sábado, 18 de noviembre de 2023

Desde la xxxv Asamblea de Van-Clar… Un pequeño pensamiento para hoy


Estoy nuevamente de viaje, luego de unos días muy agitados en los que ha sido imposible sentarme a escribir un poco de manera espontánea, dado que más bien he tenido que escribir para terminar tareas pendientes respondiendo correos, haciendo cartas y demás encomiendas que me hacen pasar largos ratos frente a la computadora sin poder darme el lujo de hacer este pequeño pensamiento desde hace algunos días. Tuve, la noche del 16, luego de una noche intensa de trabajo, el anhelo de escribir un poco, pero, para dejar unos cuantos de los 58,760 pendientes a medio resolver ya no dormí y mucho menos escribí. Intenté ayer en mi vuelo a mi querida «Selva de Cemento» en donde solamente estuve unas cuantas horas, entre otras cosas, en una reunión virtual con zoom con uno de nuestros obispos y algunos sacerdotes y continué a Cuernavaca en donde me encuentro. Igual quise escribir en el autobús, pero, de nueva cuenta, caí rendido. Aquí estaré hasta mañana y volaré Dios mediante a una región de nuestro México lindo y querido en donde no sé ni siquiera si habrá señal. Así que lo más probable es que vuelva a dar señales de vida, si Dios permite, hasta el domingo 26 o lunes 27.

Me encuentro aquí en la ciudad de la eterna primavera porque desde ayer nuestra Familia Inesiana se engalana con la celebración de la XXXV Asamblea Nacional de Van-Clar. Estamos reunidos de las diversas regiones de México en donde Van-Clar está presente. Tal vez se preguntará más de uno de mis 7 lectores de dónde viene ese nombre de Van-Clar. La beata María Inés lo eligió porque pensaba —adelantada a sus tiempos— que los laicos eran la «vanguardia» de la Iglesia en la tarea de la evangelización y, por su cariño a Santa Clara —fue 16 años monja Clarisa de clausura antes de la fundación— les puso por nombre: «Vanguardias Clarisas», abreviándolo como VanClar.

Bien, después de este preámbulo que parece querer adueñarse de la reflexión de este pobre padrecito para el día de hoy, voy rápidamente al Evangelio que es de la memoria de la dedicación de las basílicas de san Pedro y San Pablo en Roma y está tomado de san Mateo (Mt 14,22-33). En él, el evangelista nos narra la escena de aquel momento en el que Pedro, caminando por encima del agua como lo hacía Jesús, duda de que pueda culminar el sendero emprendido y empieza a ahogarse. ¡Cómo debe haber quedado grabado en el corazón de Pedro aquella enseñanza!: «hombre de poca fe, ¿Por qué dudaste? No dudemos nunca de que el Señor está con nosotros. Pidamos con sencillez a María, la Madre de Dios y la mujer rebosante de confianza en el Señor, que nos haga valientes para vivir la fe y contagiarla. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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