viernes, 8 de enero de 2016

«LLEVANDO LA MISERICORDIA EN LA MISIÓN». Relatos de misión en Carolina del Norte

‎"SUS PENSAMIENTOS NO SON MIS PENSAMIENTOS 
NI SUS CAMINOS SON MIS CAMINOS" (Is 55, 8).

Todo comenzó con el envío inesperado de mi superior a una Mission Appeal (Actividad parroquial para solicitar ayuda para la misión en África) a Houston y a una misión Guadalupana a Asheboro, en Carolina del Norte, dos cosas que moverían lo previsto en mi agenda para diciembre de 2015.

Después de terminar la Mission Appeal en Houston, llegué al aeropuerto de Greensboro, Carolina del Norte, donde me esperaban algunos de los fieles laicos de esta comunidad que, encabezados por el coordinador de la comunidad latina y sin conocerme, me identificaron de inmediato como sacerdote, pero dudando que fuera este padrecito misionero al que ellos esperaban: —¡Lo veíamos como si fuera alguien que ya conocía el lugar! Ellos sabían que venía un padre que nunca había estado en Carolina del Norte, pero yo, que soy tan despistado, tengo que ir poniendo cuidado en cuanto letrero veo para no extraviarme, lo cual da la finta de ser alguien muy seguro y que conoce el lugar.

Isidro Fuentes el coordinador del ministerio latino, acompañado por Lupita, Carlos y Carlitos, me recibieron muy amablemente y me condujeron en auto hasta Asheboro en donde el padre Philip Kollithanath, me esperaba con los brazos abiertos. El sacerdote, originario de la India, es el párroco de esta comunidad de Saint Joseph de la que más o menos el 70% de la comunidad es hispana.

Desde el primer día, el 30 de noviembre; Gloria, la esposa de Isidro, con él y sus hijos, me llevaron a comprar las provisiones necesarias, ya que en casa no hay cocinera, pero, para mi sorpresa, cada día había una familia que pasaría por mí por la mañana, al mediodía y en la tarde para comer... ¡Ya pueden imaginarse la peregrinación de casas y restaurantes que realizamos! Cada día, al terminar el desayuno, empezaba mi turno de confesiones que se interrumpía para ir a tomar el "lunch" y luego para celebrar la Misa y tener la reflexión de cada noche. Esos momentos me daban la oportunidad de contemplar hermosísimos paisajes de esta parte de los Estados Unidos a la que nunca me imaginé que fuera a llegar algún día.

Empezamos los días de misión el 1 de diciembre con un taller para todos los servidores de la parroquia: coordinadores de pastoral, dirigentes de grupos, ministros extraordinarios de la comunión, lectores, coros, etc., con una participación muy nutrida. Enseguida vinieron dos días con preparación sobre el Adviento en el año de la Misericordia y el 3 empezó la novena de la Virgen de Guadalupe, con cantos y rezos muy animados. El viernes 4 nos reunimos con los coordinadores de esta misión para preparar el retiro parroquial de Adviento, que sería el sábado y en el que hubo una gran participación de todos, desde los niños de catecismo hasta gente que poco se acercaba a la Iglesia. Ese día por la tarde tuvimos la Santa Misa, que todos los sábados, preside el padre Philip quien hace un grandísimo esfuerzo por hablar español y lo hace bastante bien. Durante estos días me dejó las Misas de español, y una que otra bilingüe y en inglés... ¡Yo encantado con una comunidad así! Ese fin de semana tuve las Misas de 6 de la tarde el sábado y de 12 del mediodía el domingo.

La Fiesta de la Inmaculada Concepción es de precepto en los Estados Unidos, así que tuvimos la Misa Bilingüe en las Vísperas, el día 7, y el día 8, la Misa Solemne para la Apertura del Año de la Misericordia. ¡Cuánto amor tiene nuestra Iglesia a la Santísima Virgen! Igual, anglos y latinos participaron con gusto en la liturgia de la Palabra, en el coro y como ministros. ¡Es hermoso ver la integración de estas dos culturas y celebrar la gritería nicaragüense: Alguien grita: «¿Quien causa tanta alegría?» y todos responden: «¡La Concepción de María!».

Las horas de confesión, que eran bastantes gracias a Dios, eran aprovechadas por una gran cantidad de latinos, anglos y hasta vietnamitas, que sabiendo que estaba allí un misionero, llegaban en busca de la misericordia de Dios. Cada uno salía del confesionario llevando palabras de aliento y estampas de la beata María Inés que, siempre misericordiosa como el Padre, intercede por ellos allá en el cielo.

A lo largo de los días, el número de fieles que acudían a las charlas iba en aumento, y, como en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hubo algunas conversiones y personas que tenían más de 20 o 30 años de no confesarse. Cada día iba tomando diversos aspectos del mensaje de la Santísima Virgen de Guadalupe a Juan Diego y por supuesto, la doctrina Inesiana, que siempre lleva ese sello mariano-guadalupano. Escuchaba confesiones y el tiempo volaba, al igual que los pecados, que dejaban a la gente libre y gozosa para reemprender el camino de la fe. 

Tuvimos la noche del día 9 para hablar de la Misericordia de Dios a adolescentes y jóvenes, invitando a creyentes y no creyentes. En esa noche de oración, después de la Misa Bilingüe, oramos, cantamos y reflexionamos en una lectio divina en torno al pasaje del joven rico en Mt 19. El , el padre Philip Kollithanath, al ver tantos jóvenes, se llenó de alegría y mandó traer pizzas y refrescos para alrededor de 80 muchachos y muchachas que cantaban y alababan a Dios gozosos de saberse amados y llamados. ¡Claro está que al día siguiente de esa noche, ya me esperaban jovencitos de todos colores y sabores y de dos idiomas para recibir la absolución!

Al día siguiente, el 10, luego de la Misa con la comunidad de habla inglesa, se dieron cita matrimonios casados por la Iglesia o solo por el civil, así como parejas en unión libre para la reflexión sobre la Misericordia de Dios en la vida de familia. Igualmente invitamos a todos, creyentes y no creyentes, y la gente respondió. Meditamos juntos ayudados de la parábola del sembrador (Mateo 13,1-9, Marcos 4,1-9 y Lucas 8,4-8) y analizando lo que cada quien puede hacer con esa semilla de fe que ha caído en la tierra de su familia. ¡Al día siguiente tenía una gran cantidad de peces gordos que habían decidido acercarse al sacramento de la reconciliación!

Yo seguía en mi peregrinación en las casas de las familias que me ofrecían comida y más comida, sin faltar las tortillas hechas a mano y todos muy conscientes de lo que podía o no comer, igualmente visitando los diversos restaurantes de todo tipo y gozando sobre todo los momentos de convivencia con las familias de inmigrantes de los diversos países de América Latina que trabajan casi todos en la ebanistería y en maquiladoras de medias, calcetines, elásticos y otro tipo de ropa por el estilo.

Así llegamos a las Vísperas del día 12, con la Misa de Gallo de la noche del 11. para cantarle luego las mañanitas a la Morenita del Tepeyac a la media noche... ¡hasta con banda zacatecana! y ver luego comer tamales y más tamales a la gente, que gozaba como si estuviera en algún rincón de México, Guatemala, Nicaragua, El Salvador y como si fuera pleno mediodía.

El día 12, la Santa Misa se realizó en un gran auditorio, el "Asheboro High School Auditorium", ya que hubiera sido imposible meter a toda esa gente en la parroquia. La Eucaristía se inició con una procesión con una gran cantidad de niños que llevaba cada uno una rosa para la Virgen; fueron tantos que los recipientes para colocarlas resultaron insuficientes. Acompañaba la procesión —con muchos de los niños vestidos de juandieguitos y las niñas de guarecitas— un gran coro que ensayó desde muchos días antes y que puso a la celebración un tinte muy especial. Las lectoras también lucieron sendas ropas purépechas traídas de México para la ocasión. 

El padre Philip, desde días antes, me había dicho que quería que fuera yo quien presidiera y predicara en las dos celebraciones, y que en la del día 12 quería que hablara de nuestra misión en África pues habría una colecta especial para ayuda de la misma. Dado que había estado confesando desde el día 1 casi todo el día y parte de la noche, las filas de la comunión eran nutridas, mientras los cantos se prolongaban. Ese día, y todos los demás, durante las homilías, tuve la valiosa oportunidad de dar a conocer algo de la bellísima y sólida doctrina Inesiana en un lugar donde poco habían escuchado hablar de la beata María Inés, ahora presente en muchas casas del lugar y en bastantes corazones, en estampas de varios tamaños y en algunos casos, sobre todo de enfermos, en las medallitas con reliquia. Al final de la Santa Misa tuvo lugar la escenificación de las apariciones de una manera muy profesional. 

¡Cómo no agradecer a la Dulce Morenita del Tepeyac su elección por todo nuestro continente y más al ver a muchas naciones unidas en una celebración! ¡Cómo no agradecer al Pastor de esta comunidad, el padre Philiph, que no escatima en esfuerzos por conocer y profundizar más en la cultura religiosa de sus fieles latinos y tiene esta iniciativa de traer misioneros que les hablen en su lengua! ¡Cómo no agradecer a Isidro Fuentes y todo su equipazo de hombres y mujeres de fe que lo respaldan en este fuerte compromiso de liderar la comunidad hispana! ¡Cómo no agradecer a mi superior, que confió en mi para esta misión! ¡Cómo no agradecer a tanta gente que día a día, en las diversas partes del mundo por donde he pasado llevando el amor de Dios ora por mí! ¡Cómo no agradecer a toda la comunidad hispana de Asheboro que se desbordó en estos días! ¡Cómo pagar la generosidad de tanta gente! ¡Cómo no agradecer al Señor la cantidad de nuevos amigos que tengo ahora en Asheboro!

El día 13, muy temprano, Roberto y Lupita, Mingo e Isidro, me llevaron de regreso a Greensboro a tomar el avión para continuar mi misión en Costa Rica con una breve escala en Houston.

Me viene repetir ahora, dando gracias a Dios por esta experiencia, la jaculatoria que con tanta sencillez nuestra fundadora, la beata María Inés solía recitar al acabar cada misterio del Santo Rosario y que nos dejó en herencia: «Mi corazón en amarte, eternamente se ocupe, y mi lengua en alabarte, Madre mía de Guadalupe». Amén.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

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