La alegría, aunque no lo parezca, es una carencia muy grande en la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Aunque aparentemente hay muchos momentos que invitan a la alegría, son solamente cuestiones pasajeras que se convierten más bien en «distractores» que hacen a un lado la verdadera alegría. ¿Cuánto puede durar la alegría de un concierto de algún artista de moda? ¿Cuánto puede durar el rato de alegría de una obra cómica de teatro? ¿Cuánto tiempo puede abarcar la alegría de una fiesta que termina envuelta en el alcohol y las comidonas en exceso?
La clave de esa vivísima alegría que hemos de vivir la da san Pablo hoy en la segunda lectura (1 Tes 5,16-24). Después de invitar a vivir siempre alegres, el Apóstol e las Gentes dice: «oren sin cesar». Sí, esa es la clave para mantenerse en la vivísima alegría, porque todo lo demás va y viene, el único que permanece es el Señor y la alegría que él puede brindar al corazón aún en medio de las penas y dolores que todos enfrentamos. Es la alegría que acompañó a María santísima en la dulce espera de la llegada de su Hijo Jesús. ¡Bendecido Domingo de Gaudete!
Padre Alfredo.
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