jueves, 28 de enero de 2016

«LLAMADOS A SER TESTIMONIO DE LA ALEGRÍA»... HORA SANTA 25. Para agradecer el don de la Vida Religiosa


Monitor: Nos hemos reunido para orar en torno a Jesús Eucaristía, queremos meditar y orar agradeciendo el don de la Vida Consagrada, pensando en tantos hombres y mujeres que han sido llamados por Dios a seguir a Cristo Jesús de una manera especial por medio de los votos evangélicos de Castidad, Pobreza y Obediencia; que viven en comunión de vida y se entregan a la misión de construir el Reino de Jesús en las fronteras del mundo, llevando impreso en sus vidas el «Evangelio de la Alegría». Iniciemos nuestro momento de adoración con el canto para hacer la Exposición del Santísimo Sacramento:

CANTO:
«PESCADOR DE HOMBRES»

Tú has venido a la orilla, 
no has buscado ni a sabios ni a ricos, 
tan solo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos, 
sonriendo has dicho mi nombre, 
en la arena he dejado mi barca, 
junto a Ti buscare otro mar.

Tú sabes bien lo que tengo, 
en mi barca no hay oro ni espadas, 
tan solo redes y mi trabajo.

Tú necesitas mis manos, 
mi cansancio que a otros descanse, 
amor que quiera seguir amando.

Tú, Pescador de otros mares, 
ansia eterna de almas que esperan,  
amigo bueno, así me llamas.

Ministro: Adoremos y demos gracias en cada momento
Todos: Al Santísimo Sacramento.

Padre Nuestro.
Ave María.
Gloria. (Se repite todo esto tres veces, según la tradición).

Ministro: Oye, Señor, las oraciones de tus hijos que, rodeando el Altar, congregados aquí en la presencia de tu Hijo Jesús en este sacramento de amor, ofrecen por todos aquellos en quienes has sembrado la vocación religiosa en el campo de tu Iglesia; a fin de que sean hombres y mujeres comprometidos en llevar el Evangelio de la alegría con su testimonio de vida en pobreza, castidad y obediencia en el servicio a sus hermanos y hermanas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Momentos de silencio para la reflexión personal.

Monitor: Oremos en este momento por todos los consagrados, para que vivan con alegría su voto de castidad.

Lector 1: La castidad, es el voto que ayuda a los religiosos a mantener viva en ellos la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona consagrada adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negación de la sexualidad. Es un fruto del Espíritu Santo.
Lector 2: La castidad es el voto que supone esfuerzo y que fortalece el carácter y la voluntad del que ha sido llamado a seguir al Señor más de cerca, dando a él posesión y dominio de la propia vida. Es un entrenamiento para formar la personalidad en la generosidad y en el deber para anunciar el Evangelio con libertad.
Lector 1: Señor Jesús, tú que has llamado a algunos hermanos y hermanas a vivir en castidad, abre sus corazones a tu gracia para que puedan vivir en armonía con nuestro Padre Dios, como tú Jesús Eucaristía y sin perder la alegría en ningún momento. 
Lector 2: Da a nuestros hermanos consagrados armonía con nuestro Padre Dios y envía a cada uno de ellos el fuego del Espíritu como lo enviste a los apóstoles, para hacer posible la armonía interior y con el prójimo. Esta armonía pura que es fuente de profunda paz y alegría. 
Lector 1: Gracias Jesús Eucaristía porque das a tu Iglesia hombres y mujeres que, con el voto de castidad, purifican el amor y lo elevan; dándonos una mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor que tú nos tienes al haberte quedado con nosotros.
Lector 2: Aumenta la energía física y moral de cada uno de los consagrados; dales mayor rendimiento en su vida apostólica, y consérvales el gozo de sentirse siempre amados, superando toda clase de egoísmo y acrecienta en ellos la nobleza y lealtad en el servicio y en el amor en su vocación.

Momentos de silencio para la reflexión personal.

CANTO
«EL SEÑOR ELIGIÓ A SUS DISCÍPULOS»

El Señor eligió a sus discípulos
los mandó de dos en dos.

Es hermoso ver bajar de la montaña
los pies del Mensajero de la paz.

Los mandó a las ciudades
y lugares donde iba a ir El.

La cosecha es abundante,
les dijo el Señor al partir.

Pídanle al dueño del campo
que envíe más obreros a la mies.

Al entrar en una casa
saluden anunciando la paz.

El Reino de Dios está cerca,
a todos anunciarán.

Los que a ustedes los reciban
me habrán recibido a Mí.

Quien recibe mi Palabra
recibe al que me envió.


Monitor: Oremos ahora por todos los consagrados, para que vivan con alegría su voto de obediencia.

Lector 1: La obediencia consagrada es un especial don de gracia, concedido por el Espíritu Santo a la Iglesia en nuestros hermanos consagrados para revivir intensamente esta dimensión de la vida y del misterio de Jesús.
Lector 2: Por el voto de obediencia religiosa, nuestros hermanos consagrados se sujetan a Dios, y voluntariamente prometen a sus superiores, ser dirigidos por ellos en los caminos de perfección de acuerdo al propósito y a las normas de cada instituto.
Lector 1: La obediencia de los consagrados nace de su amor y es esencialmente amor.  Y su amor se expresa y comprueba en la más perfecta obediencia, en el cumplimiento fiel de la voluntad del Padre.
Lector 2: Jesús Eucaristía, tú que has elegido a algunos miembros de la Iglesia para vivir en obediencia consagrada a Ti, haz de su «sí» constante en este voto, una adhesión libre e incondicional a la voluntad de nuestro Padre Dios para que, imitándote a Ti, sean expresión concreta y demostración viva de tu amor al Padre que se hace perpetúa en ellos.
Lector 1: Gracias Señor Jesús, por tantas almas de consagrados que con su testimonio de obediencia nos enseñan el camino del servicio y la humildad. Aumenta en ellos el gozo de verte siempre obediente a la Voluntad del Padre y el anhelo de amarte más y hacerte amar del mundo entero pàra que todos te conozcan y te amen.
Lector 2: Conserva, Señor Jesús, en quienes has llamado a la vida consagrada, una buena disposición de aceptar con alegría una regla común y una dirección manifiesta en un espíritu de unión y concordia que mantenga en ellos el entusiasmo a hacer la voluntad de tu Padre Dios en todas las encomiendas que reciban.

Momentos de silencio para la reflexión personal.

CANTO:
«ANUNCIAREMOS TU REINO, SEÑOR»

Anunciaremos tu reino, Señor, 
Tu reino, Señor, tu reino.

Reino de paz y justicia, reino de vida y verdad
Tu reino, Señor, tu reino.

Reino que sufre violencia, reino que no es de este mundo.
Tu reino, Señor, tu reino.

Reino de amor y de gracia, reino que habita en nosotros.
Tu reino, Señor, tu reino.

Reino que ha comenzado, reino que no tendrá fin.
Tu reino, Señor, tu reino.


Monitor: Oremos en este momento por todos los consagrados, para que vivan con alegría su voto de pobreza.

Lector 1: San Juan Pablo II decía que «la pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre. Vivida según el ejemplo de Cristo que "siendo rico, se hizo pobre" (2 Co 8,9). En la vida religiosa se profesa el voto de pobreza prometiéndole al Señor darle el corazón indiviso a Él.
Lector 2: El fin del voto de pobreza es ayudar al consagrado a vivir en libertad interior, recordando que no se puede decir que se está totalmente libre si se está atado a las cosas. Ser pobre es, para el consagrado, no pensar en él solo y pensar solo en Dios.
Lector 1: El voto de pobreza libera a nuestros hermanos consagrados de los deseos de comodidad y satisfacción, les ejercita en sentir ausencia de las necesidades materiales y despega su ser de apegos interiores para amar solo a Dios.
Lector 2: Gracias Señor Jesús, por tantos hombres y mujeres que en el mundo entero se han desposado con la «dama pobreza» —como llamaba San Francisco a este voto— para amarte más y tenerte como única realidad.
Lector 1: Cristo Jesús, tú que ente Santísimo Sacramento del Altar nos muestras a todos como debe ser la pobreza. Tú, que sigues siendo pobre materialmente, por las especies que deseaste utilizar en este sacramento, donde por amor estás encerrado hasta tu segunda venida, ayuda a nuestros hermanos consagrados y líbralos de toda clase mundanidad, enamorándolos más y más de vivir como Tú, libre y desapegado de todo bien material.
Lector 2: Haz que la pobreza de nuestros consagrados, como lo deseó la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, sea un reflejo de cómo vives Tú en la Eucaristía, el Rey de Reyes, nunca escogiendo la custodia donde serás expuesto, ni los ornamentos que utilizarán para que vengas a nosotros. Que así a nuestros consagrados les importe muy poco lo que tienen o lo que no, donde los pongan a servir, donde estén. Jesús Sacramentado, se Tú  la única riqueza de quienes se han consagrado a Ti y conserva viva la alegría de su corazón.

Momentos de silencio para la reflexión personal.

CANTO:
«QUÉ DETALLE»

Qué detalle, Señor, has tenido conmigo
cuando me llamaste, cuando me elegiste,
cuando me dijiste que tú eras mi amigo.
qué detalle, Señor, has tenido conmigo.

Te acercaste a mi puerta y pronunciaste mi nombre.
Yo temblando te dije: aquí estoy, Señor.
Tú me hablaste de un Reino, de un tesoro escondido,
de un mensaje fraterno que encendió mi ilusión.

Yo dejé casa y pueblo por seguir tu aventura,
codo a codo contigo comencé a caminar.
Han pasado los años y aunque aprieta el cansancio
paso a paso te sigo sin mirar hacia atrás.

Qué alegría yo siento cuando digo tu Nombre,
qué sosiego me inunda cuando oigo tu voz,
qué emoción me estremece cuando escucho en silencio
tu palabra que aviva mi silencio interior.

En seguida se tiene la siguiente lectura. Si el que lee es un sacerdote o diácono se puede tener una breve homilía.

Del Evangelio según San Juan                                                                                          (15, 9-17). 

“Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandatos, permanecerán en mi amor, así como yo permanezco en el amor al Padre, guardando sus mandatos. Yo les he dicho todas estas cosas para que en ustedes esté mi alegría y la alegría de ustedes sea perfecta. Mi mandamiento es éste: Ámense unos a otros como Yo los he amado. No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si cumplen con lo que les mando. Ya no los llamaré servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Les digo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí. Soy Yo quien los eligió a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto, y ese fruto permanezca. Y quiero que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, Él se lo dé. Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros”.

CANTO:

«UNA ESPIGA»

Una espiga dorada por el sol, 
el racimo que corta el viñador, 
se convierten ahora en pan y vino de amor 
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Compartimos la misma comunión. 
Somos trigo del mismo sembrador, 
un molino, la vida, nos tritura con dolor 
Dios nos hace eucaristía en el amor.

Como granos que han hecho el mismo pan, 
como notas que tejen un cantar, 
como gotas de agua que se funden en el mar, 
los cristianos un cuerpo formarán.

En la mesa de Dios se sentarán. 
Como hijos, su pan comulgarán. 
Una misma esperanza, caminando, cantarán. 
En la vida, como hermanos se amarán.

Preces por los consagrados:

Monitor: Agradeciendo el don de la vida consagrada, y bajo el cuidado maternal de María, la Madre de Jesús Eucaristía y Madre de todas las vocaciones, oremos por todos aquellos a quienes el Señor ha llamado a seguirle más de cerca en un compromiso de comunidad viviendo en castidad, obediencia y pobreza:

Señor, conserva siempre viva la vocación de todos los consagrados.

Te pedimos, Señor, que fortalezcas con tu Pan Eucarístico a todos los consagrados del mundo entero, para que su testimonio sea creíble. Haz de todas las casas religiosas y de la vida de cada uno de ellos, espacios fecundos de santificación y humanización. Que así como María se encaminó presurosa para llevarte, ellos también vayan siempre presurosos por el mundo llevándote en su servicio siempre fecundo. OREMOS.

Te pedimos, Cristo Eucarístico, que todos los consagrados permanezcan atentos y vigilantes a tu presencia que está habitando en toda realidad, para que, sin dejarse abrumar por el peso del tanto quehacer y para no dejarse arrastrar por las cosas del mundo que pueden llegar a quitarles su alegría, vivan felices escuchando a tu Madre Santísima que les dice que hagan lo que Tú les digas. OREMOS.

Te pedimos, Señor Jesús, que tu anhelo de justicia, fraternidad y paz universal se siga construyendo poco a poco, sin desfallecer,  con ayuda de tantos consagrados, alentando los gestos solidarios de tantos hombres y mujeres que no renuncian a la utopía y que te han querido seguir en tu mismo estilo de vida acompañados siempre por el amor de tu Madre Santísima. OREMOS.

Te pedimos, Salvador nuestro, en este día, que nunca falten fuerzas a nuestros hermanos consagrados para seguir trabajando en la evangelización en países ajenos a la fe cristiana por su cultura o por su desafección o indiferencia. Que se mantengan firmes en su esperanza en medio de todas las dificultades contando siempre con la protección de tu Madre Inmaculada. OREMOS.

Te pedimos, Señor autor de toda vocación, que aumentes el número de vocaciones a la vida consagrada y que protejas especialmente a todos los consagrados y consagradas que se han cruzado en nuestro camino, para que no falte nunca en la Iglesia, el valioso testimonio de quienes viven y anuncian de una manera tan comprometida, la alegría del Evangelio como María tu Madre siempre fiel. OREMOS.

Monitor: Dios está presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Preparemos nuestros corazones para recibir con agrado su bendición.

CANTO PARA LA BENDICIÓN:
«TANTUM ERGO»

Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet fides suppleméntum
Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Amen.

Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia.

Ministro: Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
Todos: Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Luego el ministro se pone en pie y dice:

Oremos: Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: Amen.

Bendición Eucarística.

Una vez que se ha dicho la oración, si el que hizo la exposición es el sacerdote o diácono, toma el paño de hombros, hace genuflexión, toma la custodia o el copón, y sin decir nada, traza con el Sacramento la señal de la cruz sobre el pueblo. (A continuación se pueden decir las alabanzas de desagravio)

Alabanzas de desagravio:

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Concluida la bendición, el mismo sacerdote o diácono que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo.

CANTO:  
«PESCADOR»

Pescador,  que al pasar por orilla del lago,
me viste secando mis redes al sol,
tu mirar se cruzó con mis ojos cansados
y entraste en mi vida buscando mi amor.

Pescador,  en mis manos has puesto otras redes 
que puedan ganarse la pesca mejor,
y al llevarme contigo en la barca
me nombraste, Señor,  pescador.

Pescador, entre tantos que había en la playa
tus ojos me vieron, tu boca me habló
y a pesar de sentirse mi cuerpo cansado,
mis pies en la arena siguieron tu voz.

Pescador,  manejando mis artes de pesca
en otras riberas mi vida quedó,
al querer que por todos los mares del mundo
trabajen mis fuerzas, por ti, pescador.

Pescador,  mi trabajo de toda la noche
mi dura faena hoy nada encontró.
Pero Tú, que conoces los mares profundos
compensa, si quieres, mi triste labor.

Alfredo Delgado, M.C.I.U. 2016.

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