Somos peregrinos en esta tierra, conscientes de que vamos de paso y nuestro destino final es el cielo, convencidos de que el anhelo de Dios para toda la humanidad queda expresado en las palabras de san Pablo a Timoteo: «Dios quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). Por eso, también lo sabemos muy bien, exige nuestra participación activa en este peregrinar, pues la llegada al cielo es tarea y conquista a la vez.
Por esta razón, me parece, muy acertada, para nuestra reflexión de hoy en torno a este peregrinar, la Oración Colecta de la Misa de hoy que pide la compasión e Dios para iluminar nuestros corazones, pues solamente con la luz de Dios, podemos ir avanzando en esta carrera hacia lo alto, en medio de un mundo que se queda atorado casi siempre, como sociedad, en la oscuridad, en las tinieblas, en la cerrazón.
Que el Señor escuche nuestras súplicas en estos últimos días de la Cuaresma y que las prácticas penitenciales de estos días nos ayuden a alcanzar la meta, esa meta que será el inicio de una vida en donde ya no existirá esa lobreguez que envuelve al hombre aquí la tierra, sino una vida, llena de luz, de gozo y de alegría sin fin. María santísima, Nuestra Señora de la Luz nos acompaña. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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