Su venida gloriosa al final de los tiempos no será otra cosa que la revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros. Hay continuidad real entre su venida actual y su venida gloriosa. Exactamente igual que la semilla que se prolonga en el fruto. Esta es la verdad de fe más grandiosa. Quien quiera encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio de su presencia. Es necesario que el cristiano tenga una «ardiente» mirada interior. El adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor al que esperamos con ardor.
Que María santísima nos ayude a esperar con ella. A mantener el corazón «ardiente» anhelando que ya venga Cristo nuevamente. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente y deja que ese «ardor» en el corazón le llene de alegría. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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