Algunos de ustedes me han escuchado a veces decir: ¡Tengo una «Mission Appeal» a la que me enviaron!, e inmediatamente me peguntan: ¿Una qué? o ¿Qué es eso de «Mission Appeal»? Por eso quiero, en unas cuantas lineas, compartirles de que se trata.
La «Mission Appeal» es una campaña que año con año se hace en diversas diócesis de Estados Unidos y en la que las parroquias inscritas aportan ayudas económicas de colectas realizadas en las Misas de un fin de semana al año y con la presencia de uno o varios misioneros que colaboramos a reavivar el deseo y la obligación moral de participar gozosos en la misión ad gentes (a las naciones) de la Iglesia. Los sacerdotes misioneros que participamos, celebramos la Eucaristía, confesamos y predicamos durante un fin de semana en la Iglesia Local a la que somos designados por los superiores quienes, previamente, han hecho acuerdos con las oficinas de misiones de las diócesis participantes.
Una contribución monetaria, por parte de los miembros de la Iglesia, es el signo de una ofrenda de sí mismo, primero al Señor y luego a la Iglesia y al mundo a través de la tarea de muchos misioneros y misioneras alrededor del mundo; de esta manera, una ofrenda que en principio es material, se llega a convertir en un medio para la evangelización de la humanidad basada en el amor a los hermanos. Con esta campaña anual de recaudación de fondos, la «Mission Appeal» anual, educa a los católicos estadounidenses acerca de las necesidades de la misión y los invita a asistir a los misioneros también con oraciones y sacrificios.
El dinero recaudado, se envía por medio de las mismas oficinas diocesanas a las diversas instituciones católicas inscritas en los programas y se aplica principalmente en actividades de evangelización, educación religiosa, formación del ministerio de los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, y laicos misioneros y en el apoyo directo a parroquias pobres en países de misión ad gentes, es decir, donde la vida de la Iglesia es incipiente o presenta muchas dificultades para su sostenimiento económico.
Muchas parroquias de diversas diócesis reciben la visita de un misionero y realizan estas colectas misioneras. Durante varios años me ha tocado dar este servicio y pasar un fin de semana hablando de la misión. Con esto, he podido ayudar a obtener recursos para sostener, sobre todo, nuestra misión en África. Es una grave responsabilidad y agradezco a Dios la oportunidad que me ha dado. Ahora, en este año, he estado en Houston y voy ahora una ciudad llamada Sealy, en Texas, a la parroquia de la Inmaculada Concepción.
Esta hermosa tarea de una o dos veces al año, es para mí, en especial, un recordatorio de que somos iglesia "una familia unida en la fe" que comparte con gozo. Sabemos que todos los bautizados somos misioneros. En el Decreto sobre las Misiones del Concilio Vaticano II llamado "Ad Gentes", se afirma que "La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera".
El Papa Francisco, en el mensaje del día de las misiones para 2015 exclamó: "La misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la “gramática” de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”. Quién sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero, y sabe que Jesús «camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266)".
En el inmenso espacio de la acción misionera de la Iglesia, todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compromiso como discípulo misionero, según su situación personal. Una respuesta generosa a esta vocación universal la pueden ofrecer los que comparten con nosotros —los que hemos donado nuestra vida entera a la misión— su oración, su sacrificio y su valiosa ayuda económica para las diversas obras.
Que la Santísima Virgen María, que "presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo" (EN 82) siga moviendo el corazón de todos los bautizados para dar de lo que se ha recibido de las manos del Señor.
Alfredo Delgado Rangel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario