Mucha gente, en medio de la tolvanera que se levanta constantemente en esta sociedad líquida por ideas que van y vienen aceleradamente se siente perdida. Y es que debido a esta multiplicación excesiva de ideologías de diverso tipo, hay cientos y seguramente miles de personas que no mantienen posturas coherentes, que presentan visiones eclécticas que estructuran la participación política y social con roles que no se alcanzan a comprender o a vivir en plenitud. En los últimos años, ideologías militantes de las que todos sabemos y que se dan en diversas naciones, como el populismo de derecha y el liberalismo de justicia social han cobrado fuerza, conquistando adeptos y sacudiendo al llamado «establishment», ese grupo dominante de élite que controla el poder político, económico o social.
Los cristianos comprometidos, los hombres y mujeres de fe y la gente de buena voluntad, inmersos en las realidades del mundo, caminamos con esa sensación que carcome y que entristece el alma, que hace que de repente todo se vea gris, sin sol y sin colores. Debemos darnos cuenta de que en este tiempo de Adviento el Señor nos busca para recordarnos que vamos solo de paso por esta tierra y que hemos de dejarnos encontrar por él para prepararnos a su segunda venida. El Buen Pastor, al que hace referencia el evangelio de este martes, nos hace pensar en ese Dios que nos cuida y nos protege aún en medio de cuanta adversidad se presente, ayudándonos a avanzar por estos «valles oscuros» esperando la llegada de la luz de la que él es portador (Mt 18,12-14). Esas ovejas somos nosotros.
Desde los primeros años del cristianismo son constantes las representaciones de ese Buen Pastor con el cordero al hombro, una imagen tierna y entrañable. De hecho las imágenes más antiguas que se han encontrado en las catacumbas son de el Buen Pastor. Hoy Jesús nos vuelve a hablar de ella, de cómo el pastor va en busca de la oveja perdida y de cómo se alegra al encontrarla. Y llega más lejos al decirnos que no es voluntad de nuestro Padre que se extravíe ni una sola de sus ovejas: un mensaje de esperanza, de futuro, de confianza... ¡de Adviento! Cada año celebramos este tiempo litúrgico que nos recuerda que Dios no se cansa de amarnos, no se cansa de perdonarnos, no se cansa de prepararnos al encuentro definitivo; por eso nosotros no debemos tener reparos en dejarnos encontrar por Él, en dejarnos rescatar para salir de la noche oscura del alma —como decía San Juan de la Cruz— Acrecentemos nuestra confianza en Dios en este Adviento, dejémonos encontrar por el Buen Pastor y refugiémonos en sus brazos como la oveja perdida. Con Él, que ya llega, nada nos falta. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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