martes, 28 de noviembre de 2023

«Celebrar la vida, celebrar el encuentro con el Señor que vendrá de nuevo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy en mi familia de sangre ha sido un día especial. Mi hermano Eduardo Antonio —el único hermano de sangre que tengo— ha llegado al sexto piso y lo hemos celebrado con gratitud a Dios por el don de la vida que le ha dado y por la hermosa familia que ha formado. Como saben, los sacerdotes también formamos parte de una familia de sangre y no nos olvidamos, en lo posible, de compartir bellos momentos como este del cumpleaños de Lalo. Por eso y por el resto de actividades del día que llenan mi rutina diaria, encuentro hasta ahorita un espacio para escribir un poco de la reflexión que comencé en mi mente y en mi corazón desde el rezo de la Liturgia de las Horas al amanecer, pues, como para muchos de ustedes, mi día ordinariamente empieza a las 4:30 o 5:00 de la mañana en el encuentro con el Señor.

A partir de hoy, y hasta el próximo sábado, el Evangelio de la Misa nos presenta el «discurso escatológico» de Jesús, en el que nos habla de los acontecimientos futuros y los relativos al fin del mundo. Hoy tenemos el segundo lamento de Jesús sobre su ciudad, Jerusalén anunciando su próxima ruina. Pero san Lucas lo cuenta mezclando planos con otro acontecimiento más lejano, el final de los tiempos, porque es difícil deslindar los dos (Lc 21,5-11). La perspectiva futura la anuncia Jesús con un lenguaje apocalíptico y misterioso: guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, espantos y grandes signos en el cielo. Pero «el final no vendrá en seguida», y no hay que hacer caso de los que vayan diciendo «yo soy», o «el momento está cerca».

El final de los tiempos, está por llegar. No es inminente, pero sí es serio. El mirar hacia ese futuro no significa aguarnos la fiesta de esta vida, sino hacernos sabios, porque la vida —como la que celebra y agradece hoy mi hermano— hay que vivirla en plenitud, sí, pero responsablemente, siguiendo el camino que nos ha señalado Dios y que es el que conduce a la plenitud. Esta semana, y durante el Adviento, escucharemos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que María santísima, intercediendo por nosotros, nos ayude a permanecer así, atentos, vigilantes, conscientes de nuestra condición de peregrinos que caminan hacia el encuentro definitivo con el Señor. ¡Bendecida noche de martes!

Padre Alfredo.

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