sábado, 30 de abril de 2016

«La vocación a la vida de soltería»...Para hablar a los niños y adolescentes sobre la vocación VI*.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos de la vida de los primeros cristianos: «Todos acordes acudían con asiduidad al templo, partían el pan en las casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios en medio del general favor del pueblo» (Act, 2 46-47). Es decir, este libro de la Biblia nos presenta la alegría de la gente que compartía el gozo de la fe. Entre ellos estaban los sacerdotes, aquellos y aquellas que estaban de alguna manera más consagrados a Dios, los casados y por supuesto, los solteros, lo que no se habían casado y vivían en medio del mundo dando testimonio del amor de Dios.

Aquel que al paso de los años de su vida, va descubriendo que Dios lo llama a no casarse, es quien tiene la vocación a la soltería. Ese es el estado natural de la persona que se encuentra sin una pareja con la que mantener una convivencia el resto de su vida en la vocación matrimonial pero tampoco se siente llamado a consagrar su vida a Dios en la vida consagrada o sacerdotal. Ejerciendo alguna profesión o desarrollando algún oficio, las personas solteras viven en el mundo y cuando son conscientes de su vocación, tiene una vida muy cercana a la Iglesia. 

La vocación a la soltería es un signo de la libertad en Jesucristo, manifestando al mundo que se está dispuesto siempre para la misión de servir a los demás en medio del mundo, más allá de las fronteras de la propia familia (Cf. Mt 19, 11-12). Esta vocación existe en la Iglesia y en el mundo como una opción libre y voluntaria por un estilo de vida que se hace por motivos nobles y legítimos, pero estrictamente humanos y naturales. Se opta por ese estilo de vida como proyecto humano de existencia, como manera de realizarse en cuanto hombre o en cuanto mujer, es decir, en cuanto persona humana: como ser abierto a una relación universal, no acaparada por ninguna persona en particular. No es un replegamiento sobre sí mismo, sino una apertura a los demás. A este hecho y a esta situación se le llama celibato. Se da, además, con esta vocación, la opción libre y voluntaria por un estilo de vida en configuración con Cristo virgen y en respuesta a una especial vocación divina, porque la persona debe ser consciente de que Dios le  ha llamado a vivir así. Por esto debemos guardar sus mandamientos y esforzarnos en evitar todo pecado, por pequeño quesea.

El soltero, la soltera, no pueden seguir a Cristo si no están dispuestos al sacrificio. Cristo dice: «El que no lleva la cruz y no me sigue, no puede ser mi discípulo» (Le 14, 27). Pero si aquel que vive en medio del mundo le sigue en su camino de la cruz y persevera valerosamente en las ocupaciones de cada día, Cristo le promete: «Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono» (Apoc 3, 21).

Quien vive la vocación a la soltería, tiene una especial tarea de ser para los demás invitación a vivir como discípulo y misionero de Cristo en el mundo. El discípulo de Jesús, al igual que su Maestro, no busca su propia gloria. Es humilde: ante Dios ve su insignificancia, y es modesto y servicial con sus semejantes. A veces el que vive soltero en el mundo tiene una tarea muy específica que ocupa todo su tiempo. A veces en nuestras familias hay alguien que cuida a los papás o está dedicado a alguna tarea específica en la Iglesia como ser catequista de tiempo completo. Jesucristo dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt ir, 29). San Pablo escribe: «Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, que se anonadó tomando la forma de esclavo» (Phil 2, 5-7).

Cristo quiere llevar a quienes viven esta vocación a la perfección. Él les invita con las siguientes palabras: «Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre en el cielo»(Mt 5, 48). Él mismo es el más excelso modelo de perfección; es el reflejo de la santidad de Dios. La perfección se manifiesta ante todo en el amor especial que el soltero y la soltera tienen a Dios y al prójimo. Jesucristo dice : «Alegraos y regocijaos, pues vuestro premio en el cielo es grande» (Mt 5, 12).

*Con el deseo de que estas reflexiones ayuden a los catequistas para que hagan a los niños y a los adolescentes cercana la tarea de descubrir la vocación, les dejo en sus manos este material que cada uno, que cada una, podrá fácilmente ampliar.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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