Ahora, que es día de todos los santos, retomo el escrito empezado, pero continúo con la reflexión para este día, mientras le pido a Dios que me conceda, si es su voluntad, seguir escribiendo. Y es que la verdad tengo un gran defecto que se ha acrecentado con los años... ¡necesito dormir por lo menos 6 horas diarias y en la noche, después de las 10 no doy una! No cabe duda de que para ser santo se requieren cosas tan sencillas y muchas de las cuales no soy capaz de abrazar. Sólo Dios es Santo, eso lo sabemos. La Santidad es algo propio de Dios. Por eso, hoy 1 de noviembre celebramos su santidad comunicada y manifestada en hombres y mujeres que se abrieron al torrente de la gracia de Dios y respondieron a ella en su vida entregándolo todo, viviendo de una manera heroica. Las bienaventuranzas, que san Mateo nos regala en el Evangelio de hoy (Mt 5,1-12), son un resumen de las enseñanzas de Jesús que nos muestran el modo de vivir cristiano que es una imitación del modo de vivir de Cristo, quien nos vino a demostrar que la felicidad está en la actitud de apertura y sencillez de los pobres, los sencillos, los humildes, los desapegados de los bienes, los pacíficos...
Las bienaventuranzas son un proyecto de felicidad que pasa por la imitación de Cristo, es decir, por la entrega de sí mismo y por la cruz. Jesús proclama bienaventurados a los que el mundo llama desafortunados, porque es Dios el único capaz de colmar el deseo insaciable de felicidad del hombre. Celebramos a todos los Santos, es decir también a los que no tienen un día en el Santoral, a tantos santos desconocidos, nuestros familiares, conocidos de nuestro pueblo, hombres y mujeres que en su vida cooperaron con la gracia, vivieron haciendo la voluntad de Dios y ahora gozan de su presencia en la Iglesia triunfante en el cielo. Dice el Apocalipsis que son una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas. Sus vidas nos dicen que «si se puede», que el camino de las bienaventuranzas es realmente un camino de gozo y plenitud. Con María y todos los santos, demos gracias por el regalo de la tarea y conquista de la santidad. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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