Hoy es día de santa Lucía. La oración colecta de la Misa nos invita a pedir su intercesión para contemplar la gloria de Dios en el Cielo eternamente. Lucía nació en Siracusa de Sicilia, probablemente, en el año 251 de nuestra era, en el seno de una familia cristiana, que pertenecía a la rica nobleza terrateniente del lugar. Lucio, su padre, murió cuando la niña contaba apenas cinco años, quedando bajo la tutela de Eutiquia, su madre. Con el paso de los años, Lucía se convirtió en una bella jovencita, modesta en su comportamiento y dotada de gran bondad. Su madre soñaba para ella con un feliz matrimonio, pero Lucía abrigaba en su corazón un propósito distinto: Se había consagrado al Señor con voto perpetuo de virginidad. La decisión de Lucía causó estupor entre los paganos, especialmente en un joven de alta sociedad, que deseaba ardientemente casarse con Lucía. Ante la negativa de la joven para atender sus deseos, se confirmó la sospecha de que Lucía fuese cristiana. Así pues decidió denunciarla ante Pascasio, el prefecto de su ciudad Este le ordenó que sacrificara a los dioses, a lo cual, se negó rotundamente contestando «que los que viven casta y piamente, son templo de Dios y morada del Espíritu Santo». Pascasio se enfureció y ordenó que fuera decapitada. Comprendió Lucía que el momento de confesar a Cristo y morir mártir por El había llegado, se arrodilló para recibir el golpe mortal y un esbirro le cortó la cabeza. Era según la tradición, el 13 de diciembre del 304.Así, pudo contemplar la gloria de Dios en el Cielo.
Estamos en Adviento, un buen tiempo para pensar en que nosotros también somos invitados a contemplar esa gloria de Dios, por lo cual hemos de ir preparando en nosotros las condiciones que necesitamos para llegar hasta allá: Vivir en esperanza, fidelidad a Dios, servicio a los hermanos... ¡Hay mucho que hacer! Que santa Lucía nos ayude, intercediendo por nosotros con María, para que, conscientes de que el Cielo nos espera, vivamos este tiempo litúrgico tan especial, con el anhelo de llegar a ver al Señor. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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