miércoles, 28 de junio de 2017

Sister Dolores Delgado... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo I.

Conocí a esta monjita sensacional en el año de 1984, cuando era yo un jovencito que se preparaba para iniciar su noviciado en Roma, a donde habría de viajar desde Los Ángeles con un compañero, Vanclarista de allá que iniciaría conmigo esta experiencia en la vida religiosa. Sister Dolores era una experta chofer que se conocía «de pe a pa» los Freeways , avenidas y recovecos de toda el área de Los Ángeles y sus alrededores... ¡Dejó el volante a los ochenta y tantos años de edad! Pasó entonces a ocupar el espacio de copiloto, para seguir guiando a las nuevas generaciones de choferes.

Sister decía que ella quería morir trabajando y así fue. La llamó Nuestro Señor mientras cambiaba un garrafón del agua purificada en el convento, sufrió un derrame cerebral en la última ocupación que le conocí en los últimos años, recibiendo el agua purificada en el convento. Sister sufrió un derrame cerebral que a las pocas horas le causó la muerte. Este Junio 22 pasado, en la fiesta de Nuestra Madre Fundadora la beata María Inés, a quien nunca se cansó de admirar e imitar y plenas vísperas de la Solemnidad del Sagrado Corazón Dios le permitió morir de pie como ella misma lo deseaba.

Su nombre de pila era Manuela Dolores Delgado Gutiérrez y nació en Guanajuato, Guanajuato, México, el 14 de junio de 1925. Inició su caminar en la vida consagrada en 1959 y desde entonces, según ella misma contaba, vivió solo para el Señor. Había sido una niña y jovencita que, aunque nació en México, emigró con su familia a los Estados Unidos y allá se fraguó en al arduo trabajo desde pequeña, por eso era común verla haciendo de todo en el convento, ya en la cocina, como chofer acarreando cosas, podando árboles, cocinando sus deliciosos nopalitos que ella misma cultivaba y en su apostolado que tanto amó. Fue de las fundadoras del «Círculo Misionero» que vendría a ser el «Van- Clar Fundador» allá en Hermosa Beach, en California. Las «chicas del grupo», como ella las llamaba, se sintieron siempre impulsadas y acompañas por esta misionera incansable, ya que la mayor parte de su vida religiosa la pasó en California, con excepción de un tiempito en Sierra Leona, África, de donde no se cansaba de platicarme cuando nos veíamos. Estuvo también en España de donde compartía algunas anécdotas.

Sister Dolores, durante el tiempo en que estuve en California, era siempre una de mis más asiduas feligresas en las Misas de cada jueves a media mañana en el convento de Santa Ana. Allí estaba siempre puntualísima y prestando el servicio que se le pidiera, preocupada de que en mi «day off» descansara y que no me faltara nada a pesar de que después de más de 30 años de conocerla podía yo ver con claridad el deterioro de una vida gastada por Cristo. En las últimas visitas la encontraba adolorida porque se había caído o enferma de algo, como es natural a esos años, pues nació el 17 de junio de 1925.

La vi por última vez el año pasado. Estaba más que feliz de que le contara mis andanzas como Misionero de la Misericordia, y participó gozosa en el retiro que tuvimos allá en California en noviembre. ¡Qué grande es el Señor al haberme dado la oportunidad de conocer a esta maravillosa mujer que, además de enseñarme los Freeways de California, me enseñó, con su testimonio y su sonrisa siempre contagiante, a amar a Cristo y su Madre Santísima en la vida oculta de Nazareth sin olvidar la misión. Sister Dolores, cuando algo estaba mal decía dos palabritas sencillas, fuertes y que nunca quiero olvidar para hacer siempre el bien y nunca el mal... parece que la escucho decir: ¡Stop it! 

Alfredo Delgado Rangel.

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