por eso, por ciegos, piden «un signo», «una señal» de lo que Él es y de lo que Él hace. Jesús les hace ver que Él es más que Jonás —profeta— y más que Salomón —rey—. Jesús les dice que no habrá más señal que Él mismo e insiste en que es más que ellos dos. Jesús es la señal definitiva. En Él se cumple toda profecía y se realiza todo reinado. No tenemos que esperar a nadie más. Por eso Jesús, en su misericordia les dará —nos dará— un signo: «Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra». 

 

A Dios no hay que pedirle señales, cómo mucha gente busca en diversas devociones. Muchas veces esperan rayos de luz, escarchas, lágrimas que broten de alguna imagen, sonidos de trompetas que lleguen de repente... ¡No! A Dios hay que pedirle que nos dé comprensión y sabiduría para interpretar las señales que en su Hijo Jesús ya nos está enviando. El hombre y la mujer de fe no necesitan de sueños, visiones sobrenaturales, ni que alguien le prediga el futuro proféticamente. Necesitamos más bien un buen colirio para que nuestros ojos puedan ver como iluminar cada una de nuestras acciones con la Palabra de Dios, con el alimento de la Eucaristía y con la guía del Espíritu y sabiduría para dar razón de nuestra esperanza.

 

A nosotros nos corresponde no ser una generación descreída; ser una generación que sigue el camino de la conversión y ve con claridad «la señal» que es Jesús en la mesa de la Palabra y en la mesa de la Eucaristía. Porque, en primer lugar debemos orar, meditar la Palabra de Dios y recibir a Jesús en la Eucaristía. No podemos pedir a Dios señales sobre cosas para las que él ya ha revelado su voluntad. Hacer lo contrario sería buscar excusas para poder hacer lo que queremos hacer, o para no tener que pensar y convertirnos. Cuanto más puro es un corazón y más vacío de sí mismo, tanto más estará lleno de amor a Dios y a su voluntad, que no ocupará señal alguna. María santísima, porque fue humilde y vacía de sí misma, pudo llenarse del divino amor y la única señal que la mantendrá en pie, será la de su Hijo Jesús, muerto y resucitado para nuestra salvación. ¡Bendecido lunes!

 

Padre Alfredo.

«Una sola cosa es necesaria, permanecer junto al Señor»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

 

Ya son varios los que me preguntan que si ya fui a Disneylandia... la respuesta es un rotundo ¡No!, porque no vine a Los Ángeles de vacaciones sino a la Asamblea Nacional de Van-Clar en la cual estamos metidísimos y muy contentos. Los grupos de Van-Clar (grupos de misioneros seglares que son una de las expresiones del carisma de Madre Inés) en esta zona de California, son muy especiales, pues están compuestos por gente de varias nacionalidades que comparten la alegría de vivir el compromiso misionero dando testimonio de vida cristiana en el lugar donde se encuentran y poniéndose a disposición para reforzar, con su valiosa ayuda de toda clase y venciendo cientos de obstáculos, nuestros lugares de misión, incluso con su presencia física en estos benditos lugares. Es fácil encontrarlos en Semana Santa o en verano en Sierra Leona, en India, en México en La Florecilla, en El Tigre... además del arduo trabajo que desempeñan todos, casado y solteros en sus comunidades parroquiales. 

 

La vida del misionero es así. La Beata María Inés decía que «la misión no es poesía sino prosa... ¡y pura prosa prosaica!», porque se camina a la sorpresa de Dios. El conocido pasaje de Marta y María que el Evangelio de hoy nos narra (Lc 10,38-42), en la casa de estas dos mujeres hermanas de Lázaro, ilustra de manera maravillosa la tarea misionera de estos hermanos nuestros que funden en sus vidas de laicos a Marta y a María en una sola persona. Y es que hay que ver que Nuestro Señor no riñe a Marta porque sirva en mil y una actividades con el aseo de la casa, lo que le critica es que se olvide de escucharle, de encontrarse con Él, de priorizar el estar haciendo mil diligencias y olvidarse de la única necesaria para nutrirse: la escucha de su palabra en su presencia. Sólo desde un trato constante y cotidiano con Jesús en la oración, en la celebración de la Eucaristía, en la vivencia de los sacramentos, en la vida del grupo, en la formación doctrinal, es posible gastar la vida en el servicio de la misión.

 

Cuando uno ve a gente como nuestros hermanos laicos Vanclaristas exponer el informe de sus actividades en la tarea misionera, vale la pena preguntarse: ¿Cómo nutro yo mi vida cristiana, cómo la alimento y la sostengo? ¿Me dejo encontrar por Dios que está buscando salir a mi encuentro para llenarme de promesas de vida que puedo compartir con los demás? ¿Me fío de que su Palabra es mayor que mis anhelos, mis expectativas y esperanzas? ¿Soy capaz de aceptar quebrantos y sufrimientos por amor a Dios y a los demás sin desalentarme en la tarea de evangelizar? Lo mismo daría un activismo sin experiencia profunda de Dios, sin teofanía, sin escucha del Verbo, sin la memoria constante de la presencia de Cristo en nuestra vida, que una vida pasiva solamente a la espera de que venga alguien y nos hable de Dios. Lo mismo, una cosa y otra, es afán vacío. Una sola cosa es necesaria, permanecer junto al Señor, vivir por Él, con Él y en Él. ¡Bendecido domingo!

 

Padre Alfredo.

sábado, 19 de julio de 2025

«El don de la amistad en el "Amigo" que nunca falla»... Un pequeño pensamiento para hoy

Ayer pasé unos momentos inolvidables con Maggie y Angélica, valorando juntos, entre otras cosas, el don de la amistad que nos une por años, la mayoría del tiempo en la distancia, pues no es que yo venga tan seguido y con tiempo a California. Aunque es cierto que los amigos, uno los busca, a diferencia de los hermanos de sangre que esos nos llegan o les llegamos, hay que reconocer que la amistad no se busca, sino que se encuentra gracias a que Dios pone en tu camino esas personas que te dan vida y, en este caso, como dice Cristo. ¡vida en abundancia! La amistad es un don gratuito, de valor incalculable y un antídoto contra la soledad malsana. Gracias Maggie, gracias Angélica y gracias al cúmulo de amigos que a lo largo de estos añales de vida han ido entrando a mi corazón y que, como dice mi querida doña Socorro... «¡aquí viven y no pagan renta!


Todos conocemos la gama de títulos que se le dan a Jesús. Él es el Buen Pastor, el Camino, la Verdad y laVida, la Puerta al Cielo, el Pan de Vida, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el Alfa y la Omega —comienzo y fin—, la Luz del mundo, el Príncipe de la paz, el Salvador Redentor, el Hijo de Dios y el Hijo de María, la Razón de nuestra vida y el propósito de nuestra existencia. Creo que hay otro título que debería añadirse a los interminables títulos de honor que se le han dado y, ese título es: «Amigo». Jesús no es un Dios impersonal, como muchos creen, sino más bien un Dios personal, que está muy involucrado en nuestras vidas como «Amigo» que nunca falla. En el Evangelio de este día (Mt 12,14-21), el escritor sagrado, inspirado por Dios, nos presenta el cumplimiento de las antiguas profecías del siervo de Yahvé de Isaías en Jesús que muestra en sí, una serie de cualidades que todo amigo debe tener. Jesús es paciente, misericordioso, alejado de la violencia, uno que anuncia buenas noticias sin ruido ni disputas, el que sana las heridas, sostiene a los débiles, enciende la llama de la esperanza. 

 

Los dones de Dios han de llegar a todos y esos dones llegan muchas veces a través de un amigo. Con Jesús esto se hace realidad día a día, porque Él es el «Amigo» que no abandona. Sin duda, el camino más eficaz, mas rápido, más seguro para encontrar, cultivar y crecer en la «Amistad» con Jesucristo, es a través, de la persona que lo conocía mejor, lo amaba más ardientemente, le tuvo en su vientre por nueve meses, vivió con él durante 30 años, le siguió como su primera y mejor discípula–misionera, quedándose luego bajo la Cruz cuando Él estaba muriendo confiada en su gloriosa resurrección. Por supuesto, hablo de la Santísima Virgen María. Vayamos a su Inmaculado Corazón y ella nos afianzará en la amistad con Jesús y nos ayudará a dar gracias por el don de la amistad. ¡Bendecido sábado en plena Asamblea Nacional de Van-Clar en los Estados Unidos!

 

Padre Alfredo.

«Itinerario de un corazón endurecido»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Cómo me llamó la atención que la primera lectura de la liturgia de la Palabra de hoy, en el libro del Éxodo (Ex 11,10-12,14), antes de contarnos  nos diga que «el Señor endureció el corazón» del Faraón, porque, a pesar de que otras traducciones sean más suaves al expresarlo, como esta: «el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los hijos de Israel de su tierra», fue el mismo Dios quien endureció ese corazón. De hecho poco antes, antes en el capítulo 10 (Ex 10,1), en unos versículos que la lectura continuada del Éxodo en Misa no nos presenta, el Señor habla a Moisés y le advierte: «Preséntate a Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar estas señales mías en medio de ellos». Y aquí, precisamente en este versículo, está la razón de ese «endurecer el corazón» que más de 21 veces aparece en la Escritura como una acción venida de Dios.

 

En el corazón y la mente humana, cuando el hombre deja que los impulsos malignos de nuestra naturaleza quebrantada por el pecado original se desaten sin control, suceden cosas extrañas. Dios en su infinita misericordia siempre nos ofrecerá oportunidades de dar marcha atrás. Al faraón —cuyo nombre nunca se menciona porque ese faraón puede ser cualquiera de nosotros— Dios le había dado muchas oportunidades de transformar su corazón que, de por sí, estaba ya endurecido no por el Señor, sino por sus mismas acciones; basta ir al extenso relato de las plagas que abarca del capítulo 7 a inicios del 11 y darse cuenta que era el mismísimo faraón quien endurecía su corazón. En todo este itinerario de tragedias, Dios invita al faraón, una y otra vez, a convertir su corazón pero el hombre no reacciona, está «obstinado». ¡Me pregunto si nosotros le habríamos dado tantas oportunidades al faraón ¡

 

A veces una persona —el faraón o cualquiera de nosotros— puede cimentarse en un camino destructivo y llegar a un punto sin retorno. Dios puede partir de aquella situación para sacar un bien. Incluso, de manera incomprensible para nosotros, como en el relato de hoy, en un punto claro de esta historia en el que el faraón cruzó un punto sin retorno, Dios reutiliza esa «vasija» —como dice Pablo en Romanos 9— para cumplir sus buenos propósitos para con el pueblo de Israel que no veía ya la puerta de salida de aquella esclavitud, de aquellos abusos, de aquel descarte que ese hombre malvado quería lograr. Creo que el hecho de que en esta ocasión me haya detenido en eso, me invita, junto con ustedes, queridos lectores, a pedirle al Señor un corazón es blando que siempre quiera hacer lo correcto. A medida que avanzamos en el resto de la historia bíblica, veremos cómo se desarrolla este tema del corazón duro frente al blando. Por ahora, pidamos al dulce corazón de María santísima, a ese corazón que en su interior guardó cosas incomprensibles venida de Dios, que nos ayude a adentrarnos más y más en la justicia y la misericordia de Dios, que quiere salvarnos, muchas veces, de nosotros mismos. ¡Bendecido viernes!

 

Padre Alfredo.

jueves, 17 de julio de 2025

«Mansos y humildes de corazón»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Hay una frase muy mexicana que se usa para describir algo pequeño pero con gran intensidad o impacto, similar a la idea de que los chiles más pequeños, en la cocina, suelen ser los más picantes. Dice así: «¡chiquito, pero picoso!» Y es que el Evangelio de hoy es así, un pequeño fragmento (Mt 11,28-30) de solo tres versículos pero con un gran contenido. Yo quiero detenerme, para esta reflexión en esta frase: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio». Después de que en los versículos anteriores de este capítulo 11, Jesús se ha manifestado dolido por la falta de acogida y de reconocimiento de su mensaje y tras una especie de desahogo, «estalla», por así decir, en una acción de gracias incontenible, porque el Padre ha querido revelar «estas cosas» a los pequeños y no a los sabios y poderosos. Esos pequeños, que sin saber nada, son capaces de intuir y acoger la maravilla de Dios en la presencia y los gestos de Jesús son dignos de escuchar esta invitación: «¡Vengan a mí!»

 

En toda vida humana se hacen presentes la carga y el agobio, pero sin duda estos eran más hondos en los pobres y sencillos que escuchaban y acogían a Jesús; porque ciertamente una persona que tenga acceso a más y más recursos, ciertamente experimentará agobios, pero no de gran calibre. La vida de los pobres en tiempos de Cristo, como en los de ahora, es, como sabemos, particularmente difícil, y a la situación de pobreza hay que unir la «carga», que, en tiempos de Cristo, suponía el cumplimiento de una ley llena de preceptos que ni siquiera se llegaban a conocer totalmente y que a esos pobres les convertía en «pecadores». Para ellos, y para cada uno de nosotros, Jesús viene a comunicarnos que su carga y su yugo son ligeros, porque no suponen dominio, ni poder, ni opresión, ni exigencia, sino la oferta de una visión y valoración de la vida que encuentra su sentido en un Dios que nos ama y que nos llama al amor invitándonos a tener un corazón como el suyo, manso y humilde.

 

En la actualidad, aquí en Los Ángeles, en California, donde me encuentro desde ayer, así como en todo el mundo, se vive una ceguera hacia todo; se ha normalizado la violencia, los conflictos entre naciones, la explotación de los pobres, el abuso de los niños, el descarte de los ancianos... una vida visceral en donde existe cierta ceguera ante el dolor de personas cercanas —vecinos, familiares, amigos— para mantenerse al margen y no involucrarse, no comprometerse, no detenerse en el camino. El panorama no se torna fácil, sin embargo si intentáramos pensar en cómo sería la respuesta de Jesús ante este día a día, la respuesta es sencilla: El Señor siempre ha estado presente. Su invitación: «¡Vengan a mí!», nos manifiesta que no podemos dudar de su presencia en todo momento y que esa invitación no es algo que se haya quedado en el papel. Hay que agudizar nuestros sentidos para saber que está aquí conmigo, ya sea en la oración, en un saludo, en una llamada de un amigo o a través de alguna persona que se acerque a nosotros alertándonos para que dejemos de hacer todo contra reloj, tomarnos tiempo para darnos cuenta de que él está y dejar de estar ciegos. Que María, nuestra Señora de la Luz abra nuestros ojos de la fe para que veamos que solamente yendo al corazón manso y humilde de Jesús, dejaremos de estar ciegos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

 

Padre Alfredo.

miércoles, 16 de julio de 2025

Devoción a la Virgen del Carmen – Librería Paulinas


Celebramos hoy a la Virgen del Monte Carmelo, en donde estuve en el 2018, en aquellos años de paz en donde se podía viajar con confianza al medio oriente. Curiosamente n la primera lectura de la Misa, tomada del Libro del Éxodo (Ex 3,1-6.9-12) nos topamos con otro monte sagrado: el Monte Horeb la montaña de Dios. Allí tuvo lugar el encuentro de Moisés con Dios que se nos relata en el episodio de la «zarza ardiente». Una maravillosa visión de la divinidad que hizo saber al profeta que había entrado en terreno sagrado... ¡como cuando oramos! La oración nos vacía, nos descalza, nos sitúa en el espacio sagrado de nuestra interioridad en la que se manifiesta una fuerza desconocida, un fuego no destructivo que supera nuestra razón. Es el fuego del Espíritu Santo que nos envía hasta donde nuestro juicio no hubiese imaginado ni nuestra voluntad consentido. 

 

El evangelio de san Mateo nos invita hoy a recuperar la infancia espiritual para comunicarnos con el Señor, por eso nos recuerda que él se revela «a los pequeños». Jesús da gracias al Padre por el conocimiento que ha entregado a los más pequeños. Y es que ciertamente hay enigmas que ni el mejor grupo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar. De hecho yo creo que ni Marilyn Vos Savant, la autora estadounidense que ostenta el coeficiente intelectual más alto en el mundo con una puntuación de 228 podrá resolver muchos de estos enigmas. Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha sucedido «en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el nombre de “Hijo del hombre, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11,27). 

 

Creo que ya he compartido con ustedes, mis queridos lectores, un proverbio árabe que dice: «Si en una noche negra una hormiga negra sube por una negra pared, Dios la está viendo». Es que para Dios no hay secretos ni misterios y el Padre Misericordioso le ha revelado a su Hijo Jesucristo todo lo que necesitamos para avanzar en el proceso de nuestra conversión y santificación. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma. Oremos con la sencillez de un niño, para que la Madre del Monte Carmelo interceda por nosotros, para que podamos vivir, como antes se solía decir: «Con santa ligereza». ¡Bendecido miércoles!

 

Padre Alfredo.

martes, 15 de julio de 2025

«No a la dureza de corazón y a la soberbia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Nuestro día a día está hecho de cosas pequeñas... «¡microscópicas!» la mayoría de ellas. Desde una sonrisa al amanecer hasta un saludo en calle, desde un apretón de manos al saludar hasta llamar a las personas por su nombre. Son esas «microscópicas» acciones las que abren la puerta a historias que, entrecruzándose van siendo manifestaciones de la presencia de Dios en el mundo. En estos días estaremos leyendo la historia de Moisés, una figura clave del cristianismo, conocido por su papel de profeta, legislador y líder en la Biblia. Aparte de Jesús, Moisés, prácticamente es el personaje más conocido de la Biblia. El papel de Moisés en el Antiguo Testamento, es una sombra y tipología del papel que Jesús desempeña en el Nuevo Testamento. La vida de Moisés es una de las más fructíferas que recuerda la historia. La de mayor influencia. Siempre hemos sabido que fue el mayor poeta, el mayor legislador, el mayor conductor de pueblos, el mayor general, el mayor historiador. “Su vida está ligada con todo lo que ha constituido progreso humano”. Su vida ha sido una gran bendición para su nación y para el mundo. Muchos han aprendido a través de Moisés lo que es el verdadero éxito en la vida y en el servicio de Dios.

Moisés nació «pequeño» como nosotros; Según narran algunos arqueólogos. es curioso el modo de actuar de Dios. Este pequeño niño, «salvado de las aguas›, tras una infancia feliz en la corte del faraón, un día descubre, con sorpresa, el sufrimiento de sus hermanos, los hebreos, los marginados de aquella sociedad egipcia. La atención a sus hermanos le procuró una situación difícil de afrontar, lo que le obligó a huir a otra tierra buscando seguridad. La historia sigue y Dios se valdrá de Moisés para ayudar a su pueblo a caminar hacia la libertad. Cuando Dios quiere enseñamos las cosas que realmente importan, y quiere dejarlas profundamente grabadas en nuestra mente, lo hace mediante vidas. Por eso Elena de White dice que “como medio de educación, ninguna porción de la Biblia es de mayor valor que sus biografías. De hecho, parecería que la Biblia está escrita más en vidas que en conceptos. Parece que Dios quiso enseñamos mucho de lo que quizá sería difícil entender en conceptos, ejemplificándolo en vidas. La Biblia llega a ser así, un registro del amor de Dios a través de la vida de sus hijos.

La vida de Moisés constituye un testimonio notable del amor y de la justicia de Dios. Llevó sobre sus hombros «la mayor obra jamás confiada a hombre alguno» y conservó su sencillez. Ojalá todos fuéramos así, pero incluso Jesús, que predicó incansablemente, se topó con gente soberbia y necia; gente a quienes se les subieron los humos y por eso hoy reprende a las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Jesús se lamenta y reprende con dureza a estas ciudades, porque, a pesar de haber sido testigos de la mayoría de sus milagros, sus habitantes no se querían convertir de lleno y más bien se llenaban de soberbia. Jesús las compara con las ciudades paganas de Tiro y Sidón, e incluso con la pecadora Sodoma, afirmando que en el día del Juicio Final, el castigo será más severo para aquellas ciudades judías que, habiendo recibido la gracia de su presencia y sus obras, se negaron a creer y a cambiar de vida, demostrando una dureza de corazón incomprensible. ¡Cuánto hay que hacer! Aunque seamos tan pequeños como Moisés cuando lo descubrieron de bebé en una canasta embadurnada para que no se hundiera en el río. Que María nos ayude, porque ella, siempre se sintió pequeña y por eso dejó suficiente espacio al Señor en su vida. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

sábado, 12 de julio de 2025

«¡No tengamos miedo!»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Con la Misa de hoy terminaremos estos días de ejercicios espirituales en torno a la esperanza. En cada Celebración Eucarística, no solamente en la de hoy sino siempre, hay un espacio especial para la esperanza que está en el Prefacio: El sacerdote que preside la celebración dice: «Levantemos el corazón» y nosotros respondemos exclamando: «Lo tenemos levantado hacia el Señor». Para muchos esta respuesta es más ritual que existencial. Creo que en esta semana, cada día de una manera especial, este momento de encuentro íntimo con Dios ha hecho mella en nuestro interior, nuestros corazones se han levantado hacia el Señor esperando su misericordia.  Estos días, llenos de esperanza, hemos hecho conciencia de que, sin esperanza, no podemos subir hacia lo invisible, hacia la realidad verdadera. Creo que, con ayuda de algunos de los Santos Padres de la Iglesia, como san Agustín, san Cipriano, san Gregorio Magno y otros hemos encontrado la clave para responder cada día a los desafíos de nuestra realidad llenos de la esperanza que no defrauda (Rm 5,5).

Y así como llegamos al final de los ejercicios, tocamos también, en la primera lectura de la Misa, el final del libro del Génesis (Gn 49,29-32;50,15-26ª). En todo este libro maravilloso, como en toda la Sagrada Escritura, se presenta una sucesión de relatos de personas concretas con las que Dios entra en diálogo y a los que, invita con su providencia admirable, a vivir en esperanza. Dios no abandona nunca al hombre, a quien ha creado a su imagen y semejanza, como hemos visto en la historia de José que aquí termina.  Este hombre no era un tonto o un romántico, sus palabras de hoy lo corroboran. José, sabía que sus hermanos no buscaban su bien, pero aún así eligió seguir creyendo en el amor, en la verdad y en la belleza porque «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5). Seguir creyendo en el Dios de sus padres, a quien fue reconociendo como su Dios lo mantuvo en medio del rechazo, del despojo y de la calumnia entre otras cosas. Hoy, que terminan estos ejercicios, las hermanas que han vivido esta experiencia regresan a su vida habitual y no creo que hayan quedadas defraudadas, sino llenas de esperanza.

El Evangelio del hoy (Mateo 10,24-33) les invita a ellas y a nosotros a no tener miedo a la entrega por amor, sin límites, que lleva a desgastar nuestras fuerzas, a cansarnos para que otros descansen. No temamos a los que «matan el cuerpo», porque si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto, pero si muere, da fruto abundante (Jn 12, 24). No tengamos miedo a postrarnos ante el Señor y reconocer, con esperanza, que lo necesitamos; a pedirle verdad, luz, alegría, fortaleza, compasión, misericordia y amor para anunciar su nombre y que todos le conozcan y le amen. Esa fue la esperanza de la beata María Inés y esa tiene que ser también la nuestra para que nuestras vidas, la vida estas mujeres consagradas y la vida de cada uno de nosotros, sea una vida verdaderamente apostólica con el sello de discípulos–misioneros que debe distinguirnos. Que nuestras vidas desborden vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Les invito a invocar, al llegar al final de nuestra reflexión, con un afecto muy intenso a María «Esperanza nuestra», la primera que acogió a Cristo con total docilidad a la obra del Espíritu. Que ella nos guíe y nos sostenga en el que estamos recorriendo en medio de un mundo que parece haber perdido la esperanza, para que sepamos ser constantemente fieles al Señor de la vida y de la historia, esperando en Él. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 11 de julio de 2025

EL CAMINO LO MARCA EL EVANGELIO... Un pequeño pensamiento para hoy


Este es un buen día para recordar que la verdadera vida interior no nos aleja del mundo, nos enraíza más hondamente en él, pero desde Dios. La Iglesia celebra a San Benito, patrono de Europa y, en mi parroquia, patrono del tercer sector que hoy está de fiesta. San Benito vivió en una época de crisis y confusión, por lo tanto, un tiempo como el nuestro, pero no se encerró en sí mismo. Supo echarle una valiosa mirada su tiempo desde la luz de la fe, y respondió con lo que tenía para ofrecerle a ese mundo: oración, trabajo, comunidad, orden, y una confianza inquebrantable en Dios. Hoy más que nunca necesitamos que nos eche un empujoncito, para que  los bautizados, hombres y mujeres  de fe, entendamos que hemos de ser creyentes con mirada contemplativa y manos activas, capaces de transformar el mundo sin perder de vista al Señor. 

Para acoger a Jesús en nuestra existencia y contagiar la alegría de ser sus discípulos–misioneros como san Benito, el camino lo marca el Evangelio. Estamos llamados a testimoniar a Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo a ir contracorriente y pagar en persona, como nos invita a hacerlo la perícopa evangélica de hoy (Mt 10,16-23). Y, si no todos están llamados, como san Benito, a dejar totalmente la vida ordinaria para irse a un monasterio, a todo cristiano se le pide, sin embargo, que sea coherente en cada circunstancia con la fe que profesa. Es una gracia que debemos pedir al Señor. Ser coherentes, vivir como cristianos. Hoy mucha gente en las diversas encuestas que se hacen, a la pregunta de qué religión profesan, responden: «¡soy católico! pero viven como paganos. La coherencia es una gracia que hay que pedir constantemente.

Cristo nos llama para ser sus testigos frente al mundo. Él nos invita a salir del mezquino horizonte de esta sociedad deteriorada, violenta y agresiva, que margina, deshecha y destruye, descarta; para ser evangelizadores en nuestra casa, trabajo y sociedad en general. Somos enviados como corderos en medio de lobos... ¡no podemos perder el rumbo! ¿Seremos capaces de cumplir la misión? ¿Podremos llevar la cruz sobre los hombros a pesar de lo débiles que somos? Sí. Yo creo que sí, ya que Cristo le pide a cada uno lo que está a su medida. Pidámosle a María Santísima que nos ayude para ser los colaboradores que necesita la Iglesia para la edificación de la Jerusalén celestial entre nosotros, para que este mundo, que en mucho ha olvidado el valor de la dignidad de la persona humana, vuelva a encontrar el camino de la vida. Mientras tanto nosotros, acá en la Casa Madre, llegamos hoy casi al final de nuestros ejercicios espirituales reflexionando en la esperanza que no defrauda (Rm 5,5). ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

NO TODOS LOS HÉROES USAN CAPA...

Shavarsh Karapetyan's heroic rescue in Yerevan Lake

Corría el año de 1976 y el nadador olímpico soviético–armenio Shavarsh Karapetyan acababa de terminar una extenuante carrera de 20 kilómetros con su hermano Kamo, cuando presenció una escena impactante: un trolebús lleno de pasajeros perdió el control y se hundió en el embalse Ereván —una especie de lago artificial—, cerca de la ciudad del mismo nombre que es la capital de Armenia.

Sin pensarlo dos veces, Shavarsh se lanzó al agua helada, buceó casi 10 metros de profundidad con visibilidad casi nula, y rompió a patadas la ventana trasera del autobús, lesionándose en el proceso. Luego, comenzó a rescatar a las personas una por una, sacándolas hacia la superficie. Aquel día salvó 20 vidas pagando un precio altísimo: el agua contaminada, el esfuerzo extremo y la falta de oxígeno le provocaron una neumonía severa, septicemia —eso que ocurre cuando el sistema inmunológico, en lugar de combatir la infección de manera localizada, libera sustancias químicas que causan inflamación en todo el cuerpo, afectando a órganos y tejidos—  debido a los residuos de aguas negras en el lago y daño pulmonar severo, por lo que pasó 45 días hospitalizado. 

Shavarsh, antes de aquello, fue un exitoso nadador de aletas, estableció 11 récords mundiales y ganó múltiples títulos mundiales, europeos y soviéticos y debido a ese evento nunca pudo volver a competir. Su carrera deportiva terminó ahí… pero su leyenda apenas comenzaba. 

El logro de Karapetyan no fue reconocido inmediatamente. Todas las fotos de aquel accidente y su heroicidad se mantuvieron en la oficina del fiscal de distrito y sólo se publicaron dos años después. Fue galardonado después con la Medalla por el Rescate de Personas Ahogadas, y la Orden de la Insignia de Honor. Su nombre se convirtió en un nombre familiar en la URSS el 12 de octubre de 1982, cuando Komsomólskaya Pravda publicó un artículo sobre su hazaña, titulado «La batalla submarina del Campeón». Esta publicación reveló que él era el salvador, tras lo cual recibió cerca de 60.000 cartas.

Años después, en 1985, mientras iba caminando, vio que uno de los edificios del pabellón deportivo de la misma Ereván en llamas. Otra vez, sin pensarlo, entró varias veces para sacar a las personas atrapadas, hasta que el edificio colapsó sobre él. Fue hospitalizado de nuevo, esta vez con quemaduras graves y daño nuevamente en los pulmones.

Hoy, a sus 72 años, sigue vivo, es Maestro de Honor de Deportes de la URSS, tiene una empresa de calzado que se llama «Segundo aliento» y aunque su historia es poco conocida, representa el verdadero significado del heroísmo: sacrificarse por otros,  sin cámaras, aunque se pierda la fama y sin esperar nada a cambio.

No todos los héroes usan capa… algunos nadan hacia el peligro con el corazón por delante.

Padre Alfredo.

jueves, 10 de julio de 2025

«Portadores de paz llenos de esperanza»... Un pequeño pensamiento para hoy

La resurrección de Jesús nos invita a ser portadores de paz | Suyapa Medios 

Para todo miembro de la Familia Inesiana es una bendición estar en la «Casa Madre», este bendito lugar del que despegó la obra misionera de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Vengo aquí a este santo lugar en Cuernavaca desde hace muchos años. Mi primera visita fue todavía en vida de la beata en 1978 y, aunque ella no vivía aquí desde diez años atrás, cada rincón de la casa, como hasta ahora, hablaba de su sí al Señor. Con el paso de los años —y de los temblores— los espacios han cambiado. De hecho el edificio en el que pasé muchos veranos siendo seminarista y que albergó un tiempo al seminario de esta diócesis, ya no existe. Hay uno nuevo que lo sustituye desde el terrible sismo del 2017. El caso es que aquí me encuentro compartiendo unos días de ejercicios espirituales para un grupito de nuestras hermanas Misioneras Clarisas que se han convertido desde el domingo en la noche en «mártires de la escucha» y junto con ellas hemos reflexionado en el tema central de este Año Santo, de Jubileo que cada 25 años celebra en la Iglesia la redención de Cristo: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5).

Entre otras cosas, en nuestras meditaciones, hemos reflexionado en la importancia de ser testigos y proclamar con esperanza el Reino de Dios en los lugares donde estamos, en las circunstancias concretas de mi propio cotidiano, a pesar de vivir en un mundo que parece haber olvidado a Dios. Haciendo conciencia de que la misión es de Dios y nosotros somos sus colaboradores, no podemos perder la esperanza al evangelizar, porque, aunque haya algunos que no quieran recibir la Buena Nueva, como sucede en el pasaje del Evangelio de hoy (Mt 10,7-15) sabemos que toda persona guarda en el fondo de su corazón la imagen de un bien futuro que pone en marcha sus mejores capacidades. Y toda persona, consciente o inconscientemente, trata de buscar un fundamento para apoyar sus esperanzas. La misma vida nos enseña que es imposible caminar sin esperanza.

En un mundo tan dividido como el de hoy, donde la guerra, los conflictos y las múltiples heridas de relaciones malsanas fragilizan la vida y las personas, Jesús nos muestra el camino, siempre ofreciendo la paz. Una paz que, como hemos reflexionado las hermanas y yo, primero tiene que habitar en nosotros para que realmente se pueda ofrecer gratuitamente a quien la quiera recibir, aunque claro, nuestra esperanza es que todos la quieran recibir: «Que todos te conozcan y te amen», anhelaba la beata María Inés. La historia de José, que en parte se narra hoy en la primera lectura de la Misa (Gn 44,18-21.23b-29;45,1-5), nos muestra que si somos capaces de reconocer, y ayudar a reconocer, cómo Dios camina con nosotros, la reconciliación y sanación del corazón es posible y la esperanza de restablecer la fraternidad se hace realidad. No todo en este mundo está perdido, la batalla sigue y Nuestra Señora de la Esperanza nos acompaña y nos sostiene para amar más a su Hijo Jesús y esparcir su paz.

Padre Alfredo.

miércoles, 9 de julio de 2025

UNAS CUÁNTAS PREGUNTAS...

20 legionarios de Cristo serán ordenados sacerdotes en Roma - Dirección  General de los Legionarios de Cristo

¿Quién se detiene a escuchar a los sacerdotes? ¿Dónde están esos sabios que llevan a cabo la delicada tarea de guías espirituales? ¿Qué lugar ocupa la amistad, concretamente, en la vida de un sacerdote? ¿Quién se fija en cómo es el sacerdote, en lo que lleva en su corazón? ¿Cuáles son esas relaciones que el sacerdote puede construir sin temor a ser chantajeado, ridiculizado públicamente, explotado? ¿A quién le importa realmente todo esto?  ¿Qué pasa si un sacerdote pierde la salud mental? ¿O, peor aún, la vida? ¿A quién le importa?

¡SEÑOR, CUIDA A TODOS MIS HERMANOS SACERDOTES Y LÍBRANOS DEL MAL... AMÉN!

«ÉL NOS LLAMÓ»... Un pequeño pensamiento para hoy

Trece laicos y religiosos inician desde Javier una vida misionera 

El Evangelio de hoy (Mt 10,1-7) nos presenta la elección y envío de los doce apóstoles que Jesús eligió para estar con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13-14). Estos hombres hacen un grupo tan diverso como nos iremos dando cuenta a lo largo de las andanzas que vivirán junto al Señor. Primero están Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, luego Santiago y su hermano Juan de los que más o menos sabemos algo; de los otros siete no sabemos casi nada —si no tomamos en cuenta lo que se narra en los evangelios apócrifos u otros escritos tardíos del mismo tipo—. La lista termina con el que lo entregará.

Si hubiéramos estado en el lugar de Jesús... ¿habríamos elegido colaboradores como ellos para una tarea tan difícil como «expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias? Nuestro Señor eligió un grupo «variopinto» y luego... ¡nos eligió a todos nosotros!, a sabiendas de que, como Moisés con su pueblo de duro corazón, tendría grandes dificultades para hacer comprender a sus seguidores inmediatos, y mucho menos a todos nosotros, el sentido de su misión, que hunde sus raíces en la compasión por los que sufren y carecen de dirección. Bien que todos conocemos nuestras limitaciones y debilidades, aunque a veces nos hagamos ciegos ante ellas; pero la misión que se nos ha confiado es más grande que nosotros, va mucho más allá de lo que podamos ver. Aquel que nos la confió está siempre a nuestro lado para consolarnos y alimentarnos. Decía la beata María Inés: «Jesús Eucaristía, ‘centro y alegría de mi corazón’». (Viva Cristo Rey)... «La Eucaristía debe ser ‘el centro de nuestros amores’». (Adveniat Regnum tuum).

El mismo Jesús que llamó a los doce, es el mismo que nos llama a nosotros desde su presencia Eucarística para seguir dando muestras de la inmensa misericordia que ofrece el anuncio del Reino de los Cielos. No olvidemos que nuestra vocación al Evangelio no es un privilegio que debamos conservar solo para nosotros, sino una gracia que hay que compartir. Y no olvidemos que el Señor no entrenó a sus discípulos con largos discursos, sino que simplemente los involucró en sus viajes misioneros y los envió a la misión. Pidámosle a María, la «Virgen del Camino», que nos ayude a no quedarnos teorizando frente a Jesús Eucaristía, sino que nos involucremos con Él en la misión. ¡Bendecido miércoles, ombligo de la semana!

Padre Alfredo.

martes, 8 de julio de 2025

«Un Dios sorprendente»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Todos hemos escuchado hablar de Jacob, figura central del Antiguo Testamento, patriarca de Israel conocido por su historia de engaño, su lucha con un ángel y por ser padre de las doce tribus de Israel. Jacob es un personaje que aparece en todo el libro del Génesis, acaso superado únicamente por Abraham. A la luz de la primera lectura (Gn 32,22-32) quisiera hablar de él. En su juventud se comportó como farsante, engañó a su papá con ayuda de su mamá, reemplazando a su hermano para quedarse con la primogenitura. En su adultez peleará con Labán, hermano de Rebeca su esposa, quien lo engañará casándolo con Lía, hermana de Raquel, quien reemplazó a su hermana la noche de bodas, así Lía hizo valer sus derechos de hija primogénita. La antesala de su reconciliación con Esaú es uno de los momentos más enigmáticos de toda la Biblia, puesto que la lucha con el ángel —u hombre— que hoy narra la lectura, lo muestra aguerrido y arriesgado, pero al mismo tiempo, al final, débil y sometido a una marca que lo acompañaría toda su vida. 

El texto narra que se apareció «un hombre» para pelear con él (v. 24). Jacob únicamente pudo percibir una presencia masculina que se abalanzó sobre él. Él se había quedado solo, en la noche oscura, lo que provocó el encuentro con ese ser misterioso por medio de lo único que Jacob sabe hacer: luchar, como hizo con todos los hombres con quienes ha peleado y a quienes ha engañado: Esaú, Isaac y Labán. En esta noche su naturaleza se aferra, lucha, exige, pregunta por el nombre de su contrincante. Pero es noche del alma y no hay respuesta a su pregunta, está por nacer el hombre nuevo transformado por la superación de las experiencias de enfrentamiento y frustraciones que dará paso a la experiencia auténtica de paternidad. Fue una larga lucha que se prolongó durante toda la noche hasta que fue vencido quedando herido en fémur para siempre. En medio de la oscuridad Jacob vio el rostro de Dios que le sorprendió y le reveló un nuevo nombre, «Israel», el que lucha con Dios (Gn 32.24). 

Jacob tuvo la experiencia de los místicos que reconocen que nada se parece más a Dios que la oscuridad. Muchos de ellos hablan, como santa Teresa y san Juan  de la Cruz de la «noche oscura». El que luchó con Dios y le arrancó su bendición regresa ahora a las luchas de la vida con otra perspectiva. Jacob, ahora Israel, debe aceptar las sorpresas de Dios. La reconciliación con su hermano desciende gratuitamente como una bendición. Por eso hemos de estar abiertos siempre a la sorpresa de Dios. La historia de la salvación nos muestra que Dios está lleno de sorpresas. Desde niños gustamos de las sorpresas, ¡que no son lo mismo que los sustos!, Sin embargo, si hablamos de las sorpresas al niño dentro de nosotros, como adultos nos podemos topar con la pregunta clave de la fe: ¿Cómo manejamos las sorpresas de Dios? ¿Cómo responder de la mejor manera a las sorpresas que Dios nos presenta en nuestras vidas? Que María, que se dejó sorprender por el anuncio el ángel, nos ayude. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 7 de julio de 2025

«HACE 121 AÑOS NACIÓ LA BEATA MARÍA INÉS»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace 121 años nació, en Ixtlán del Río, en Nayarit, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y es un regalo maravilloso estar desde ayer aquí en la Casa Madre, el lugar en donde dio inicio esta obra misionera que nos ha atrapado a muchos para conquistar el mundo como ella lo hizo, y llevarlo a Dios. En el cielo ya no hay cumpleaños, hay gozo de eternidad, hay premio de gloria, hay esperanza ya colmada. Que desde allá interceda por nosotros y que siga siendo esa «estrellita», como ella anhelaba, que ilumine nuestro andar con destellos de la luz que provienen de Nuestro Señor.
 
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá», suplica postrado ante Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 9,18-26) el jefe de una de las sinagogas de aquel tiempo. El Señor acude a imponer las manos sobre la niña muerta y en el camino permite que la toque el manto una mujer enferma. Es que, como nos enseña la beata María Inés corroborando lo que muchos santos dicen, Dios no está nunca desatento de nosotros. Es siempre presencia amistosa, íntima, que abraza la necesidad de todos. Por eso agradezco a todos lo que me han escrito o enviado mensajes de audio tocante a mi reflexión de ayer que me hace reconocer siempre a ese Dios cercano. Me han llegado comentarios de todo tipo y ante esto quiero afirmar que somos cuerpo y alma y que ambas pueden quebrarse.
 
Sí, podemos morir de cáncer, hipertensión arterial, infarto, aneurismas... pero también podemos sufrir en el alma. Hay enfermedades y aneurismas del corazón, heridas mortales de las cuales el alma no se recupera. En la mayoría de los casos, el suicidio es el equivalente emocional del cáncer, un derrame cerebral o un ataque al corazón. Por allí encontré, leyendo sobre el tema, que el suicidio es un intento desesperado de terminar con un dolor insoportable, muy parecido a un hombre que se tira por una ventana porque su ropa está en llamas. No dejemos de pedir a María santísima no solamente por los sacerdotes sino por todos. Cuando estamos indefensos, Dios no lo está. El amor de Dios puede descender al mismo infierno —como profesamos en nuestro credo— y sus manos son más suaves que las nuestras, la compasión de Dios es más amplia que la nuestra y el entendimiento de Dios supera infinitamente el nuestro. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 6 de julio de 2025

«Los sacerdotes somos humanos»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Estos días, he pensado mucho en mi condición de sacerdote, un viejo sacerdote —aunque digan que no o el físico no lo muestre, los de más de 60 años somos viejos— que lucha día a día por no perder el entusiasmo conservando la fuerza física y sobre todo el gozo de la vida interior, la vida de la gracia, la vida del espíritu. Anoche, en la misa de precepto, sin saber que esta mañana me toparía con una noticia que me cimbró, prediqué de lo difícil que es ser sacerdote en un mundo en el que a casi nadie llama la atención el dar la vida por los demás. A la luz del Evangelio de este domingo (Lc 10,1-12.17-20) que invita a suplicar al Señor que envíe operarios a su mies porque la cosecha es mucha y los obreros son pocos, compartí con gente algunas de las situaciones difíciles o complicadas que uno tiene que afrontar en un mundo que no entiende lo que es ser sacerdote y se obstina en querer ver en el sacerdote a un ser pluscuamperfecto que está diseñado simplemente para dar y volver a dar, sin necesidad de nada. No es fácil, como en mi caso, levantarse casi a diario a las 4:30 o 5 de la mañana para rezar, entrenar, estudiar, sacar adelante los miles de asuntos por las 9 comisiones diversas que tengo vivir con la sonrisa perenne para recibir a los feligreses, celebrar la Eucaristía como el máximo regalo que tenemos para dar y recibir y confesar con toda la atención del mundo.

Apenas a esta hora, 2:30 de la tarde —a pesar de que me levanté a las 4:30— y que voy a bordo de un autobús que partió hace media hora de CDMX a Cuernavaca, luego de haber volado de Monterrey a ese destino de conexión, sentado de lado y esquivando como puedo los brincos que ese bendito pulman da, puedo compartir mi reflexión de hoy que gira en torno a lo que prediqué y a la inesperada noticia del suicidio de un sacerdote italiano de 35 años de edad que no conocí, pero que lo sé, como a todos los sacerdotes... ¡mi hermano! El padre Matthew Balzano, es, ciertamente, un grito de dolor. Según lo que sé, hace tiempo cayó en una terrible depresión debido a que no podía soportar el peso de la crítica, de las comparaciones crueles, de la presión a la que estamos sometidos los sacerdotes, sobre todo en la tarea pastoral. Yo mismo he compartido con ustedes lo difícil que es estar afuera de misa despidiendo a la gente y escuchar por un oído que te dicen: «¡Felicidades por esta homilía tan maravillosa!» y por el otro, atender al que te dice: «¡Se nota que hoy no tuvo tiempo de preparar la homilía!». Este padre nunca está... el padre está muy gordo porque se le va en comer y comer con las familias ricas del barrio... el padre no tiene entusiasmo porque no aplaude con ganas en la misa con niños... confiesa bien a la carrera... este padre no está gordo porque se la pasa todo el día en el gimnasio y no atiende la parroquia... al padre le encantan las fotos porque se cree muy galán... éste quiere hacer todo por sí mismo... está matando a la parroquia porque se gasta todo en cosas que no valen la pena... ¿Con qué frecuencia no escuchamos estas palabras aquí y en Groenlandia? Lo que importa no son las flores en el altar o las impecables liturgias, sino el apoyo, la escucha, la bienvenida genuina.

El rogar al dueño no es solamente palabrería para tener quien haga lo que queremos a la medida en que le marquemos los pasos y no le ayudemos a vivir su vocación. El dolor de perder a un padre joven y lleno de vida de esta manera no puede ser en vano. Muchos de ustedes saben que una de mis encomiendas es la pastoral sacerdotal, acompañando a mis sacerdotes, algunos tan solos, criticados, enfermos, ancianos, olvidados por muchos laicos que solamente consumen, malinterpretan y critican, sin acoger y alentar. Cómo quisiera que la muerte del padre Mateo no sea en vano. Una comunidad parroquial está de luto. Y aunque nosotros no lo conocimos personalmente… algo en nosotros se debe conmover profundamente. Su muerte no solo nos invita al silencio, sino también a la reflexión urgente sobre como acompañamos a nuestros hermanos sacerdotes para cuidar su salud mental y su vida donada a los demás. Los sacerdotes somos humanos, También nos cansamos; también nos frustramos; también experimentamos el fracaso y la soledad. Hoy mi larga reflexión no es para entender, sino para abrir los ojos y el corazón y al rogar al dueño de la mies que envíe operarios, no los olvidemos. Creo que la partida de este hombre joven, en circunstancias tan dolorosas como el suicidio, nos debe invitar a detenernos, orar y reflexionar profundamente sobre cómo acompañamos a quienes han consagrado su existencia para guiarnos hacia el Señor. Que María, que al pie de la cruz vio la ingratitud del mundo hacia su Hijo, tenga misericordia de este sacerdote y de todos nosotros. ¡Bendecido domingo, día del Señor!

Padre Alfredo.

sábado, 5 de julio de 2025

«La tentación de ajustarse siempre a lo anterior»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


En la historia de la Iglesia está, por los siglos de los siglos, la tentación de ajustarse en todo momento a lo anterior para evitar los retos a la conversión del corazón que a veces le incomodan. Pero la palabra del Señor nos ayuda a captar el desafío de una novedad que exige no solo acogida, sino también discernimiento, porque, ciertamente, estamos en cambio de época. Yo, por ejemplo, me acabo de dar cuenta de que desde que dejé de acompañar mis publicaciones de Instagram y de historias de Facebook con fotografías de cuando estoy entrenando o corriendo, el número de seguidores ha bajado mucho muy considerablemente. Y es que hoy impera el uso e la imagen de las personas. así se comprueba ese adagio tan popular en varios idiomas que dice: «Una imagen vale más que mil palabras», cuestión que afirma que una sola imagen fija o cualquier tipo de representación visual puede transmitir una multitud de ideas que motivan, cuestionan, animan, reprueban un significado o la esencia de algo de manera más efectiva que una mera descripción verbal o textual.

Sin embargo, como afirmé hoy en Instagram, yo sigo publicando como todo un influencer, aunque sea de la era neolítica, la última de la era prehistórica. Y que curioso, pero cuando leo escenas bíblicas como la de la primera lectura de hoy sobe la primogenitura de Jacob (Gn 27,1-5.15-29), mi mente no se puede quedar solamente viendo lo escrito, sino que vuela imaginando todo aquello, contemplando rostros, acciones, olores, texturas... flechas, aljaba, arco, ropa fina, piel de cabritos, un padre anciano, una mamá astuta, un brazo velludo, el cuello, el guisado (que más adelante se sabe que era de lentejas), el pan, una silla, el vino... Sí, «Una imagen vale más que mil palabras». Al considerar desde la imagen esta historia de Jacob y Esaú como parte del plan de Dios para la transmisión de su bendición, tanto espiritual como material, podemos captar con qué maestría esta fascinante imagen nos deja una conclusión lógica, utilizando con brillantez personajes demasiado humanos, arraigados en la imagen de la tierra, para promover la voluntad de Dios. 

En esta imagen, mucho más que las palabras, saltan a la vista las imperfecciones de los personajes, sus naturalezas defectuosas y sus luchas, así como sus logros para alcanzar lo anhelado, lo que da vida al texto llano; una vida que aún nos habla hoy como lo hizo en tiempos bíblicos. Hay que estar atentos a las señales a lo largo del camino, más obviamente en los nombres simbólicos de los hermanos: Esaú «el rudo»; Jacob «el que sostiene el talón» o «que Dios te proteja»; también en los contrastes de sus ocupaciones: Esaú el cazador, Jacob el que vive en tiendas; y por último, en los personajes cuidadosamente construidos de su padre y su madre, quienes también juegan papeles distintivos en el pasaje. Así, creo que para comprender plenamente esta y muchas imágenes, fotografías, mapas mentales y el sin fin de cosas que hoy expresan más que palabras, se necesita un corazón alegre, un corazón puro, un corazón renovado que viva plenamente el Evangelio sin distorsión alguna. «¡Qué difícil! dirá más de uno... pero así es. Que María, la mujer de ojos brillantes por la gracia, que vio tantas imágenes y las supo interpretar, nos ayude. ¡Bendecido sábado desde la tierra del Cerro de la Silla!

Padre Alfredo.

viernes, 4 de julio de 2025

«No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


«No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos», dice Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 9,9-13). A la luz de esto y en el aeropuerto de Hamburgo ante un cambio inesperado de horario, ruta y aerolínea para mi regreso, me pongo a pensar en que todos tenemos necesidad de el Divino Médico, porque llevamos llagas que curar, heridas que sanar, hábitos y deformaciones arraigados que hay que someter a rehabilitación. Y es que en el contexto en que Nuestro Señor afirma esto, la frase surge porque los fariseos -piadosos sí ciertamente, pero soberbios- critican a Jesús por comer con pecadores y publicanos. Jesús entonces les responde diciendo que su misión es con aquellos que reconocen su necesidad espiritual, al igual que los enfermos que necesitan un médico. La contemplación de este pasaje bíblico, deja bien sentada la idea de que la gracia de Dios se extiende a aquellos que se reconocen necesitados de ella, en lugar de aquellos que se creen autosuficientes.

¡Cuánto necesitamos de la gracia de Dios! Dios ama a los pecadores (Rm 5,8) y envió a Su Hijo a este mundo para salvarnos (1 Tim 1,15). El arrepentimiento es el plan de tratamiento, y el perdón es la cura que Nuestro Señor nos ofrece. «Los que están bien» o «los sanos» no necesitan de un médico. Los fariseos creían que estaban sanos y que no necesitaban un médico, pero, en realidad, estaban engañados, porque la soberbia ciega, paraliza, enferma y termina aniquilando a la persona. Anoche Cayín, como despedida de mi viaje, me regaló el gozar del musical de «El Rey León» en el teatro el teatro que especialmente fue construido para ello aquí en Hamburgo desde el año 2001 con más de 11 millones de espectadores en más de 6000 representaciones hasta nuestros días y con la misma producción de Londres y Broadway. Yo vi la película de dibujos animados en 1994 más o menos y poco recordaba. Gracias a la sinopsis previa que me hizo mi sobrino postizo pude ir siguiendo la trama en la que aparece un personaje llamado Scar, en que fluye la soberbia en todo su esplendor sintiéndose que es el indicado para ser el rey en ausencia de su hermano Mufasa, a quien cobardemente ha asesinado, culpando al heredero del trono Simba de dicho crimen.

La soberbia de Scar se engolfa su ambición desmedida por el poder, su manipulación y su falta de empatía. Se ve a sí mismo como alguien muy superior y merecedor del trono, despreciando a quienes considera inferiores, como las hienas quienes opina fácilmente controlando o que hacen. Me parece encontrar en este personaje muchos detalles que denotan el ser y quehacer de los fariseos que aparecen en el Evangelio, y digo esos porque seguramente habría fariseos buenos también. Scar no pudo comprender que Simba era en realidad mejor persona y gobernador que lo que nunca podría ser él. No pudo entender que Simba le diese una oportunidad para escapar y menos teniendo en cuenta que simplemente tenía que ordenar su ejecución como nuevo rey. Los fariseos tampoco entendieron nada y por eso no se dejaron curar. Pidamos a Jesucristo que nos cure y acudamos a la intercesión de Santa María, Salud de los enfermos… ¡Ah!, si pueden, vean «El Rey León». Yo Dios mediante volaré en un rato a Frankfurt, de allí a mi querida «Selva de Cemento»y luego a Monterrey en un viaje de unas 19 horas en total, más o menos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 3 de julio de 2025

«VER PARA CREER»... Un pequeño pensamiento para hoy


En agosto de hace cuatro años cuando cumplí 60 dije: «¡Tengo que ir aprendiendo a envejecer!» y empecé a pensar en la importancia de ir preparándonos para cuando llegue la vejez o para cuando, como los mexicanos decimos: «demos el viejazo». Aunque bromeo mucho con eso -los que me conocen de cerca saben bien- no me considero una persona mayor, aunque tengo que reconocer que ya no tengo las mismas fuerzas, habilidades o reflejos que hace veinte años. De hecho, meditando en estos días que ya casi llego a los 64, me venía a la mente cómo es que en el pasado veía ya muy grande a la gente de 50. Lo que sí es cierto es que llega un momento en nuestra vida donde comenzamos a percibir y a ser conscientes de que el tiempo y la vida pasan muy fugaces. Pero esto no es algo nuevo, ya el autor del salmo 90 escribía acerca de esto mismo, la fragilidad y brevedad de la vida. Bueno, todo este «rollo» para compartirles que es mi último día en Hamburgo, se acaban los 3 días de vacaciones y mañana retomo la vida ordinaria de todo misionero reincorporándome de lleno a la actividad en nombre del Señor. Sigue el trabajo en la parroquia, las conferencias en zoom, los ejercicios espirituales, la asamblea nacional de Van-Clar en California pero vendrán luego otros días del descanso que nos marca el Código de Derecho Canónico a los sacerdotes para completar el tiempo señalado allí.

Hoy que es día de Santo Tomás -el de «ver para creer», el salmo responsorial, tomado del salmo 116 me sorprende, porque nos hace repetir: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio». Este salmo, que nos recuerda que la misericordia de Dios es firme y su fidelidad dura para siempre, se hace a la vez, para mí y seguro para alguno más de mis lectores, un recordatorio de nuestra condición de discípulos-misioneros, hombres y mujeres llamados a esparcir la misericordia y la fidelidad de Dios por todas las naciones. Hace unos días, en Roma, se me acercó un indigente que me vio con mi camisa clerical -no siempre ando en shorts o bermudas como en vacaciones- y me preguntó en plena calle si lo podía confesar porque sentía una gran necesidad de volver a Dios… ¿Por qué a mí? No lo sé, pero de inmediato me vino a la mente: «Alfredo, eres misionero de la misericordia». Gracias a que dominó un poco el italiano, pude escuchar -como el papa Francisco nos exhortaba a los misioneros- a aquel hombre y terminé compartiéndole unas almendras que estaba comiendo. Sus ojos se llenaron de lágrimas al descubrir que aún en su condición tan precaria, el Señor lo atendía, lo acompañaba y lo escuchaba en la calle, en su ambiente de vida, sentado en la banqueta confesándose con este padrecito que indignamente recibió este don.

Sí, «ver para creer», como Santo Tomás. Ver que en el misionero el Señor está presente y manifiesta su amor, su compasión, su misericordia y su fidelidad en nuestras vidas. La fe, la confianza en Dios, es un don divino que los discípulos-misioneros necesitamos pedir cada día con humildad: ¡auméntanos la fe! Al contemplar esta escena del Evangelio, el Papa Francisco, de feliz memoria, comentó: «entrando en el misterio de Dios a través de las llagas (…) como Tomás, no vivimos más como discípulos inseguros, devotos pero vacilantes, sino que nos convertimos también en verdaderos enamorados del Señor» (Homilía de la misa del segundo domingo de Pascua de 2018). El evangelio de hoy, narrándonos este hecho (Jn 20,24-29), termina con una mirada de amor universal y una promesa de bendición para el creyente de todos los tiempos: «Bienaventurados los que crean sin haber visto». Y es que lo que las almas ven en el misionero es un hombre, una mujer consagrados a Dios, seres humanos tan miserables como yo, que nos recuerdan que nuestra fe no depende de lo que vemos, sino de confiar en las promesas de Dios que llega a través de la respuesta al llamado que Dios nos hizo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 2 de julio de 2025

«UN DÍA ESPECTACULAR»... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy ha sido un día espectacular, aunque debo reconocer que para todo discípulo-misionero de Cristo todos los días deben de ser espectaculares porque el Señor, al que seguimos con alegría, se hace «el encontradizo». Esta tarde, mientras paseaba un poco por uno de los barrios de Hamburgo al salir del bellísimo bosque donde está el Planetario desde el que observé en lo alto gran parte de esta hermosa ciudad portuaria, me topé con una Iglesia que me cautivó por su sencillez, por su austeridad y por su belleza minimalista. El Señor se hizo encontradizo en este templo dedicado a San Antonio de Padua, donde pude, tranquilamente, hacer un rato de oración y agradecer la oportunidad que me ha dado de destinar gran parte de este día en la quietud y en la soledad, a terminar de preparar los ejercicios espirituales que daré a nuestras hermanas Misioneras Clarisas en la Casa Madre. Porque, como todo misionero… ¡Descanso haciendo adobes!

Creer en Dios es esperar siempre que se haga eso: ¡El encontradizo! Hay que esperar siempre ese milagro y saber que viene a nosotros, pequeño o imponente y que nos permite descubrir o re-descubrir lo que Él espera de nosotros. Al ver el Evangelio de hoy, sabía que el Señor siempre tiene algo grande para nosotros. En esta perícopa (Mt 8,28-34), Jesús se compadece de dos endemoniados que le salen al encuentro y les cura. El resto de la gente tuvo miedo porque Jesús hizo algo espectacular… ¡echó los demonios a una piara de cerdos porque sí ellos se lo pidieron! Los habitantes de aquel lugar, prefirieron mejor seguir viviendo con sus oscuridades, a las que estaban acostumbrados.

Este pasaje, de alguna manera, responde a nuestra propia realidad. Jesús pasa todos los días por nuestras vidas, se hace «encontradizo» y no le asustan nuestras oscuridades, nuestras mediocridades y ciertamente graves pecados. Al contrario, los  encara mirando de frente a nuestras conciencias, sin inquina, pero con insistencia para que seamos conscientes de que es Él quien actúa en nuestras obras y no nosotros con nuestra propia miseria. ¡Vieran qué a gusto me sentí en este templo al que me gustaría regresar! Fue como la coronación de mi día. Que María santísima me ayude a preparar unos buenos ejercicios que, en primer lugar, iluminen mis propias oscuridades para poder ser luz. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.