domingo, 10 de abril de 2022

«El Domingo de Ramos»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Semana Santa, denominada también «Semana Mayor», es la semana que conmemora la Pasión de Cristo. Se compone de dos partes: el final de la Cuaresma —del Domingo de Ramos al Miércoles Santo— y el Triduo Pascual —Jueves, Viernes y Sábado-Domingo—. Es el tiempo de más intensidad litúrgica de todo el año, y por eso ha calado tan hondamente en el catolicismo de todos los tiempos. La Semana Santa es inaugurada hoy por el «Domingo de Ramos», en el que celebramos las dos caras centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión correspondiente a los evangelios sinópticos —la de Juan se lee el Viernes Santo—. Desde el siglo V se celebraba en Jerusalén con una procesión la entrada de Jesús en la ciudad santa, poco antes de ser crucificado. Debido a las dos caras que tiene este día, se denomina «Domingo de Ramos» —cara victoriosa— o «Domingo de Pasión» —cara dolorosa»—.

El Domingo de Ramos comprende dos celebraciones: la procesión de ramos y la Eucaristía. Lo que importa en la primera parte no es el ramo bendito —aunque mucha gente así lo cree—, sino la celebración del triunfo de Jesús. De ser posible, el acto comienza fuera del templo, en algún lugar cercano, para dar lugar al simbolismo de la entrada en Jerusalén, representada por el templo. Si no hay Manera e hacerlo, se hace una entrada solemne desde el fondo del templo. El rito comienza con la bendición de los ramos. Después de la aspersión de los ramos se proclama el evangelio (Lc 19,28-40), es decir, se lee lo que a continuación se va a realizar. Por ser creyentes, por estar convertidos y por haber sido iniciados sacramentalmente a la vida cristiana, pertenecemos de tal modo al Señor que, al celebrar litúrgicamente su entrada en Jerusalén, nos asociamos a su seguimiento como sus discípulos–misioneros.

El relato de la pasión, que este año es según san Lucas (Lc 22,14-23,56), subraya la grandeza moral y humana de Jesús y a través de la actitud de los personajes de la pasión nos exhorta a la relación personal con Cristo. Es necesario que sintonicemos con Jesús que sufre. Y no para quedarnos sólo con impresiones sentimentales que se vivan en el momento, sino que debemos llegar a una compasión más profunda que nos haga percibir el fondo de la pasión de Cristo, la raíz de su sufrimiento y la novedad exaltante que brota de él. Atentos a la lectura, contemplemos y admiremos, acompañando a María, la Virgen Dolorosa, la figura valerosa de Jesús. Él ha sentido como nadie el dolor moral que pesa sobre las cansadas espaldas de la historia humana; él ha descendido por peldaños de injuria y hostilidad al fondo del pozo, al fondo absurdo y ciego del mal que los hombres hacen a los hombres. Él ha bebido el cáliz hasta la última gota... Él ha asumido todo ese mal de los hombres, se lo ha hecho suyo y lo ha convertido en vida y oración ante el Padre. Vivamos intensamente este y los demás días de esta Semana Santa. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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