viernes, 8 de diciembre de 2023

María Inmaculada»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos a la «Inmaculada», el dogma que la Iglesia proclamó en 1854 y que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el momento de su concepción por los méritos de su Hijo Jesucristo. La doctrina católica sostiene que Dios, en previsión del nacimiento de su Hijo, preservó a María de toda mancha o efecto del pecado original. Pienso ahora, mientras escribo en una de las salas de espera del aeropuerto de Guadalajara, mi vuelo a Monterrey, en tantos templos dedicados a la Inmaculada Concepción o como es conocida también: «Purísima Concepción». En mi tierra natal, la Sultana del Norte —La tierra de los Tigres... tenía que decirlo—, tenemos la Basílica de la Purísima Concepción, una verdadera joya de la arquitectura moderna que alberga la imagen de la Inmaculada conocida como «La Virgen Chiquita».

Pienso también en tanta gente que acude a estos templos pidiendo pureza de corazón y rectitud de intención para mantener vivo el compromiso bautismal. Las tradiciones de nuestro pueblo cristiano son todavía, a pesar de los embates de los antivalores de la época, sanas y robustas, aferradas a una fidelidad serena a la Madre de Dios. Mucha gente recurre a la Inmaculada buscando no dejarse engañar por el maligno, seguros de que ella disipa las tinieblas de la cultura de la muerte, como llamaba san Juan Pablo II a la oscuridad de tantas ideologías que, desde su pontificado, empezaban a invadir al mundo.

Pidámosle a María Inmaculada, estrella de la mañana, que aparte de nuestro camino tantas seducciones de la mundanidad; que ella robustezca las energías no sólo de los jóvenes, tan tocados de cerca por esas ideologías nefandas, sino de todas las edades, ya que todos estamos también expuestos a las tentaciones del Maligno. Contemplemos en este día a la más perfecta, a la más bella de las mujeres. «Tota pulchra est Maria» repetía la beata María Inés Teresa cada sábado en honor de María. Que ella, la Reina del cielo y de la tierra nos conserve santos e irreprochables ante Dios. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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