Hoy nuestras hermanas “Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento” están de fiesta y con ellas toda la Familia Inesiana, porque celebramos con ellas el día en que que la Venerable Sierva de Dios María Inés Teresa Arias, nuestra madre Fundadora, iniciaba esta amada Familia Misionera con la fundación de la congregación de las “Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento”, obra que hoy se extiende por el mundo entero llevando el mensaje de salvación.
Estamos seguros deque el Padre de las Misericordias se complace en ver viva y actuante esta obra de Madre Inés, al palpar la acción del Espíritu Santo en la respuesta al llamado que Dios le hizo, para dar a la Iglesia una fundación misionera comprometida en la acción y en la contemplación para conquistar el mundo para Cristo y hacerle reinar en cuantos corazones sean los habitantes del mundo bajo el cuidado amoroso de Santa María de Guadalupe.
Cuando Madre Inés escribía al Señor Arzobispo de la Cd. de México, dos años antes de que se realizara la fundación, cuando ella ya sabía lo que el Señor le pedía y buscaba cómo realizar los deseos que el Señor le inspiraba, le decía: "Nuestro Señor quiere, según me parece, en este Instituto Misionero, fundir a Marta y María; hacer de las dos una sola alma toda activa y toda contemplativa... Y todo esto bajo la mirada maternal de la Madre de Dios."
Al año siguiente, en 1944, le escribía al Obispo de Tepic y le compartía: "Es mi anhelo fundir en un solo instituto las dos vidas: Contemplativa y activa. No dejar ninguna de nuestras prácticas de piedad, pues considero que este es el principal elemento para la difusión del Evangelio. Solamente que organizaremos de tal manera nuestras prácticas de comunidad, que nos dejen las principales horas del día libres para el apostolado exterior: Misión, enseñanza de la doctrina cristiana, dispensario, colegio y si Nuestro Señor así lo quiere, hasta lazaretos, etc."
¿Quién inspiró en la Venerable Sierva de Dios estos anhelos? sólo Dios mismo pudo haberlo hecho ¡Cómo se complace Dios en el alma que sabe responder a su llamado! Un alma como la de Madre Inés, que en sencillez y confianza se lanzó a seguir en todo momento y en todo punto la divina voluntad.
"Él solo fue mi Maestro; El desprendió mi alma de las cosas de la tierra, para no querer pensar más que en Él; vivir con Él, de Él, por Él, pero con María, de María y por María" escribía. ¡Cómo le debe haber costado aquella fundación que brotaba de la voluntad de Dios a un alma que vivía feliz en la vida de su monasterio de clausura pero que, al mismo tiempo, se sentía impulsada por el fuego de la misión! Ella misma lo dice: "Lo deseo con toda mi alma y siento un no se qué‚ de indefinible tristeza cuando tenga que salir de esta casa. Yo creo que voy a sufrir más que cuando me separé de mis padres y hermanos. Mas, como entonces, Él me dará fuerza, pues que la voy a necesitar doblada, triplicada. Viéndome solo a mi, considero demasiado temerario mi anhelo; pero viéndolo en Él y en Ella, veo que en todo es nada y que "todo lo puedo en aquel que me conforta".
Jesús y María de Guadalupe acompañarán a la Venerable Sierva de Dios siempre. María de Guadalupe será el alma del alma de este Instituto de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de todas las demás obras que Dios inspiraría más tarde a su corazón fecundo siempre joven.
¡Que hermoso es contemplar ahora, después de 60 años, el efecto que aquella disponibilidad al llamado divino produjo! ¡Bendito sea el Señor que infundió en el corazón de Madre Inés el carisma especial para fundar nuestra Familia Misionera.
¡En 60 años cuántos frutos! Generaciones y generaciones de misioneras y misionero de toda clase y condición, precedidos por esta alma grande y por aquellas primeras que supieron seguir su ejemplo de vida contemplativa y activa en la misión. Varios cientos de misioneras y misioneros que se realizan en el mundo entero llevando el mensaje de salvación como miembros de las diversas ramas de la Familia Inesiana. Ciertamente podemos estar seguros de que el Padre se complace con la Venerable Sierva de Dios y con su obra extendida en los cinco continentes.
Aquella aventura misionera que se inició como continuidad y maduración de un carisma recibido desde antes de ingresar al monasterio del Ave María, no se ha terminado. En la vida de la Venerable Sierva de Dios estuvo siempre constante y ahora continúa en la labor de quienes hemos querido seguir sus pasos.
De estos 60 años, 36 los vivió Nuestra Madre aquí en la tierra y al frente de la Congregación de las Misioneras Clarisas, en constante estudio, formación de las hijas, de los Vanclaristas, de los primeros Misioneros de Cristo, revisando y aprobando construcciones, trabajando incansablemente en la expansión misionera en una inmolación alegre, serena y decidida que muchas de nosotros pudimos palpar.
Ahora, a ella la llamamos "Venerable Sierva de Dios", va camino a los altares y esperamos con ansia su beatificación. Dios en ella nos ha dado testimonio de su amor porque ella se ha identificado con su Hijo muy amado. Y el Padre quiere ahora seguir con sus complacencias en cada una de los miembros de la Familia Inesiana, fieles hijas e hijos de esta maravillosa mujer que en el "sí" de cada uno, prolongan su respuesta de amor.
¡Felicidades! Que el Señor ilumine en especial a nuestras hermanas Misioneras Clarisas porque somos conscientes que son nuestras hermanas mayores, pidan hermanas Misioneras Clarisas al Señor que haga arder en ustedes el mismo fuego que ardió en el corazón misionero de nuestra Venerable Fundadora para que nos sigan transmitiendo el fuego de la misión.
Tomados de la mano de María, queremos, en familia, vivir como ella y sentir su presencia de madre, de amiga, de compañera y modelo de vida que alienta en todo momento. Que estos 60 años sean un resurgir, un renacer con ese espíritu del nuevo ardor al que nos invita la nueva evangelización. Una manifestación de que el Carisma de la Venerable Sierva de Dios María Inés Teresa Arias está vivo y quiere que el Padre se complazca en cada miembro de nuestra Familia Inesiana, como se complace en Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Alfredo Delgado, M.C.