Es que nosotros también hemos de ser «precursores» del Señor. Nosotros también debemos «preparar los caminos del Señor», porque hemos de ir por delante de Cristo, para abrirle camino y llegue a cuantos corazones hay en quienes se van cruzando por nuestro camino. Hoy nos toca a todos nosotros vivir y participar de la misión de Juan. Ser «juanes». Ser hombres y mujeres de fe que reflejen el amor misericordioso de Dios. Y desde ahí llevar adelante la evangelización de nuestro mundo. Un mundo donde según vemos, no está muy de moda creer en Jesús, porque niño podemos hablar de un mundo que busque salvación. Parece un mundo más bien perfectamente instalado en la increencia y en la suficiencia de los límites de un universo finito y caduco. Hacen falta indicadores de que es necesario ir «más all»” porque si no ésta nuestra realidad se nos queda muy corta, desesperanzada y oscura.
Juan, con su testimonio de vida, sobre todo, nos enseña que Jesús es la luz que ilumina este mundo, que lo puede calentar, iluminar y romper sus límites. Él es el gran libertador de toda la humanidad haciendo que toda esta realidad tan querida por nosotros valga para algo más que escenario de un azar. Somos fruto de un Amor siempre misericordioso. Somos fruto de una vocación o una llamada de Dios, que no es indiferente ante ninguno de nosotros y que nos ha dado la misma misión de Juan. María santísima, que se encaminó presurosa al encuentro de su parienta Isabel y gozar del nacimiento de san Juan Bautista, nos aliente para cumplir la misión que Dios nos ha confiado. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario