Hoy empiezo una nueva sección en el blog que, en etiquetas, podrán encontrar como «Vidas que dejan la huella de Cristo». Se trata de un pequeño homenaje a nuestras queridas hermanas Misioneras Clarisas que ya han dejado este mundo porque han sido invitadas a participar del Banquete Celestial. Es un proyecto que hace tiempo aguardaba en mi corazón, que siempre se ha sentido inmensamente agradecido con cada una de las hermanas que con su testimonio y, dejando la huella de Cristo, han sembrado en mí al anhelo de hacer vida el ideal de la beata María Inés Teresa, un caminito que a todos nos hace alcanzable esa tarea de dejar, por donde pasamos, las huellas de Cristo.
Desde hace tiempo había contemplado hacer esto que, por diversos motivos, no se daba. El viernes pasado, unos cuantos minutos antes de ingresar a donde me iban a hacer mi última cirugía, me llegó la noticia de que la hermana Dolores Delgado, M.C.S.S. (Misionera Clarisa del Santísimo Sacramento) había sido llamada a la Casa del Padre. Conocí a «sister Dolores» como cariñosamente la llamábamos, en 1984 y conviví con ella muchas veces. No dudé, en esos momentos en decirle: «¡Sister, échame una manita!» y me comprometí a empezar esta tarea de recorrer los recuerdos hermosos de todas estas vidas que han dejado la huella de Cristo. Le dije: «¡Sister Dolores, contigo empezamos! ¡Serás la «number one» de esta nueva sección y que no sientan las demás que ya forman con Nuestra beata Madre Fundadora y la Madre Teresa Botello la comunidad del cielo!
Así que, a partir de hoy, en las vísperas de la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, columna de la Iglesia, empezarán a ver la etiqueta: «Vidas que dejan la huella de Cristo» en donde estarán contenidos pequeños relatos con recuerdos de estas heroicas mujeres que, consagrando su vida a Cristo en el desposorio de la vida religiosa como Misioneras Clarisas, le han entregado alma, vida y corazón siguiendo el caminito trazado por nuestra querida Madre la beata María Inés Teresa Arias, caminando siempre de la mano de María.
Que el Señor dé el eterno descanso a las hermanas que ya han sido llamadas a participar de la corte celestial y que han hecho vida aquellas palabras que la beata Madre Inés dejó en su librito “La Lira del Corazón”: «Mi tarea penosa, la de sembrar en el dolor, entre lágrimas ya terminó; ahora me toca, Señor, segar Contigo en la alegría y, llena de júbilo santo de poseerte eternamente, presentarte las gavillas que mis hermanos recojan en las fértiles llanuras de la gentilidad, que se van convirtiendo en el florido campo de la cristiandad. Permíteme Señor, que sea yo para mis hermanos la estrellita que ilumine su sendero, la lucecita que les dé calor; que desde tu gloria siga fecundizando, con mi trabajo, mi oración, mi adoración beatífica, la semilla que deposité en la tierra para tu mayor Gloria, para que fructifique más y más en las manos de los que me han seguido en las tareas apostólicas».
Padre Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.
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