sábado, 2 de abril de 2022

«La entereza del Maestro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jeremías aparece en la liturgia de la palabra de hoy (Jr 11,18-20) como figura de Jesús, un justo perseguido por su condición de profeta valiente, que de parte de Dios anuncia y denuncia a un pueblo que no quiere oír sus palabras. El profeta se da cuenta de «los planes homicidas» que están tramando los que le quieren ver callado. Y se dirige con confianza a Dios pidiendo su ayuda para que no prosperen los planes de sus enemigos: «a ti he encomendado mi causa, Señor Dios mío». Este drama de Jeremías es estremecedor. La suya es una figura patética, por haber sido llamado por Dios para ser profeta en tiempos muy difíciles. Pero prevalece en él la confianza. 

Pero ciertamente para nosotros la figura más importante en estos días de Cuaresma, es la de Jesús, que camina con decisión, aunque con sufrimiento, hacia el sacrificio de la cruz. De nuevo, como en pasajes del evangelio anteriores, es signo de contradicción: unos lo aceptan, otros lo rechazan (Jn 7,40-53). Los guardias quedan maravillados de cómo habla. Los dirigentes del pueblo discuten entre ellos, pero no le quieren reconocer, por motivos débiles, contados aquí no sin cierta ironía por el escritor sagrado: al lado de los grandes signos que hace Jesús, ¿tan importante es de qué pueblo tiene que provenir el Mesías?

Jesús es presentado en este trozo del evangelio como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos. Nosotros hemos tomado partido por Jesús. La Pascua que preparamos y que celebraremos ya pronto nos ayudará a que esta fe no sea meramente rutinaria, sino más consciente. Sigamos en el camino cuaresmal de la mano de María para que todos, niños, jóvenes o mayores, logremos descubrir la persona de Jesús que se entrega por nosotros. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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