El Don de Ciencia es un hábito sobrenatural infundido por la Gracia por el cual la inteligencia del hombre bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, juzga rectamente de las cosas creadas en orden al fin sobrenatural.
Por el Don de Ciencia, la gente no se aferra a las cosas materiales y se hace libre de usarlas según el fin para el cual Dios las ha creado. Por ejemplo: Santa Teresa no estaba de ningún modo apegada al dinero y sin embargo cuando lo necesitaba no dudaba en buscarlo y conseguirlo. Es conocido como en momentos de necesidad económica la santa de Ávila “cobraba dinero” a ciertas personas muy ricas que querían hablar de cosas espirituales con ella. Como la santa tenía tan poco tiempo y tanto trabajo del que dependían para subsistir ella y sus hermanas, no dudaba entonces en cobrar un arancel por las charlas que tenía con algunas personas. Podríamos decir que Santa Teresa tenía un Don de Ciencia respecto del tiempo y de los bienes materiales en cuanto que eran cosas necesarias para sus hijas.
El Don de Ciencia nos hace ver claramente que detrás de todas las cosas está Dios. Necesitamos el Don de Ciencia para usar de las cosas según el fin para el cual han sido creadas. Con el Don de Ciencia puedo usar de las cosas que me acercan a Dios y alejarme de las cosas que me alejan de Él.
El Don de Ciencia me inspira el modo más apropiado de actuar frente a las demás personas en orden a la voluntad de Dios. Santo Tomás decía que por éste Don nos hacemos más prudentes, ya que al ver a Dios detrás de todas las cosas, actuamos más según su voluntad. Por ejemplo: un predicador sabe que decir a sus oyentes por este Don, una madre qué cosas enseñar y cómo según la necesidad de su hijo…
Gracias al Don de Ciencia la fe, lejos de encontrar obstáculos en las cosas creadas para remontarse hasta Dios el hombre se vale de ellas como un trampolín que lo ayuda a poder hacerlo con más facilidad.
El Señor conduce al justo por caminos rectos y le comunica la ciencia de los santos. El Espíritu Santo advierte también cuándo las cosas buenas y rectas en sí mismas pueden convertirse en malas para el hombre porque le separan de su fin sobrenatural: por un deseo desordenado de posesión, por apegamiento del corazón a estos bienes materiales de tal manera que no lo dejan libre para Dios, etcétera.
Habitualmente, el Espíritu Santo, con su gracia, hace sentir al alma pecadora la nada de las criaturas, la miseria misma. El don de ciencia desempeña entonces un papel preponderante. La Venerable Madre Inés decía que ponía “su miseria al servicio de la misericordia” y se reconocía como “la nada pecadora”, una humilde “piltrafilla”.
Ella distinguió siempre con claridad, el bien del mal y supo seguir en todo momento el camino del bien sin apegarse a nada ni nadie, pero, disponiendo de todo y disponiendo a todos a amar y servir a Dios, aún con lágrimas desgarradoras en medio de la confusión, de la crítica, de la incomprensión.
Con esta ciencia iluminó el estudio, la profundización y la vivencia de las bienaventuranzas, y es celebre un estudio que hizo al respecto, plagado de sencillez y de invitación a admirar y vivir la bondad de Dios.
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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