El amor de Jesús se manifiesta siempre como una entrega total: «Los amó hasta el extremo». Llenos de admiración y gratitud celebramos hoy «LA CENA DEL SEÑOR» en una solemne Eucaristía. Hoy revivimos el mandamiento del amor, la institución de la Eucaristía y el don del sacerdocio ministerial.
¡Qué impresionante debe haber sido ver al Maestro lavar los pies a los discípulos! La entrega de Jesús nos habla a gritos de una generosidad sin límites. El Hijo en quien el Padre se complace en todo tiempo y lugar, es conducido por el mismo Espíritu a realizar esta acción llena de humildad y sencillez, a los suyos, a los más cercanos, a sus amigos más íntimos, a los que siempre estaban con él. ¿De qué manera lavo yo los pies a mis hermanos? ¿Estoy atento a lo que Dios me pide para con los que tengo más de cerca cada día?
Jesús se ha quedado con nosotros en la Eucaristía. Dirijamos nuestra mirada y nuestro corazón hacia Él. Experimentemos cómo el Espíritu Santo nos hace descubrir la presencia milagrosa de Cristo en aquello que parece pan y vino, pero que es en realidad el Cuerpo y la Sangre del Señor, que nos alimenta para ser «amor», «pan partido» como Él, que se entrega a los demás. La beata María Inés, hablando a Jesús en uno de sus momentos de oración, le dice: «Te encuentro en la Eucaristía, ¡tan real!, ¡tan vivo!, ¡tan Padre!, que los velos que te ocultan a mis miradas, desaparecen por completo en mi fe y te veo en ella, como al dulce Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien».
En cada momento de servicio estamos vinculados con Cristo por el Espíritu para dar gloria al Padre. Pidamos unidos a la fiel servidora del Señor, María Santísima, que no nos falten los sacerdotes, que día a día nos traen a Jesús Eucaristía hasta nuestros altares y que todo nuestro ser se abra siempre al servicio de nuestros hermanos, como Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, que nos amó hasta el extremo y cumplió siempre la voluntad del Padre con amor.
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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