Oración inicial:
¡Señor! Que yo sea puente entre los hombres para unir a los jóvenes y a los adultos en el diálogo de la vida; que yo sea el cemento armado que une ambos lados del río y a las vidas que por él pasan. Que yo sea más grande cuando mayores son las distancias. Que yo sea tan coherente que no quiera no necesitar ser más puente. Que yo sea el puente entre los hombres y el infinito para que, al pasar por mí, mis hermanos se detengan para contemplar tu obra majestuosa. Que yo sea un Padrenuestro vivo: la oración que une el cielo y la tierra. Señor, que yo sea puente, hermano y amigo, para que el mundo sepa que, para conseguir amar, necesitó hacer uso de un puente como yo que uniera a los hombres. Que yo sepa afirmar mis pies en el lodo que las aguas cubren, para poder tender las manos a los que no saben caminar limpios ni pisar donde se hunde el pie. Que nadie se preocupe de mis pies que pisan el barro, para percibir que mis hombros son pisados por aquellos que buscan el otro lado de las cosas donde se encuentra el amor. Amén.
1. Introducción.
Es claro que las buenas relaciones y de grupo infunden estabilidad, alegría y esperanza en las personas y en toda colectividad. La relación es vida, mientras que el aislamiento es muerte. La felicidad y realización de una persona está en el amor y el amor es un asunto de «buenas relaciones» con uno mismo, con Dios y con los demás.
La búsqueda de la vivencia de una fe cimentada en el amor, lleva al joven y al adulto creyente a la búsqueda de un grupo o comunidad cristiana que le ayude a crecer. El «grupo», como llamamos generalmente a nuestras comunidades formativos y de encuentro en la Iglesia, se vive como una realidad comunitaria al nivel de fe y de maduración humana, en donde el joven y el adulto, deben encontrar elementos que le ayuden a ser, como discípulo-misionero, puente entre Dios y los hombres, puente entre los adultos y los niños, puente entre los hermanos y hermanas de una sociedad que cambia constantemente y que necesita ver vida que aliente, que anime, que invite a seguir.
2. Nuestra experiencia.
En nuestro mundo actual, sobre todo entre la gente joven, hay una tendencia muy marcada a hacer las cosas y a vivir en comunidad, en equipo, en grupo, «en pandilla»… en familia.
Hay, entre los jóvenes, por ejemplo, algunos grupos que enriquecen a la comunidad; aunque son más bien escasos; la mayoría de los grupos que encontramos entre los jóvenes son «pandillas» que atacan, que rayan paredes o que cometen actos de vandalismo en pueblos y ciudades. Entre los adultos se ven muchos grupos para vivir el «socialito». Por su parte, muchos adolescentes buscan, y se acostumbran ya de jóvenes, a formar parte de esas pandillas que no son grupos oficiales para nada, sino que simplemente dan un sentido de pertenencia. Cuando a algunos de ellos les preguntamos si quisieran formar parte de un grupo de Iglesia nos dicen que no, que ellos quieren ser libres y no estar atados a nada. ¿Cuál es tu experiencia al respecto? ¿Cómo te va sobre todo con los adolescentes y jóvenes que te rodean?
En la educación, en general, el grupo se utiliza para «aprender» cosas, no para «aprender» a vivir y madurar, siendo esto tan importante. En nuestra Iglesia Católica, el grupo es una comunidad viva que debe ayudar a madurar. La mayor parte de gente adulta responsable en todos los campos, formó par-te de algún grupo en su juventud, se educó allí aprendiendo a vivir y a trabajar en equipo. ¿Conoces algunos casos?
La fe se hace fuerte en el grupo, porque como decía San Juan Pablo II: «La fe se fortalece dándola» y es en el grupo en donde esta fe se mantiene viva. Este santo Papa decía en una ocasión: «El hombre no está destinado a vivir solo. No subsiste solitario sobre la tierra. Está llamado a vivir su vida en comunidad. Por eso nacen las comunidades, de las que la primera y más fundamental es precisamente la familia. Y mediante las comunidades, primeramente la familia, el hombre se va formando y madurando como hombre».
Hoy, con tristeza, vemos que muchos de nuestros adolescentes y jóvenes no proceden de una familia, porque hay cada día más desunión en los hogares. El padre ha emigrado «al norte» en busca de trabajo y la mujer se ha quedado sola; en algunos ambientes los padres han de trabajar los dos todo el día para tener el sustento necesario; la violencia, en algunas partes, ha destrozado algunos hogares... ¿Qué podrá ofrecer el grupo eclesial para ayudar al adolescente, al joven y al adulto creyente a vivir la fe que en la asistencia al catecismo infantil ha sido más fácil asumir, vivir y expresar?
3. Iluminación de la Palabra de Dios.
Conviene leer y analizar estos textos:
Mt 18,19-20.
He 4,32-35.
He 2,42-47.
4. Una experiencia de vida.
Escucha y profundiza en este relato:
«Mi experiencia comenzó cuando en la Universidad el profesor de filosofía animó a unas cuantas personas inquietas y revoltosas a preparar una convivencia con la gente del mismo grupo escolar. Se quería plantear la necesidad de vernos fuera de clase, de conocernos más y de ver qué cosas podríamos hacer juntos, de darle salida a nuestras inquietudes. De aquella convivencia salimos dispuestos a analizar juntos qué estaba pasando en clase, en la Universidad, y empezamos a reunirnos en grupos. Hubo de pasar un buen tiempo hasta empezar.
Yo era entonces una de esas personas revoltosas, que en clase me preocupaba de estar con la gente, de hablar mucho, de protestar de vez en cuando, etc. Hijo de gente del campo, la verdad es que interesaba poco la vida de mi familia, los problemas de mi pueblo. Más bien, la Uni era para mí un refugio, un lugar que me servía de escape. El resto del grupo eran también personas sencillas que no teníamos muy claro lo que queríamos, pero que buscábamos algo distinto; aquella enseñanza no nos convencía.
Cuando el grupo comenzó a caminar, dos cosas me llamaron mucho la atención:
4.1 El descubrir en comunidad las necesidades de la gente, y contar con ellas a la hora de ver lo que hacíamos, por poquito que fuera, para cambiar algo de la vida de la Universidad.
4.2 Y el empezar a plantearnos la fe en grupo. Hasta esos momentos, yo sólo había creído en Dios cuando me veía en apuros, y en un Dios de domingo, que sólo servía para saludar a la gente en la puerta de la Iglesia.
En estos dos aspectos, el grupo me cambió, porque además de pensar en la gente, estábamos aprendiendo a ver qué nos decía, en medio de todo aquello, el Evangelio. Y eso significó en algunos momentos cambiar lo que planificábamos, porque nos ayudaba a ver con más claridad lo que queríamos. A mí, en un momento determinado, me ayudó a ver, por ejemplo, la poca importancia que yo le daba a mi familia, lo lejos que vivía de sus problemas. Y esto, planteado en grupo, iba ayudando a confiar en las personas, y a creer, gracias a ello, en un Dios nuevo, vivo, que tenía que ver con lo que pasaba.
5. Comunidad viva.
En el grupo, el joven y el adulto afirman su propia personalidad, porque ahí se siente conocido, aceptado, estimado y valorado. En el grupo la persona creyente se relaciona con otras personas de su misma edad e ideología y ahí aprende a comunicarse, a convivir, a participar y a comprometerse en actividades grupales y comunitarias. El grupo eclesial, en definitiva, satisface las necesidades básicas de toda persona: afecto, aprobación, seguridad, comunicación, participación, solidaridad, espacio para vivir y compartir la fe, etc.
En el grupo se experimenta vitalmente a la Iglesia como una comunidad viva que cree en Jesucristo, que celebra su fe y que vive el amor fraterno y solidario. En el grupo el creyente va creciendo y madurando su fe cristiana. Más que un simple instrumento metodológico, el grupo, en la Iglesia, es un lugar de evangelización y de catequesis de la vida.
6. Dos objetivos para lograr que el grupo sea una comunidad viva.
6.1 Que los que forman parte del mismo se conozcan. Lo primero que hacen las personas que se encuentran en un grupo es presentarse y darse a conocer. En el grupo hay que pasar de un «estar juntos» al conocimiento recíproco y a la aceptación de los otros. Para vivir hay que intercambiar la fe.
6.2 Que los jóvenes y adultos aprendan a comunicarse y a compartir la experiencia de la fe. El segundo aspecto de una comunidad viva en la Iglesia, consiste en ayudar a la persona a que tenga una comunicación interpersonal positiva, que le permita compartir con los demás espontáneamente sus necesidades, sus inquietudes, sus intereses, expectativas y aspiraciones. ¿Qué conoces tú de tus compañeros de grupo? ¿Qué sabes de la vida de cada uno? ¿De sus familias? ¿De sus problemas? ¿De sus alegrías?
Oración final:
Jesús, tú quisiste nacer en un grupo humano, en el mejor grupo humano: la familia. Y quisiste venir a nuestros grupos, estar entre nosotros, hombres reunidos, muchas veces también unidos.
Estás entre los que nos reunimos para aprender, para ayudarnos, para emprender algo, para descubrir, investigar, hacer una canción, jugar un partido, escalar una montaña, hacer una revista, organizar una fiesta, reunirnos en familia, celebrar un cumpleaños... y vivir la fe.
Estás de manera particular entre los que nos reunimos en tu nombre, los que tu presencia viva une... y es que tú quieres, porque es bueno para nosotros, que buscamos a los demás y que necesitemos de los demás, que nos sintamos útiles a los demás, que seamos felices con los demás y que nos demos a los demás. Y no sólo lo quieres, sino que depositas en cada uno la necesidad de dar y de recibir; sin los demás no podemos existir, subsistir, realizarnos, ser felices. Sin nosotros, otros quizá no vivirían, no serían felices o, al menos, no serían tan felices... esto merece nuestro enorme agradecimiento, Señor Jesús, hermano y amigo nuestro en comunidad.
Pero hay todavía más motivos. ¡Te lo queremos decir para agradecértelo! Y es que a muchos nos has revelado, hecho comprender y experimentar, que tú , en nuestros grupos, nos das más unión, fuerza, calor y felicidad, y nos ayudas a superar las dificultades y lograr metas que sin ti ni siquiera soñaríamos. El día en que logremos sentirte plenamente y lograr metas en nuestro grupo, no como un miembro marginado, sino como uno de nosotros, como el líder del grupo, ese día nuestro grupo se convertirá en familia, en una comunidad viva. Ese día has logrado lo que quieres, te sientes feliz, nos haces felices y nos lanzas a sembrar felicidad en las construcciones de la fraternidad. Gracias, Jesús. Quédate con nosotros, entre nosotros, en nuestros grupos... ¡para siempre! Amén.
Canto Final:
MI AMIGO
Ven construiremos, mil caminos al andar,
Pon tus manos en mis manos,
Somos puente sobre el mar.
Ven sembraremos, la semilla de la paz,
Y que nada nos detenga, somos uno y algo mas.
Porque tu amigo aquí estas conmigo, hoy como ayer;
Porque tu amigo eres el motivo y he vuelto a creer
Por que tu amigo eres el espacio en el que vivo yo,
Porque tu amigo me amas tanto, que dejas todo por mi
Se que ahora;
Muchos hombres te buscaran,
Van siguiendo las estrellas,
Vienen de cualquier lugar.
Se que tampoco,
Otros te dejan pasar
Abre las puertas del mundo,
Aquí estoy, soy tu lugar
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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