Hay que entender que Jesús no está alabando el robo, sino precisamente esa «sagacidad» del administrador, que sabe calcular bien las cosas y encontrar una salida en una situación extrema. Por eso afirma que los hijos de este mundo saben ser expertos en sus cosas, aunque recurran a triquiñuelas como la que el administrador hace y que los hijos de la luz deben aprender a ser expertos en la solución de sus problemas, usando, por supuesto, no los criterios del mundo —pues que Jesús no avala el pecado— sino los criterios del Reino. La virtud humana de la «sagacidad» consiste en la habilidad para encontrar los medios justos y más eficaces para alcanzar un objetivo, y, en el caso del hombre y la mujer de fe, debe ser la búsqueda de cómo vivir mejor nuestra fe y amor a Dios.
Jesús, continuamente, insiste en que nos arriesguemos y dejemos todo por el Reino de Dios. Hay algunos son muy capaces de obtener lo que se proponen en el ámbito del trabajo, de la familia o con las amistades. En cambio, se comportan con temor y se sienten impotentes a la hora de hablar de Jesucristo y de su doctrina, o de hacer algo por la construcción de la civilización de la justicia y del amor cristianos. Bajo la mirada de María, nos podemos preguntar: ¿cómo andamos en esto? ¿tendremos la audacia para lograr una relación profunda con Cristo? ¿Podremos arrancar del Corazón de Jesús la conversión de quienes se han dejado llevar por los criterios del mundo? ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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