martes, 28 de junio de 2016

Amar al estilo de Jesús... Una tarea de hoy y de siempre

El evangelista san Juan define a Dios como amor. Él mismo nos dice que «el que no ama no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8). De esta manera podemos afirmar que fuera del amor de Dios y del amor al prójimo no hay nada mejor que pueda hacer feliz a una persona. Nuestro Señor Jesucristo, en el Evangelio nos dirá: «Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado» (Jn 15,12).

El hombre y la mujer del tercer milenio, acumula cada día más y más acervo de conocimientos, de ideas y definiciones. Hay mucha gente joven que se prepara en escuelas y universidades de hoy de forma presencial o virtual aprendiendo más y más cosas, pero el ser humano de hoy —podemos constatarlo— no sabe amar, no ha aprendido a amar, no ha conjugado el verbo «amar», no ha encontrado la esencia de la definición de lo que es amar. Parece que entre tanto que hay que aprender, se ha hecho a una lado el amor.

¿Qué es el amor para cada uno de nosotros? ¿Qué es el amor para el hombre y la mujer de hoy? Se habla de «hacer el amor», cuando se trata muchas veces de un acto sexual pasajero fuera del matrimonio. Se habla del «amor libre», cuando se vive una relación casual y pasajera. Se le llama «mi amor» a alguien a quien con frecuencia se le engaña. Vemos la palabra «amor» escrita y representada por corazoncitos en muchas partes.

Es en Jesús, el «Amor de los amores» en donde podemos ver con claridad lo que es el verdadero amor y cómo se vive el arte de amar. El amor a su Padre no lo manifiesta pro medio solamente de palabras y menos de palabras abstractas como las de muchos políticos que dicen que «aman» a su pueblo. Jesús vive el amor a través de su vida, a través de su manera de llegar a las personas. Jesús ama a la gente de su tiempo y de todo tiempo y lugar desde su realidad de sencillo carpintero y como persona común y cercana, pero integra las experiencias y cualidades del amor humano en la gran visión del Padre misericordioso por la acción del Espíritu. Jesús puede decir con su misma vida, que su mandamiento consiste en el amor, porque en ese dinamismo del amor al Padre y a todos se realiza el dinamismo de su ser y quehacer. En Él el amor no es una teoría o una calcomanía, sino vida y «vida en abundancia» (Jn 10,10).

Jesús puede hablar del amor a Dios porque en todo momento sabe amar la voluntad del Padre que le pide hasta dar la vida, y eso, aunque en momentos sea difícil: «Padre, si es posible aparta de mi este cáliz» (Mt 26,39). Jesús puede hablar de lo que es el amor a los padres porque vivió 30 años en Nazareth en una vida familiar de permisos, de favores, de servicios pequeños y ocultos (Lc 2,51). Jesús puede hablar de amor a todos porque se acercó al niño, al ciego, a la prostituta y al anciano; al pobre, al rico, al pecador y al estudiado; al descartado, al joven, al estudiado y al anciano... en una relación que los psicólogos llamarían: «YO — TÚ». Con razón los primeros discípulos como Pedro, podrán decir: «Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas» (Hch 10,34; Rm 2,11; Gal 2,6; Ef 6,9). Dios ama a todos. La respuesta que el hombre puede dar a su amor es sólo amarle a Él y amar como Él. Es aquí, precisamente, en donde está la cuestión de falla en lo que en nuestra sociedad hoy se llama «amor». No vamos a entender lo que es el amor mientras no amemos como Cristo amó al Padre reflejando su amor, con el Padre y desde la misericordia y la caridad del Padre.

Hoy parece que no hay, en nuestra sociedad, espacio para Dios, y parece que se quiere amar al prójimo al margen de Dios... ¡Eo es imposible! ¡No se puede! Él es la esencia del amor. Sólo con Dios se entiende lo que es el amor porque «Dios es amor» (1 Jn 4,8). 

San David Roldán Lara, uno de los 27 santos mexicanos que canonizó san Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000 y originario de Zacatecas, no era ni sacerdote, ni religioso, ni seminarista. David era un joven laico como muchos de los que ahora frecuentan nuestras parroquias y grupos. Este santo varón supo lo que era el amar de verdad. Su vida se puede resumir en una ráfaga de amor, y digo ráfaga porque murió a las 19 años fusilado, junto con san Luis Batis y otros más. En 1925, el joven Roldán fue nombrado presidente de la Acción Católica. En medio de la persecución religiosa que arreciaba en el país, David veló para que no se llegara a la violencia. Sabía, a su corta edad, que el mandamiento más grande Jesús era el amor. Ese amor lo llevó a buscar cada día el no dar ni un solo disgusto a su madre, que era viuda. Es decir, que si no hubiera sido santo por el martirio, hubiera sido santo por igual. Su vida la completó con el acto de amor del martirio: ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!.

Hoy nosotros complicamos mucho la vida, hoy nos hemos olvidado de la sencillez del verdadero amor y lo hemos «disfrazado». El amor es «amar»... así de sencillo. Amar a Dios y al prójimo por sí mismo, no por haberle hecho algún bien o por obtener algo a cambio; no por el interés de crecer en la virtud o por sentirse bien. «Amar» es sencillamente... «amar».

Jesús nos enseña a amar, Él es amor (1 Jn 4,8) y en la Eucaristía, en cada Misa o momento de adoración, Él, el amor de los amores, nos ofrece una cita de amor. Qué María, a quien veneramos admirándola como "Madre del Amor Hermoso", nos enseñe a amar al estilo de Jesús, al estilo de los santos como san David Roldán, en las cosas pequeñas y diarias de cada día... ese es el estilo de amar de Jesús.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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