Si se tratara de hacer una selección en las páginas del evangelio, y construirnos, —como algunas gentes de nuestro tiempo quieren— un cristianismo a nuestra medida, «a la carta», entonces sí que tendríamos un camino fácil. Pero el estilo de vida de Jesús es exigente y radical, y hay que aceptarlo entero. La fe en Cristo abarca toda la vida y todas las circunstancias de la vida. ¿A qué estamos dispuestos a renunciar para ser discípulos–misioneros de Jesús y asegurarnos así los valores definitivos? Para las cosas de este mundo solemos ser muy sabios, y las programamos y revisamos muy bien: negocios, estudios, deportes. ¿También nos sentamos a hacer cálculos en las cosas del espíritu?
Jesús, para llevar a cabo su misión salvadora de la humanidad, renunció a todo, incluso a su vida. Por eso fue constituido Señor y Salvador de todos. Y nos dice que también nosotros debemos saber llevar la cruz de cada día, para hacer el bien como él y con él. Cada quien sabe cuál es esa cruz que ha de llevar y cada uno sabe también las condiciones de terreno por donde ha de llevar la cruz. Pidamos a María santísima su intercesión para no desfallecer en el arduo camino que nos toca recorrer. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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